«4 de julio. La masacre de San Patricio» (Arg., 2007, habl. en español). Guión y dir.: J.P. Young y P.H. Zubizarreta (Argentina., habl. en español). Documental.
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En las primeras horas del domingo 4 de julio de 1976, un grupo comando entró a la parroquia de San Patricio y masacró a tres curas y dos seminaristas palotinos, dejando unos escritos contra «los zurdos que llenan la cabeza de los jóvenes». De hecho, por lo menos uno de esos curas era de dar sermones bastante fuertes, si bien dentro de lo aceptado por la Pastoral de la Iglesia. Meses antes, todavía bajo el gobierno peronista, otro comando había matado al cura Mugica. ¿Se habrían salvado, quizá, monseñor Angelelli y tantos otros curas y seminaristas muertos después del 4 de julio, si la Conferencia Episcopal y el propio Papa hubieran reclamado con más firmeza e indignación ante esa masacre?
Con la facilidad de quien mira las cosas desde afuera, un opinólogo confunde diplomacia con obsecuencia, e insiste en que la Curia impidió los supuestos esfuerzos de Isabel por mejorar su gobierno y evitar el golpe del 24 de marzo. Con la autoridad de quienes vivieron todo desde adentro, el anciano padre Kevin Kelly, el periodista Jaime Cox, y muchos otros testigos (curas, ex seminaristas, vecinos que denunciaron a la policía el auto del comando, familiares, feligreses, el organista que halló los cuerpos, etc.) aportan detalles significativos acerca de la complejidad de la época, una época que, como pocas, estuvo demasiado llena de fervores, entusiasmos, fanatismos, cegueras, ingenuidades, hipocresías, y, en algunos casos, excesiva prudencia, discutido fruto de la imprudencia y la cerrazón de otros.
Con abundantes entrevistas, fragmentos del diario de una de las víctimas, y excelente material de archivo, que incluye el registro en Super8 del velatorio de los religiosos asesinados (chocante, la toma donde un policía baja del Falcon ostentando su itaka frente a las pobres viejitas que estaban en la vereda de la parroquia), Juan Pablo Young y Pablo Hernán Zubizarreta, vecinos del barrio, han hecho un trabajo realmente valioso. No sólo por lo que cuentan del crimen, que es importante, sino además, y en igual medida, por lo que cuentan acerca del pensamiento religioso en los 70, la crisis que el hecho significó dentro de la comunidad palotina, y el modo en que algunos curas de entonces, como el levantisco Bob Killmeale, siguieron, pese a todo, su obra de promoción social en Argentina. «En un país impregnado por el asistencialismo, él propone el autodesarrollo», dice otro sacerdote, aludiendo a sus cooperativas de villeros albañiles y chacareros patagónicos.
Interesante, también, el recuerdo del padre Efraín Sueldo Luque, a cargo de una investigación extraoficial, y de monseñor Guillermo Leaden, que reclamó y lavó los cuerpos (uno de ellos, el de su propio hermano menor). Tocante, la simple unión de dos tomas. En una, vemos al anciano padre Kevin subiendo con dificultad las escaleras, un viejito que apenas tenía fuerza en la voz, y en la otra, un ex seminarista recuerda los impresionantes gritos que ese mismo padre daba, dormido, las noches posteriores al crimen.
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