25 de junio 2002 - 00:00
Alejandro Kuropatwa, una muestra antológica
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Vattimo considera que, según ha sucedido a lo largo de la edad moderna, los rasgos más destacados de la existencia, en la etapa postmoderna, se anuncian y anticipan, con particular intensidad, en la creación estética. Su análisis parte del hoy legendario ensayo de Walter Benjamin, el eminente pensador alemán, sobre La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, publicado en 1936.
Kuropatwa realizó estudios en Nueva York en el Fashion Institute of Technology (1979-82), y en la Parsons School of Design (1982-85), donde obtuvo el Master of Fine Arts con especialización en fotografía. En 1985 instaló su estudio en Buenos Aires. Trabajó para la tapa de la revista Art News, y realizó fotos de para la revista Harpers Bazaar. Desde los años ´70, incursiona por las posibilidades que la imagen impresa abre como campo de experimentación. Desde entonces, despliega sus condiciones de creatividad, utilizando para sus investigaciones, películas, luces y formatos no convencionales, recurriendo a inesperadas asociaciones sobre fondos neutros, a tomas fuera de foco y a ampliaciones de gran tamaño.
Para sus fotos en blanco y negro «30 días en la vida de A», 1990, utilizó rollos de película vencida de revelado instantáneo. Durante ese período disparó y consiguió cientos de transparencias que dieron lugar a una sucesión de imágenes ricas en formas y recursos. «Cóctel de 1996», homenajea al cóctel médico más eficaz para combatir el virus del sida. En obras de grandes dimensiones y fuerte compromiso personal presenta toda la artillería de pastillas, pastilleros y blisters para combatir la enfermedad.
Atraído por la seducción femenina, realizó fotos color con fondos neutros de un selecto grupo de mujeres elegantes, representantes del glamour de la alta sociedad argentina. El artista amplifica los adornos y el maquillaje, y busca captar el instante de las Divinas. «Son audaces, sofisticadas, desprejuiciadas. No les importa nada. Son o fueron ricas, más bien son o actúan como si fueran primeras damas, como herederas. Estas mujeres no tienen edad. Son preciosas, todo lo que tienen es precioso», insiste el fotógrafo. Es fiel a los postulados de su Manifiesto: hay que aprender a mirar con humor, pero siendo consciente de que cada imagen tiene que ser una búsqueda y un trabajo de composición.
Su exploración del universo femenino lo lleva a explicitar «En cualquier ópera, una Margarita Gautier, una Carmen, una Callas son mártires-divas. A mí me encanta el ser humano, pero la mujer siempre fue más bella que el hombre.» En «Purpurina en bocas femeninas», 2001, las bocas sensuales y carnívoras de las modelos llenas de rouge, dialogan permanentemente con él, quien nos recuerda que, aunque no es fácil que la eternidad se preste al juego del fotógrafo, cuando un artista saca una foto, se detiene el tiempo.
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