La fábula de un conejo que llega a ser el líder incuestionable de su comunidad, ilumina de modo implacable la realidad política actual en “Auge y caída del conejo Bam” (Anagrama), del narrador y ensayista madrileño Andrés Barba.
Andrés Barba: la política de hoy en el cuerpo de un conejo
Diálogo con el narrador y ensayista madrileño que acaba de publicar la magnífica novela “Auge y caída del conejo Bam”, que reconoce un antecedente en el "1984" de George Orwell
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El novelista español Andrés Barba, autor de “Auge y caída del conejo Bam”.
En su visita a Buenos Aires dialogamos con él.
Periodista: Escribió una fábula política con antecedentes como “Rebelión en la granja” de Orwell y “Maus” de Spiegelman.
Andrés Barba: La fábula pedagógica es el género más aburrido de todos los géneros aburridos, pero en sus orígenes, en Apuleyo, la fábula animalística, germen de la picaresca, fue un pretexto para decir cosas que eran intolerables en boca de seres humanos. La fábula moralizante es la perversión del género. Pero hay otra tradición que deriva del Kafka de “La metamorfosis” que busca canalizar sentimientos que son demasiado complejos, muy incandescentes, en versión humana, y al transferirlos a animales permite tratar con ellos. Spiegelman cuenta que cuando intentó hacer “Maus” con seres humanos no era capaz de manejar la historia porque estaba muy implicado emocionalmente, y cruzar ratones y gatos le permitió desinhibirse y hacer el cómic.
P.: ¿Cómo nace la historia de Bam?
A.B.: Buscaba un juguete narrativo, un animal al que transferir todas las cosas en las que ahora se nos resbala el pie en lo político: la seguridad, las identidades fluidas, la posverdad, el pospopulismo, las cancelaciones, todas esas cosas, pero al ponerme a escribir me di cuenta que lo que en realidad me interesaba era describir la genealogía de un líder político. Al principio el conejo Bam es casi un chamán, un Jesús, un Buda, que da nacimiento a una comunidad, pero al avanzar descubrí que el líder no es un individuo ambicioso que busca llegar al poder si no un instrumento capitalizado por la comunidad para transferir sus obsesiones, deseos y odios, y en última instancia para ser devorado por la propia comunidad que lo puse en el poder. Fue ahí que me interesó ver cómo se construye un líder y cómo es la relación con sus socios.
P.: Ahí aparece Copito, un conejo ajeno a esa madriguera que es refugio para los conejos y aún no la comunidad que construye la Gran Madriguera.
A.B.: Copito es el narrador, el que viene de la calle, de estar con aquellos que lo querían y que por eso lo soltaron. Es el historiador, el testigo, el amigo de Bam, el que habilita la iluminación de Bam, el que genera la institución, el que crea primero la figura histórica de Bam y luego la mitológica, el legatario que establece la ortodoxia.
P.: El mesianismo de Bam lleva a pensar en el de Putin, Trump o Milei…
A.B.: Es curioso que en un país tan ateo como la Argentina el mesianismo de Milei no fuera en su detrimento, no se lo tomó a risa. Es fascinante observar cómo la conciencia mesiánica se va construyendo. Hay un libro que me ayudó a pensar: “Una tierra prometida”, las memorias de Obama, que tuve que traducir. Un momento fascinante es cuando Obama no sabe si capitalizar su negritud en retórica política, y decide no hacerlo, ser solo un candidato demócrata. Lo llovieron las críticas por no asumir su negritud y ser el candidato negro. Resulta impresionante que, cuando se convierte en presidente, su negritud desaparece, es solo el presidente de Estados Unidos. Es que, como señaló Sartre, la diferencia nace para ser abolida. Al final el líder es un minot, uno de esos muñecos vacíos de las fiestas en España. En el fondo la naturaleza del líder es hueca, es un pretexto para canalizar la energía colectiva.
P.: ¿A través de Bam buscó mostrar los modos actuales del populismo?
A.B.: El populismo usa la retórica del permanente anhelo. Vamos a llegar, vamos a ser. Pero cuando comienza a aparecer el paraíso, el líder sufre una decepción, los conejos no son capaces de tolerarlo, por eso la decadencia política de Bam depende del propio Bam. Pascal decía que todos los problemas del ser humano radican en que no es capaz de estar sentado en un cuarto mientras es feliz. Cuando llegan al paraíso, a la utopía, necesitan inventar una guerra, y eligen enfrentar a unos pobres topos que querían compartir el paraíso. La gasolina de la retórica política del populismo es el odio, que sirve de aglutinante social. En la Gran Madriguera los conejos alfa, miembros de la vieja oligarquía, estaban molestos con la democracia establecida luego de una orgía colectiva, pero ante la guerra se disponen a colaborar para recordar que ellos han sido y son los mejores.
P.: Si “Rebelión en la granja” es una alegoría política, ¿su libro invita a pensar la actualidad?
A.B.: La de Orwell es una novela policial donde el lector todo el tiempo está tratando de identificar quién es Stalin, Hitler, Trotski o Churchill. En la historia de Bam no hay referencias concretas, pero hay a veces momentos, frases, episodios que remiten a la dictadura cívico militar argentina, la pandemia, la guerra de Gaza. Bam es Gandhi, Obama, Milei en distintos estados de situación. Hay frases conejitadas de líderes reales, de Perón, de Trump de Thatcher.
P.: ¿Por qué Copito concluye todo lo que cuenta con: “no sé”?
A.B.: Reproduce nuestra desorientación. Si hay una clave del siglo XXI, que lo hace radicalmente distinto, es nuestra relación con la verdad. Nuestra desorientación sobre lo cierto es total, de ahí los no sé de Copito que a veces no sabe si es él es San Pablo o Goebbels.
P.: ¿Qué está escribiendo?
A.B.: Una biografía medio borgeana de un estadounidense que es el primer caso documentado de analgesia, que no sentía el dolor y llegó a que lo crucificaran públicamente para demostrarlo.
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