El mundillo del arte está al rojo vivo. Con casi 30 años de vida, arteBA es el lugar del quién es quién del coleccionismo, el sitio donde compran las instituciones y un motor para atraer debutantes. Pero la renuncia de Amalia Amoedo hace diez días a la presidencia de la Fundación arteBA; el apresurado nombramiento del economista Ariel Sigal como sucesor y su inmediata renuncia, y la sorprendente nominación de Juan Carlos Lynch en el cargo, prácticamente un desconocido en un ambiente donde todos se conocen, alertó sobre el destino de la institución líder del mercado. Lynch se presentó como un avezado comunicador, y justamente allí residió su falla. Imprudentes, sus inconcebibles posteos circulaban en las redes. Y arreciaron las denuncias. Artistas, operadores culturales y, sobre todo, una numerosa comunidad feminista, criticó su “sexismo, misoginia, racismo y gordofobia”. “arte BA, arte FUE”, el lema se reitera en las redes.
La feria de las ferias en busca de una dirección
Los errores no son de hoy y van más allá de un nombramiento apresurado.
-
El año de Mondongo: tres exposiciones y un record de venta
-
Quién es el excéntrico millonario que se comió la banana de los $6,2 millones de dólares
Lynch y su vicepresidenta, Matilde Grobocopatel, nueva también en estas lides, renunciaron. ¿Se acabaron los problemas? No. Hace ya tiempo que arteBA funciona con piloto automático. Lejos quedaron los tiempos en que los miembros de la comisión directiva, entre ellos, Fito Fiterman, Alejandro Corres, Marta Fernández, Marga Macaya, Andrés von Buch, Facundo Gómez Minujín, Mauro Herlitzka, Adriana Rosenberg, Juan Cambiaso, Andreas Keller, Felisa Larivière y Luis Incera, trabajaban sin respiro para llevar la Feria adelante, aportaban dinero de su propio bolsillo y hasta hicieron un curso a instancias de Von Buch, para aprender a manejar empresas. Alec Oxenford, cofundador de De remate, llegó a la presidencia como un empresario exitoso. Al mismo tiempo, Julia Converti tomó las riendas de una institución ya encaminada y, los fundadores dieron un paso al costado.
Cuando asumió Amoedo, nieta de Amalia Fortabat, coleccionista que apoyó la Feria desde la primera hora, un círculo virtuoso parecía cerrarse. Sin embargo, suspendida la edición presencial de 2020 por la pandemia, la Feria se realizó online y los galeristas reclamaron alrededor de 25.000 dólares, cifra promedio que ya habían pagado por los stands de La Rural. La gerencia de arteBA, a cargo de los números, devolvió sólo una parte, y en pesos. Amoedo, acaso para compensar este desorden, compró en la Feria 80 obras, una a cada galerista. Hay quien asegura que la propuesta de cambiar la Feria a un lugar menos oneroso no fue tomada en cuenta. Gustavo Bruzzone, coleccionista emblemático de la década del 90 al igual que Amoedo, publicó y explicó en Instagram la posibilidad de construir una nueva feria. Cualquiera puede corroborar que la estética propuesta por arteBA desafía en ocasiones el gusto conservador. Los calamares malolientes de Carlos Herrera o los altares para la droga de Nicolás Mastracchio no coinciden con la de los “felices” años 90 que celebra el Museo Fortabat.
Hoy, más allá del conflicto por Lynch, surgen cuestionamientos. Se recordó que hace unos años, la Feria de San Pablo superó a arteBA en Latinoamérica al presentar formidables galerías como Gagosian o White Cube. ¿Por qué no llegaron a Buenos Aires? arteBA se negó a interactuar con los poderosos del mundo y generar un cambio de rumbo. Se dijo que el mercado argentino no estaba a la altura de esas galerías. “Si no venden, no vuelven”, aseguraron. Sin embargo, ¿no habrá sido un error de cálculo? Lo fue, sin duda, durante el período en el cual las ventas estuvieron aseguradas con programas burocráticos, estatales y privados. Primero fueron las empresas, Chandon, Zurich, Santander, Banco Ciudad, IRSA, Mercedes Benz y otras que financiaron proyectos y compras; después, el Estado, a través de la Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Internacional de la Cancillería, se hizo cargo de las Adquisiciones de Museos Internacionales. Así llegaron la Tate Gallery, el MOMA, el Broad Art de Michigan, el Guggenheim de Nueva York, Los Angeles County, Arte de Lima, el Tamayo de México o el Reina Sofía de Madrid, sólo para comprar. Después de casi 30 años y con artistas de peso, ¿cómo es posible que una sola galería argentina juegue en primera? El Consejo de Administración aceptó las renuncias de Lynch y su vice y se abocará a “la identificación de un nuevo liderazgo para esta etapa”. Amoedo está radicada en Uruguay. Y los galeristas porteños pedirán una reunión con dicho Consejo.
- Temas
- Arte
Dejá tu comentario