11 de octubre 2001 - 00:00

"Ayudar a la civilización es no someterse al terror"

Umberto Eco.
Umberto Eco.
(10/10/2001) Milán - En pocos días más se distribuirá en las librerías de la Argentina «Baudolino», la más reciente novela de Umberto Eco. El autor de «El nombre de la rosa», y prestigioso semiólogo, se tomó seis años, luego de la publicación de «La isla del día de antes», para escribir su cuarta ficción, «Baudolino». Su nueva novela cuenta de un campesino fabulador, utopista y mentiroso del siglo XII y convierte en protagonistas a sus conciudadanos del bajo Piamonte, en un momento histórico marcado por sus múltiples posibilidades frustradas por la violencia de los intolerantes.

El trágico 11 de setiembre, el día en que las Torres Gemelas se desplomaron sobre Manhattan, Eco estaba en su despacho corrigiendo las pruebas de admisión de un máster destinado a editores. Dice que oyó la noticia.

Umberto Eco: Quedé completamente shockeado. Viví en Nueva York en una casa desde cuya ventana se veían las torres, y se estaba hablando de una ciudad que amo muchísimo, en la que mi hijo ha vivido durante 10 años, pero una vez informado del suceso, decidí volver a mis papeles.

Periodista: ¿Qué pensó en aquel momento?

U.E.: Pensé: no podemos paralizarnos por el terror. Debo corregir estos exámenes hoy mismo y terminaré mi trabajo. También pensé en otra cosa que, luego, se reveló tal como la había previsto: aquello que estaba ocurriendo tendría tiempo de verlo hasta la saciedad durante los días sucesivos.

P.: ¿Ni siquiera encendió el televisor con el volumen bajo?

U.E.: Mantuve el televisor apagado. Cuando llegué a casa, entonces sí, me quedé clavado frente a la pantalla durante toda la noche. ¿Sabe? Me siento contento de no haber caído en el histerismo. El objetivo de los terroristas es crear terror. Cuanto más terror, más cerca están de sus propósitos. Contribuir a la civilización es no someterse al terror. Además, uno necesita una cierta distancia para razonar sobre las cosas.

P.: En su nueva novela, «Baudolino», establece esta distancia con creces y vuelve otra vez a la Edad Media.

U.E.: Todos me dicen lo mismo y me siento irritado: «Señor Eco, ¿por qué vuelve una y otra vez al medioevo?». ¿Por qué en verano 50 por ciento de la gente va a la montaña y el resto al mar? Les contesto: «¡Cada uno va donde más le gusta!». Yo soy un apasionado del medioevo. Pero de mis cuatro novelas sólo dos ocurren en aquel período. Ahora bien, la pregunta sería: ¿por qué de las cuatro novelas que he escrito, tres y media son históricas?

P.: ¿Por qué?

U.E.:
Por lo que le decía respecto de Nueva York: no se puede razonar bien sobre las cosas si no existe una cierta distancia. Sólo cuando trabajamos sobre el pasado podemos entender problemas del presente. Si usted está viviendo una gran pasión amorosa y se pone a escribir una novela sobre el amor, lo más probable es que sea un fiasco. Fíjese en los poetas jóvenes que se dedican a escribir sus amores y desengaños y verá que no suelen llegar muy lejos. Eliot decía que la poesía no es la expresión de una emoción, sino la fuga de una emoción.

P.: Baudolino, el protagonista de su novela, es un fabulador. «Siempre me he sentido como prisionero de algo que superaba los poderes de mi imaginación», dice en cierto momento. ¿Hasta qué punto ha escrito un retrato de usted mismo?

U.E.: Todo el mundo se empeña en decir que mis libros son autobiográficos. Si eso fuera verdad, yo sería un tipo completamente esquizofrénico. «Baudolino» empieza en Alessandría, la ciudad italiana donde nací, y es cierto que existe una especie de retrato de mis conciudadanos. En este sentido podríamos decir que no se trata de una biografía personal, sino más bien regional. He intentado captar el carácter especial y la ironía de mi tierra. Pienso en el momento en el que muere el entrañable amigo Abdul, y cuatro de Alejandría están junto a su tumba. «¡Ma...!», dice uno; «Pienso que hace un momento todavía estaba vivo», dice otro; y el tercero comenta: «Es evidente que ha sido el destino». Yo sé que los de mi tierra en un caso parecido se expresarían del mismo modo. No quiere decir que no vivan el dolor, pero tienen el pudor de expresarlo y dicen este tipo de cosas.

P.: Baudolino es un inventor de historias, pero al final sus historias acaban ocurriendo de verdad...

U.E.: Cuando estaba escribiendo el libro y me preguntaban de qué trataba, yo contestaba: se trata de la historia de un mentiroso. Pero, poco a poco, a medida que avanzaba, me di cuenta de que Baudolino no era exactamente un mentiroso. El mentiroso miente sobre el presente y el pasado. Dice por ejemplo: hoy hace un hermoso día de sol. Pero no es verdad porque se abre la ventana y está lloviendo. Baudolino miente sobre el futuro. Imagina un reino inexistente. Habla de un texto que se inventa. Pero ¿estamos ante un mentiroso o un utopista? En realidad, Baudolino es un visionario, un constructor. Los grandes inventores de historias, los grandes conductores de pueblos, han sido mentirosos en este sentido. Una cosa es decir mentiras sobre la historia pasada. Decir, por ejemplo, Napoleón ganó en Waterloo. Y otra cosa es fabular sobre el futuro: existe un reino maravilloso y es necesario ir a buscarlo. En su pequeñez, Baudolino intenta hacer historia, y en cierto modo lo consigue... porque yo le atribuyo, claro, ideas que se verifican.

P.: La fantasía y la historia se mezclan...

U.E.: Es parte del juego y es el lector quien deberá decidir.

P.: ¿Hay que conocer la Edad Media para comprender el libro?

U.E.: La ambición del autor que escribe novela histórica es que lo pueda leer incluso aquel que nada sabe de historia pero que la vivirá a través del texto. Cuando salió «El nombre de la rosa», el editor americano me dijo que iba a publicar el libro pero me advirtió de que lo hacía en un país donde nada se sabía del medioevo. «Editaremos 3 mil ejemplares -dijo-, y te pagaré un anticipo sobre esta cantidad.» Le contesté que muy bien, que no quería ganar dinero pero que me hacía ilusión ver el libro en inglés. Luego, el libro se convirtió en un enorme suceso que, en EE.UU., supera el millón y medio de ejemplares. Y las cartas más interesantes no me llegan de Nueva York o San Francisco, ciudades literarias, sino de Oklahoma o Texas, donde la gente nunca había oído hablar de catedrales medievales, pero a través de mi libro entienden alguna cosa de aquella época. fabula-sentido

P.: En «Baudolino» lo inverosímil resulta a veces real y lo real, falso.

U.E.: Esto forma parte de otro de mis placeres particulares: conseguir que la gente piense que invento cosas que son reales y confunda cosas falsas con cosas reales. Le diré que los hechos más extraordinarios son casi siempre reales.

P.: Se mueve en archivos históricos para encontrar inspiración.

U.E.: Así es, y cuando uno trabaja en este tipo de relatos y remueve papeles de historia militar, archivos científicos, sociales, religiosos, encuentra cosas mucho más novelescas de las que uno podría imaginar. La carta del Preste Juan, el hilo conductor del libro, parece, por ejemplo, inventada y resulta que existe de verdad. En «La isla del día de antes» aparece un invento cómico y diabólico que se construye encima de la nave. Un aparato que parece sacado de una escena de los hermanos Marx. La gente me dijo: «Eco, qué bonita invención». ¡No se-ñor! La máquina está escrita como la describió su inventor, Galileo Galilei, que la quiso vender a los holandeses y, naturalmente, no la compraron. También en este libro describo un sistema para encontrar la longitud torturando a un perro. El lector debió de pensar en la mente perversa de un Eco capaz de describir aquella brutalidad. Pues no: aquel proyecto se había realmente discutido, existe en los archivos.

P.: Baudolino viaja a la tercera Cruzada: también aquí la realidad sobrepasó la imaginación del autor.

U.E.: En el mundo suceden cosas que cualquier novela, cualquier película, puede decir que se anticipa. Pero, de hecho, de las Cruzadas hablo poco, aunque no deja de ser inquietante ver las similitudes entre la fantasía y lo que está ocurriendo ahora.

P.: ¿Qué le ha parecido la utilización del término «cruzada» para referirse al conflicto actual?

U.E.: Que estaría bien mandar al gobierno a gente que hubiera estudiado un poco de historia y geografía. Tenemos un problema cultural enorme. Resulta preocupante ver cómo del Islam casi no sabemos nada. Aparte de algunos estudiosos, nadie conoce la diferencia entre suníes y chiítas, y pocos en qué consiste el fundamentalismo. Los terroristas son probablemente fundamentalistas, pero no todos los fundamentalistas son terroristas. Existe el fundamentalismo musulmán, pero también el fundamentalismo cristiano. Estos días sirvieron para descubrir la necesidad urgente de educar a la gente en la diferencia. Nuestros chicos no pueden salir de las escuelas sin saber quién era Mahoma o Cristo. A propósito de la guerra santa, decidí consulta el Corán estos días y descubrí que existen distintas interpretaciones, que para unos tiene un valor espiritual de lucha interior, mientras que para otros puede tener un valor militar.

P.: Como en el cristianismo.

U.E.:
Exactamente el mismo equívoco que en el mundo cristiano, donde se habla de guerra contra el pecado, de lucha por la virtud, pero San Bernardo defiende la guerra santa de las cruzadas como una acción militar. Desde luego, resulta alarmante descubrir que en EE.UU. mataron a un sij al confundirlo con un musulmán.

Dejá tu comentario

Te puede interesar