«Despereaux» es un cuento al modo antiguo, con ratones, gente amarga, comportamientos retorcidos, un héroe pequeño y valiente y, desde el punto de vista visual, una introducción a la pintura.
Corresponde aclararlo de entrada: este dibujo no tiene animalitos graciosos, chistes de actualidad, canciones para la venta, ritmo enloquecido, ni montaje histérico. En otros aspectos, a veces es moral y visualmente medio oscuro, aparte de confuso, esto último debido seguramente a la necesidad de apretar cuatro historias en una hora y media.
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¿No es entonces para los chicos? No para los chiquitos, aunque, pensándolo de otra forma, tampoco estaría mal llevarlos. Puede que se fastidien, bufen, vayan a cada rato al baño, pero de vez en cuando van a ver unas imágenes inhabituales para el común de los pequeños consumidores. Tienen un colorido, un sombreado, unos relieves, que se notan inspirados en Rembrandt, y unos rostros iluminados pero medio lúgubres, dignos del Greco y de Vermeer, y encima el jefe de las ratas es como un Nosferatu con bigotes, y una de las historias, la de la sirvientita resentida que se cree princesa y secuestra a la princesa de veras, para que se la coman las ratas, hubiera espantado incluso a los hermanos Gri-mm-, cuyos cuentos no eran para que los niños se duerman felices, como muchos creen, sino para que se acuerden de rezar antes de dormirse.
Pero también es propio de Rembrandt ese campo brillante después de la lluvia, donde dos cretinos mentales reciben el goce de la purificación y se sienten unidos y buenos, y es típico de los cuentos clásicos casi todo lo que aquí pasa, y es descendiente de las pinturas de Giuseppe Arcimboldo ese personaje extraño, todo hecho de frutas, verduras y hortalizas, llamado simplemente Boldo, que amaga ser gracioso, y termina siendo un triste mártir.
¿Demasiado para los chicos? No, porque todo eso es sólo el entorno. Lo principal, es el pequeño héroe valiente, soñador, curioso, Despereaux. En una sociedad de cobardes, que aconsejan el miedo como recurso natural de sobrevivencia, él quiere ser un noble caballero, valiente y dispuesto a salvar a quien lo necesite, y a enfrentar los peores peligros, y aunque por ahí se asuste un poco, es valiente y los enfrenta. Y, por supuesto, les gana.
Kate DiCamillo es la autora de los cuentos originales, al parecer más tétricos y complejos. Robert Steven-hagen, animador que viene remando por distintas empresas desde los 80, hizo el storyboarding. Olivier Adam, formado en la Disney, dirigió el departamento de arte. Evgeni Tomov, ruso emigrado, el diseño de producción. Sam Fell, director de «Lo que el agua se llevó», ofició nuevamente de capataz de obra. Resumiendo: un cuento al modo antiguo, con ratones, ratas, gente amarga, comportamientos retorcidos, un héroe pequeño y valiente, y, de modo lateral, una introducción a la pintura.
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