«Hairspray » de S. Wittman y T. Meehan. Mús.: M. Shai-man. Adap. libro: F. Masllorens y F. González del Pino. Adap. canciones: E. Pinti. Int.: E. Pinti, V. Butera, P. Echegoyen, S.Pasik. Dir. musical: G. Gardelín. Coreog.: E. de Chapeaurouge. Dir. Gral: R. Pashkus. ( Teatro «Astral»)
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Pese a sus kilos de más Tracy-Turnblad consigue formarparte de un programa televisivo («Yo quiero ser... con Andy Collins») en donde un grupo de adolescentes se ocupa de exhibir ante las cámaras los nuevos ritmos de moda.
Con su swing, la impulsiva gordita se convierte, de la noche a la mañana, en la estrella juvenil de Baltimore, llegando a marcar tendencia con su extravagante peinado batido típico de los '60. Pero esta ciudad de ambiente pueblerino y hábitos racistas, que se resiste a aceptar los cambios, reacciona ante su desprejuicio. Tracy aprovecha su popularidad para organizar una gran movilización en contra la discriminación racial, mientras organiza un plan para infiltrar a sus amigos negros en el Show de Andy Collins.
«Hairspray» está basada en un film de 1988, escrito y dirigido por John Waters. Este, entre otras cosas, incluía sesiones de electroshock para «curar» los amores interraciales (ninguna de sus secuelas han logrado emular la acidez de su enfoque). En la versión que acaba de estrenarse en Buenos Aires, los contenidos ideológicos han sufrido una notoria merma (esto ya en relación a la comedia musical de Broadway), tal vez con la intención de darle más espacio al humor y resaltar también el ritmo de sus cuadros musicales.
El público argentino tendrá también en cuenta la remake de 2007, encabezada por John Travolta (en el papel de Edna, la voluminosa madre de la protagonista) que a su vez capitalizó el éxito del musical. Enrique Pinti compone a una matrona de pantufla y ruleros, bastante veterana y en todo diferente de la sensual madraza de Travolta, la que con solo menear un poco su gigantesco trasero volvía loco a su marido.
A medida
Pinti armó un personaje a su medida, recurriendo al humor verbal. Si bien nunca logra fundirse del todo con su creación, el público lo ovaciona complacido. El caso de Vanesa Butera es totalmente distinto: cuesta creer que esté representando un papel de ficción, tal es la naturalidad con que interpreta a su Tracy.
El espectáculo transcurre con gran dinamismo (salvo la escena de la disquería, algo descolgada del resto y algunos momentos de pura acción dramática) y cuenta con un vigoroso inicial y mejor final. El público sale tarareando «No puedo parar...» («You Can't Stop the Beat»), un tema que invita a bailar sin inhibiciones. Todo el elenco de «Hairspray» es sólido y pese a contar con pocos artistas negros (la mayoría están maquillados), el recurso no llega a ser un obstáculo.
Patricia Echegoyen, como la malvada productora de televisión, y Salo Pasik (el bonachón padre de Tracy) resultan buenos partenaires. Pero, curiosamente, la figura más llamativa de esta versión es Laura Oliva, quien se luce como actriz cómica en diversos secundarios (madre de Penny, profesora de gimnasia y guardiacárcel). También son destacables las actuaciones de Solange Prat (la despistada amiga de Tracy) y Josefina Scaglione (una Barbie tonta y presumida que lucha por conservar su cetro).
Tanto por sus coloridos números musicales como por sus divertidos pasos de comediay su alegre revival de una década vital y crédula, «Hairspray» es un producto que se dirige a todo tipo de público.
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