El Museo Marco de La Boca, perteneciente a la Fundación Tres Pinos, rinde homenaje al artista venezolano Dixon Calvetti que desarrolló una importante labor educativa-comunitaria como coordinador de esta institución privada. Desde sus inicios ahondó en temáticas como la religiosidad popular, especialmente el sincretismo religioso de la provincia de Yaracuy, la situación política-cultural venezolana y la migración.
Dixon Calvetti, un singular referente del arte venezolano
El Museo Marco de La Boca rinde homenaje al pintor que se convirtió, pese al escaso tiempo que vivió, en emblemático de la expresión popular latinoamericana. La muestra refleja un diálogo entre la estética y lo religioso.
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"Velación", de Dixon Calvetti, que integra la muestra del Museo Marco de La Boca
El culto a María Lionza se configura como eje central de investigación, de allí que se lo sitúe como uno de los artistas venezolanos contemporáneos referentes en lo que respecta a diálogo del arte con el ritual, la espiritualidad popular y uno de los exponentes de los cruces entre religiosidad, la devoción familiar, hibridez y resignificación estética particular.
Nacido en San Felipe en 1980, vivió allí hasta 2018 cuando emigró a la Argentina formando parte del éxodo de refugiados venezolanos, y documentó su viaje de 14 días, 8250 Kms, cruzando fronteras hasta llegar a Jujuy y de allí a Buenos Aires donde fue recibido por el curador de este museo, su amigo y artista, Juan Carlos Urrutia, que había llegado en 2010. Dixon Calvetti falleció prematuramente en Buenos Aires en julio de 2023.
La exposición se titula “Entrance” que en su doble acepción significa “entrada” y también “trance” que remite a un “estado de percepción y conciencia espiritual elevada”, según lo consigna el curador de la muestra, el ya mencionado Urrutia en su texto. El lenguaje artístico de Calvetti es la performance, la instalación, el video-arte, la video-performance, la fotografía, el dibujo y la pintura. Para esta usó el chimó (pasta viscosa de mascar a base de tabaco) cuyo uso está relacionado con lo ritualista y la curación en las culturas originarias y los ritos aborígenes campesinos.
También utilizó el onote o achiote, colorante y condimento en la gastronomía popular, en la ornamentación corporal de algunas culturas indígenas, el yute, tejido usado en la industria agrícola. Calvetti publicó artículos académicos en revistas especializadas de Perú, Ecuador, Colombia. Participó en muestras museísticas de su país natal, en México, en museos de Barcelona y Valencia.
En cuanto a María Lionza, nombrada al comienzo de esta nota, es considerada una deidad femenina perteneciente al espiritismo venezolano; el origen de su culto data del siglo XX y es tal su importancia que se han contabilizado por miles los que participan de su ritual. Se la representa como una mujer blanca, de origen indígena, con una corona de oro en la cabeza.
Habita en las montañas de Sorte, convertido en lugar de peregrinación. Los feligreses se sumergen en los pozos y se bañan bajo las caídas de agua para hacer purificaciones y despojos. Se la inmortalizó como una mujer desnuda, de musculatura atlética sobre una danta (tapir macho), con sus manos extendidas sostiene un hueso de pelvis femenina y en sus pies, ese tapir aplasta unas serpientes (símbolo de envidia y egoísmo).
Una muestra de carácter ritualista a la que los habitantes urbanos no estamos acostumbrados por sus elementos simbólicos, códigos, dibujos de astros, velas, humo de tabaco, ofrendas para el altar, globos plásticos de colores, mapas conceptuales. Juan Carlos Urrutia señala poéticamente “que todo comienza con un mito y termina con un rito”. El que nos ofrenda el hombre del chimó, del tabaco y la montaña sagrada que danza…”
Felix Suazo, crítico de arte cubano-venezolano, destacó que “en la obra de Calvetti no hay nada sacrílego o irreverente, este artista tiene una vocación ecuménica que entiende lo sagrado como una categoría multifocal y aglutinante”. (Museo Marco, Almirante Brown 1031. De 11 a 19).
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