6 de junio 2002 - 00:00

Duro drama sobre una pareja de desdichados

Escena del film
Escena del film
«Cambio de vida» («Monster's Ball», EE.UU., 2001, habl. en inglés). Dir.: M. Foster. Guión: M. Addica y W. Rokos. Int.: H. Berry, B.B. Thornton, P. Boyle, H. Ledger, C. Calhoun.

A sí como con «Dead Man Walking» (film visto aquí como «Mientras estés conmigo») aprendimos que ésa frase la usan carceleros estadounidenses para anunciar al hombre que camina hacia su ejecución, interesa saber que «Monster's Ball» (el título original de lo que acá se estrena como «Cambio de vida») era una vieja expresión inglesa para definir la última noche de un condenado a muerte.

A diferencia de «Dead Man Walking», en esta obra seca, dura y nada hollywoodense, el condenado no es el protagonista sino el nexo entre el hombre blanco y la mujer negra que une el admirable guión de Milo Addica y Will Rokos. Sólo que ellos no saben quién es el otro en realidad, al menos en principio. Antes de conocerse por azar e iniciar una relación improbable por donde se la mire, empezando por el hecho de que viven en un pueblo del segregacionista sur estadounidense, Hank ( Billy Bob Thornton) fue el policía encargado de ajusticiar al marido de Leticia ( Halle Berry). Este es un dato crucial que la platea conoce, como conoce las desoladoras existencias de ambos, gracias a unos apremiantes relatos paralelos del director de origen alemán Marc Forster (una revelación).

A saber: Hank padece a un padre autoritario y racista, entre otras lindezas (el enorme Peter Boyle), de quien no sólo heredó el puesto de carcelero sino el desamor y la violencia que descarga, a su vez, sobre su propio hijo ( Heath Ledger), un muchacho también dedicado al terrible oficio familiar, pero sin la misma convicción. Leticia es otra perdedora que crió sola a su hijo obeso los 11 años que el marido pasó esperando la muerte por algún crimen jamás revelado. Cuando la angustia -no el deseo ni la esperanza-junta a estos dos desdichados, cada uno ha sido golpeado, además, por otras tragedias brutales.

Si bien Forster no trepida en mostrar escenas perturbadoras (la puntillosa ejecución del reo, relaciones sexuales al borde de lo explícito), lo importante acá es lo que no se dice ni se ve. Nadie sabe lo que piensa el monosilábico personaje de Thornton, por ejemplo; lo cual es un formidable pretexto para que muchos de sus actos se presten a cualquier interpretación. El fuerte cambio que se opera en él cuando descubre que siente, en otra película sonaría cuasimilagroso -vale decir, inverosímil-; éste no es el caso. Es más, nada asegura que dicha transformación sea duradera.

«Monster's Ball»
tiene impecables actuaciones e infinidad de ideas que se desprenden de cada línea del guión. Pero, el final, absolutamente impredecible, es la prueba más contundente de que el director y sus guionistas no están para convencionalismos... ni para concesiones al atribulado espectador que esperaba, en vano, algún alivio.

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