Desde el día que abrió en el barrio de La Boca y, durante décadas, la Fundación Proa supo brindarle a su público la posibilidad de conocer a muchos grandes maestros del arte moderno y contemporáneo internacional. Desde luego, los vaivenes de la situación socioeconómica argentina, favorecen o imponen límites al arribo del arte que viene del extranjero. Pero en Proa encontraron el modo de sortear dificultades. En 2001 y 2002, dirigieron la mirada hacia el interior del país y rescataron el atractivo de las fotografías de nuestro pasado, los ponchos y la platería. Hoy, convocaron al curador Rodrigo Alonso quien, con ingenio, presenta una muestra temática. “Arte en juego”, explora, a través de las obras de alrededor de un centenar de artistas argentinos, distintas aproximaciones al tema. Alonso saca provecho de sus conocimientos de la producción local, desde el Norte al Sur del país y, desde el arte moderno hasta el emergente, incluyendo diversos géneros, como el dibujo, la pintura y la escultura, pero también la instalación, el cine o los videojuegos.
El buen arte también es un juego, y no de chicos
Una exposición temática en Fundación Proa, curada por Rodrigo Alonso, reúne un centenar de piezas de artistas argentinos de distintas geografías.
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El marplatense Daniel Joglar abre la muestra de Proa con un mural, un collage donde se reconocen elementos pertenecientes al universo del juego, como ruletas o tableros, pantallas, fichas o piezas de ajedrez. Luego, en la primera sala figura un clásico, Antonio Berni con la pintura “Juanito jugando a la bolita”. Berni muestra a Juanito Laguna, el niño cuya familia llega a la ciudad en busca de nuevos horizontes y, lejos de progresar, termina viviendo en una Villa Miseria. Durante la Guerra de las Malvinas, Luis Fernando Benedit realizó su obra a partir de los dibujos de su pequeño hijo Tomás. En el proceso, Benedit pintó acuarelas y finalmente armó objetos de resina con las características de un juguete infantil. Juan Pablo Cambariere presenta dos marionetas; Dino Bruzzone su celebrada maqueta del “Italpark”; Nushi Muntaabski, “Queen of the Sea”, y María Silvia Corcuera un trabajo en madera policromada que recuerda los conocidos juguetes del maestro Joaquín Torres García.
Entre los juegos de mesa figura el “I- Ching” de Xul Solar, “Imperialismo minimalismo”, de Diego Bianchi, tres tableros de Nora Iniesta, uno con los santos de León Ferrari y “A sangre fría”, el ajedrez de Horacio Zabala. Entretanto, las vertientes conceptuales no eluden el juego. Marta Minujín participa con su “Rayuelarte”; Nicolás Guagnini trabajó para la muestra “Homo Ludens” a partir de las propuestas del arte concreto argentino de los años 40. Su mesa de billar se apropia del diseño de un cuadro de marco recortado y del color de una pintura de Raúl Lozza. La palabra paisaje suele referirse a la imagen de una pintura romántica o las que le sucedieron, aunque, en este caso, “¡Pandemia!”, de Manuel Aja Espil, muestra el horror que avanza por el mundo.
Entre las construcciones figuran los tubos de Valeria Calvo y el “Tren fantasma” de Oligatega Numeric (Mateo Amaral, Maximiliano Bellmann, Alfio Demestre y Mariano Giraud) y, “Platz”, el subibaja de Jorge Macchi.
El video de Liliana Porter, “Sólo de tambor”, juega con el humor y la gracia de los personajes; al igual que la mona blanca de Edgardo Giménez y “Teddy Bear”, el osito bien vestido de Dalila Puzzovio. Pero, sobre todo, reina el humor cordobés en una versión en pequeño formato de la escultura que Antonio Seguí diseñó para su ciudad natal. El “Hombre urbano” conquistó rápidamente la población de Córdoba, con su aceleración y la corbata al viento, con sus formas audaces y sus colores vibrantes, perturbó la calma provinciana. “Cuando anunciaron que iban a instalar la escultura, esperábamos un personaje con actitud de prócer, un bronce como los de antes”, cuenta una admiradora del artista. En otra sala y con idéntica gracia, se exhiben las pequeñas esculturas de un boxeador, Superman y un homenaje a los jugadores del mundial de fútbol, modeladas por el tucumano Sandro Pereira en plastilina. Y una de ellas, su propio autorretrato, está realizado en esponja. Elsa Soibelman pintó en la década del 60 a la “Primera Junta de Gobierno de 1810” emulando con franca ironía la pose de la selección argentina. El boxeo es el tema que abordan Pablo Suárez y Marcos López. La acrobacia figura con el bello atleta en neón de Hernán Marina.
La exposición incluye piezas significativas del arte de los 90, como la imponente “Torta” de cuatro pisos, sostenidos por perritos rosas y celestes de peluche y, realizada por Cristina Schiavi. En esta misma vertiente están el caballo de calesita cubierto de caramelos de Amalia Amoedo, los muñecos de cuentas de colores de Román Vitali, la pelota con peletería humana y anos de Nicola Costantino, el “Homenaje a Ariadna” de Benito Laren y el corderito en formol de Alejandra Tavolini, una ironía acerca de la cotizada obra del británico Damien Hirst.
Sin prejuicios estéticos, Rodrigo Alonso seleccionó obras con una expresividad reveladora. A los artistas mencionados se suman María Luisa Bemberg, Matilde Marín, Liliana Maresca, Sebastián Gordín, Lolo y Lauti, Fabiana Barreda, Diana Aisenberg, Ernesto Arellano, el Grupo Doma (Orilo Blandini y Julián Manzelli), Miguel Harte, Irina Kirchuk, Alejandra Seeber, Pablo Siquier, Guillermo Conte, Manuel Espinosa, Rosana Fuertes, Margarita Paksa y muchos más.
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