31 de enero 2007 - 00:00
El Periférico, desde el interés al desconcierto
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Las provocaciones continúan a través de García Wehbi, quien boicotea los monólogos de Alvarez enmascarado de payaso (ver foto), y luego protagoniza la escena más «periférica» del espectáculo con una máscara tan descarnada como la de Freddy Krueger. En ese simulacro de representación teatral, tortura, viola y mata a un bebé (uno de esos muñecos de anticuario que caracterizan al Periférico). Inexplicablemente. en la función de estreno, algunos espectadores sonreían muy divertidos cada vez que el personaje pedía aplausos después de asesinar a su víctima.
Blas Arrese Igor, por su parte, exhibió un rostro muy expresivo ante las cámaras, pero en ese laboratorio de adultos en plan de transformarse en niños se lo vio más abocado a cuestiones técnicas que interpretativas. La falta de tensión entre lo que el público puede espiar dentro de la cabina y lo que se proyecta fuera de ella desconcierta un poco. Es como presenciar un backstage un poco más conflictivo de lo habitual. Teniendo en cuenta el gran desarrollo que ha tenido el videoarte en todo el mundo y su creciente presencia en museos, muestras y festivales, era de esperar un uso más elaborado de estas nuevas tecnologías que permiten trabajar más a fondo la noción de tiempo real, tan cara a los teatristas.
En líneas generales, la obra atrae e interesa; pero requiere de un espectador poco pretencioso a la hora de comparar esta experiencia con otros espectáculos del grupo, como «Cámara Gesell», «Zooedipous» o su estupenda versión de «Máquina Hamlet» de Heiner Müller. El Periférico cuenta con un público fiel que se compromete aún con aquello que no entiende y es capaz de entregarse al caos, la incertidumbre o al aburrimiento si éstos forman parte de la propuesta. En este caso, se han dispuesto varias sillas para los que prefieran permanecer sentados y disfrutar de ciertas imágenes hipnóticas como la de ese colorido desfile de muñecos a cuerda que manipulan los actores. Al quedar en manos de tres adultos, los juguetes dan señales de vacío y depredación, son los restos de un paraíso perdido o la angustiante amenaza de un mundo sin niños.
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