17 de octubre 2001 - 00:00

En medio siglo, los contenidos no avanzaron como la técnica

Tato Bores.
Tato Bores.
(17/10/2001) Mientras Fred Astaire y Ginger Rogers deslumbraban con «La magia de tus bailes» en Technicolor y Shirley Temple era «Una joven rebelde» en los cines Trocadero y Libertad, en la Argentina se realizaban las primeras transmisiones oficiales de televisión. Finalmente, el 17 de octubre de 1951 pasó a la historia como la fecha oficial de la inauguración de la televisión en nuestro país. Se transmitió el acto del Día de la Lealtad, con los discursos de Juan Domingo Perón y Eva Duarte, aunque los pocos televidentes de la época recuerdan haber visto una imagen congelada. Además, la fecha es relativa (y desde luego tiene un fuerte contenido político) si se toma en cuenta que se venían realizando pruebas aisladas de televisión desde 1929.

Ese año, 1951, en teatro triunfaban Los cinco grandes del buen humor y Blanquita Amaro en «Locuras, tiros y mambo», con Juan Verdaguer, y la compañía de José Marrone presentaba «Se necesita un hombre con cara de infeliz» en el Teatro Corrientes. Con el glamour de la época que signó el lanzamiento de la televisión argentina, no podía esperarse menos que encanto para un medio que daba sus primeros pasos. En la época, tener un receptor era una exquisitez.

La siguiente publicidad apareció en el diario La Prensa, ya en 1962, e ilustra de manera impecable cómo se había impuesto la TV entre los argentinos: «Samuel Yankelevich T.V. La más importante organización de televisión. La única casa en el país que vende a crédito sin cobrar intereses presenta revolucionario televisor Hallicrafters, ambas corrientes, modelo 1962, pantalla de 59 cm., tubo de 110°. El de mayor venta en Estados Unidos, ahora en Argentina.Visite la exposición más grande de televisores, combinados, heladeras y lavarropas».

Como un electrodoméstico más, el televisor se abría paso entre las innovaciones, se vendía como una heladera y se publicitaba junto con avisos de Cinzano, laxante Tuli y Lavi-listo, la camisa que no se plancha.

Cuando ya funcionaban los cuatro canales de televisión abierta (a fines de 1961), el despegue de la televisión se debió no sólo a los avances técnicos, sino, sobre todo, a los contenidos. Tanto es así que mucho de lo que se ve hoy constituye de alguna forma un «remake» de las ideas de aquella década, protagonizada por figuras como Pepe Biondi, Juan Verdaguer, Luis Sandrini, Narciso Ibáñez Menta y, entre los pioneros de la locución, Pinky.

Por esos años los canales publicitaban sus ciclos con un estilo peculiar. Podía leerse en diarios y revistas:
«Alfred Hitchcock en 'Suspenso'. Un encuentro que anticipa toda clase de emociones con el director genial. Ansiedad y pánico en intensa progresión, con inesperados desenlaces. Bette Davis en 'Fracción de Segundo', una serie exclusiva en episodios de una hora por Teleonce, los domingos a las 20.30».

El programa de
Hitchcock que anunciaba Teleonce, compartía la grilla con «Minguito Tinguitela», «El capitán Piluso», «Casino Philips» (con Juan Carlos Thorry), «La familia Falcón» y «Sábados circulares», con Pipo Mancera. En «Sábados circulares» se publicitaban concur-sos de belleza para elegir a Miss Argentina, con la presencia en vivo de bellas jóvenes. En 1963, el premio de «Sábados circulares» era un pasaje a Estados Unidos, con 200 dólares para costear una estadía de 10 días, lo que prueba que los viajes al Caribe que regalaba Julián Weich en «Sorpresa y media» o que sigue ofreciendo Marcelo Tine-lli en «Videomatch» sólo se diferencian en la inflación producida desde entonces.

En referencia al auge técnológico y los premios, la sección Radiofonía y TV del diario La Prensa destacaba: «Inaugura Canal 13 Río de la Plata un equipo de exteriores que enviará mediante micro-ondas las imágenes y el sonido hasta la antena central instalada en el Edificio Atlas. El primer trabajo que se realizará será la transmisión del casamiento de una pareja que triunfó en una prueba física del programa Sálvese quien pueda». Otra herencia: ya esos programas de entretenimientos premiaban a anónimos cumpliéndoles el sueño de aparecer en televisión. Nada más cerano a los reality shows.

Entre otros ciclos de la década del sesenta que se convirtieron en indiscutible fuente de todo lo que se vio después, aunque en versión degradada claro, se destacan
«Universidad en el aire», «Enciclopedia en TV» o «Justa del saber», de preguntas y respuestas (claro, eran muy serios y las preguntas inteligentes; ahora preguntan sobre el padre de Oaky en «Quién quiere ser millonario» o «Audacia», con mucha digitalización); los infantiles «Pandeleche» y «La hora de los pibes» (sentaron las bases de los buenos infantiles); «Te canto Buenos Aires», centrado en Anibal Troilo y el clásico posterior de «Canal 9», «Grandes valores del tango» (no hay nada similar en la pantalla abierta actual); «Demonios del catch» (inspiró «Titanes en el ring» que se vio hasta el año pasado en Azul) y las telenovelas «La familia Falcón», «Cándido Pérez» o «Yo soy porteño», antecedentes del costumbrismo de Adrián Suar y sus «Gasoleros» o «Campeones»).

El 20 de noviembre de 1962, la revista «Primera Plana» se refirió la emisión de la primera serie norteamericana doblada en el país. El título de la nota agradece
«Series dobladas en la Argentina, sin balanceras, neveras ni papaítos». Tras años de padecer series con acento centroamericano como « Cuatro hombres justos», «Cisco Kid» o «Patrulla de caminos», se incursionaba en el doblaje con el estreno de «Rawhide», acá «Cuero crudo» y se dobló «Yo quiero a Lucy».

Otra nota de Primera Plana advertía:
«En televisión se repetirán las recetas en 1963: shows musicales, series y comicidad». En esa nota se destacaba la permanenencia de Tato Bores, «Viendo a Biondi», «Risas y Son.. risas» con Verdaguer o «Felipe» con Sandrini. Por esos esos años triunfaban en televisión «Ben Casey» o «Johnny Stacatto» entre las series.

Los más vistos en diciembre de 1962 fueron
«Viendo a Biondi» con 49.7, «Disneylandia» con 21.5 y «La campana de cristal», con 7.1. Sin embargo, diez años más tarde, la televisación de la pelea de Carlos Monzón y Jean Claude Bouttier lograría el rating más alto en los 22 años desde que comenzó la televisión, con un 69% del encendido y superando en tres puntos al récord que había marcado la entrevista exclusiva a Juan Perón. Darío Castel, director artístico de Teleonce en esos años, decía: «Lo importante de los ratings es que han desterrado al pálpito. Trabajamos con sus datos como si trabajáramos con la Biblia». Lo dijo hace más de treinta años, y ya eran estadísticas las que marcaban el destino de la televisión.

Años más tarde, la prensa en general se indignó, en 1981, con la transmisión que realizaron los 4 canales de aire en ocasión de los 30 años de la TV. Bajo el título
«Treinta velitas y un tortazo», se criticó ferozmente la ausencia de algunos episodios decisivos en la historia de ese medio. «Somos» publicó: «Borrar a Blackie o a Pepe Biondi es más que un error: es un horror. Por más que se hayan incluido imágenes del Mundial y del hombre en la Luna, ¿Cómo aceptar la omisión de ciertos acontecimientos históricos? Bajo esa lupa, los presidentes Perón, Frondizi, Illia, Onganía, Levingston e Isabel no fueron derrocados. Eisenhower y De Gaulle no visitaron el país. Paulo VI y Aramburu gozan de salud».

El especial de los 30 años de televisión difiere de lo que ocurrirá hoy, a cincuenta años de la primera transmisión. Entre los homenajes previstos se anuncian ciclos en canales de cable, y «Canal 7» emitirá un documental de
Miguel Rodriguez Arias, pero el miércoles que viene.


Se anuncian entre los homenajes ciclos en canales de cable y un documental de "Canal 7". Los pocos televidentes de la transmisión del acto del Día de la Lealtad, recuerdan sólo una imagen congelada. El despegue de la televisión se debió a los avances técnicos y de contenidos. Pero mucho de lo que se ve hoy constituye un "remake" de las ideas de aquella década.

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