30 de enero 2013 - 11:18
Gil Navarro: "A cierta edad, no arriesgarse es como morir"
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P.: ¿Es cierto que aceptó trabajar en «Cock» por la premisa: «No importa con qué (sexo) te acuestes, sino con quién te acuestes»?
J.G.N.: Sí y también por otra frase que dice mi personaje: «esto no es lo que yo quiero pero es lo más fácil». Yo me he encontrado muchas veces en la disyuntiva de elegir entre el camino más fácil y el más arriesgado. Lo hablamos con Joaquín Furriel: si a esta edad no buscamos una singularidad y no nos arriesgamos, ya no lo vamos a hacer más. No arriesgarse es como morir. Además tenemos la responsabilidad de darle lo mejor a la gente que hace el esfuerzo de poner 200 mangos para ver una obra de teatro comercial.
P.: ¿Qué busca el público en el teatro comercial?
J.G.N.: Algo parecido a lo que se siente en el circo ante un tipo que camina sobre la cuerda floja. Por supuesto, uno no quiere que se caiga pero disfruta de ese momento de tensión. Y aunque el tipo caiga en la red, va a merecer un aplauso porque lo que prima es la entrega, el riesgo.
P.: ¿Y qué nos puede decir de los espectadores que comen o envían mensajes de texto durante la función?
J.G.N.: ¿Lo dice por el incidente que tuve en «Las brujas de Salem»?
P.: Sí. ¿Fue por una bolsa de caramelos?
J.G.N.: ¡Peor! Eran cuatro chicas haciendo un ruido espantoso con unas papas fritas. Aproveché un parlamento de Rita Cortese para acercarme y le dije a una de ellas: «Dame las papas». Me entregó el paquete abierto, pero como vi que tenía otro en la falda, insistí: «Dame todo». Dejé las papas en una de las patas del escenario y la función continuó normalmente, hasta que sonaron cuatro o cinco celulares casi sobre el final. En los saludos, paré el aplauso y dije: «ver teatro hoy es un verdadero privilegio, sobre todo si uno tiene la plata para venir al circuito comercial. Los que creen que por tener dinero pueden venir al teatro a hacer lo que quieran regalen esa guita a quien no tienen recursos y quedense en su casa mirando televisión».
P.: Y con eso reivindicó a su colega, Gonzalo Heredia, que por esos días había sido agredido verbalmente por un espectador durante una función de «El montaplatos».
J.G.N.: Yo tenía en la memoria a Alfredo Alcón que había parado a una señora que sacaba fotos, justamente en «Rey Lear». Al terminar la función le dijo: «¿Usted cree que somos monos, que puede venir acá a hacer lo que quiera porque paga?». En Londres me contaron que, en tiempos de Shakespeare, los nobles podían interrumpir la función y el actor tenía que hacer una reverencia y luego dar un resumen rápido de lo acontecido. Acá hay espectadores que pretenden manejarse de la misma manera. Pero, por mí puede venir la reina de Inglaterra. No voy a permitir que nada, ni nadie interrumpa el trabajo de los actores.
Entrevista de Patricia Espinosa
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