El argumento
de «Hostel-
Parte II» perdió
la sorpresa de
la primera vez,
pero el director
se las arregla
para poner los
pelos de punta,
aún a los
fanáticos del
gore,
aumentando el
nivel de
truculencia.
«Hostel 2» (EE.UU., 2007, habl. en inglés) Dir.: E. Roth. Int.: L. German, B. Phillips, H. Matarazzo, R. Bart, R. Burgi, J. Hernandez, V. Jordanova.
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Los funcionarios de Turismo de Eslovaquia deben estar doblemente satisfechos con la nueva publicidad lograda con esta secuela de «Hostel» (todo un hito del terror truculento moderno). Es que esta vez, Eli Roth no sólo enfoca las intensas experiencias de jóvenes turistas del primer mundo en sus búsquedas de momentos inolvidables en parajes -y sobre todo en antros- centroeuropeos.
Ahora además describe las facilidades que brinda la zona para que los millonarios de todo el mundo puedan practicar los más emocionantes deportes y actividades extremas. Empezando, por supuesto, por el exterminio de seres humanos.
La caza del hombre es uno de los temas más recurrentes del cine de terror, ya desde el clásico «El Malvado Zaroff» (The Most Dangerous Game, Ernest B. Schoedsack. 1932), copiada en distintas versiones por directores de estilos tan variados y talentosos como Robert Wise y John Woo. Pero el mismo Zaroff consideraria una bajeza antideportiva los métodos utilizados por los clientes ricos que van a matar gente de las maneras más extravagantes, intentando no correr riesgos innecesarios como por ejemplo soltar a sus presas de sólidas esposas, cadenas y cepos de todo tipo y calibre. Los villanos de este nuevo siglo ni siquiera piensan en ser cazadores, sólo pretenden ser verdugos. Sin llegar a la contundencia de ritmo y progresión dramática tipo montaña rusa de terror del primer film, Roth se las arregla para poner los pelos de punta al espectador, elevar aún más el nivel de gore y humor negro y conformar a la vasta masa de fans del «Hostel» original, con algunos apuntes muy imaginativos sobre este truculento tour de pesadilla.
Hacer que las víctimas sean chicas es un buen truco, sobre todo si ahora también se estudia a sus verdugos. Las actuaciones son muy convincentes, especialmente dados los bruscos cambios de personalidad y las situaciones imposiblemente crueles que deben encarar los personajes. Roger Bart es todo un Jekill y Hyde de clase media alta, ya que empieza dándole el desayuno a sus niños y minutos después se está probando un traje de carnicero. Y Heather Matarazzo, aniheroína del cine indie, participa muy a pesar de uno de los más tremendos homenajes a la Condesa Sangrienta Elizabeth Bathory, convertida en una de las más exigentes y retorcidas clientas de estos curiosos spa fieles a sus más oscuras tradiciones folklóricas.
Los fans mas obsesivos del cine explotation europeo de los años '70 encontrarán gemas como la aparicion de Edwige Fenech (vieja compañera de andanzas de Alberto de Mendoza) y un cameo del director Ruggero Deodato, el de « Holocausto Caníbal», como un pacífico cliente dedicado a degustar manjares raros. Y esta vez los chicos de la calle terminan el film con un partidito de fútbol de potrero, pero sin pelota de trapo.
El guión pierde la sorpresa de la primera vez, por lo que está menos trabajado en clímax y, en cambio, se dedica a desarrollar formidables escenas un tanto inconexas entre sí, pero que en algunos tramos están destinadas a convertirse en momentos legendarios de este tipo de cine gore, que en este caso no sólo tiene tripas, sino tambien algo de sesos.
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