10 de noviembre 2020 - 00:00

Eduardo Berti, o sobre las muchas formas de convertirse en lector

El autor lo define como un escrito sobre la recreación en sus dos sentidos: el de divertirse y también de recrear, de transformar otros textos.

Berti. Autor de “Círculo de lectores”, el placer del texto y sus variantes.

Berti. Autor de “Círculo de lectores”, el placer del texto y sus variantes.

¿Qué son para el lector los libros y qué son para los libros el lector? ¿Cuál de los dos se transforma más en ese contacto? Eduardo Berti en “Círculo de Lectores” (Páginas de Espuma) abre todas las posibilidades de los libros, el leer, los tipos de lectores, y lo hace de forma lúdica, inesperada. Su libro parece la tesis doctoral que lo llevó a ser el único argentino aceptado por la OuLiPo, el selectivo Taller de Literatura Potencial, creado en 1960 en París por Raymond Queneau, al que pertenecieron Italo Calvino, Marcel Duchamp y Georges Perec, entre otros. En realidad lo fue por su novela “La mujer de Wakefield”. Berti es escritor, profesor, traductor y guionista, tiene una vasta obra literaria; con su novela “Todos los Funes” fue finalista del Premio Herralde, y con “El país imaginado” conquistó el premio Emecé y el Américas. Desde Burdeos, Francia, donde reside desde hace años, dialogamos con él

Periodista: A los escritores, por estar acostumbrados al aislamiento y la soledad, ¿les afectan menos las cuarentenas?

Eduardo Berti: Tenía que ir en mayo a la Argentina para presentar “Círculo de lectores”, y no poder hacerlo por la pandemia me produjo bronca. Tenía muchas ganas de ir a Buenos Aires. Después me dije: siempre quejándote de no tener tiempo, ahora lo tenés, aprovechalo. Lo aproveché. Retomé una vieja idea que nunca tenía el tiempo o el coraje para escribir. Seguí pendiente de lo que ocurría pero tratando de desconectarme. En un momento me decía: bueno, a trabajar. Los escritores somos muy individuales y estamos acostumbrados a eso.

P.: ¿La peste ha hecho que la gente vuelva a los libros?

E.B.: Sí. A mí me puso muchas horas frente a la pantalla para hablar con los amigos, leer los diarios o buscar datos. Los libros fueron un modo de quitar los ojos de la pantalla. Creo que una saturación de pantalla hizo volver a los libros.

P.: ¿“Círculo de lectores” es, a la vez, un catálogo de lectores raros y un manual para jugar con los libros?

E.B.: Este libro me llevó unos 20 años. En el medio fui escribiendo otros. Empezó como un catálogo de lectores singulares, bizarros, con la convicción de que todo lector es singular, que cada uno lee distinto. Esa es la parte del libro que se llama Círculo de lectores. Después está la idea del manual, de las falsas instrucciones como el Método fácil y rápido para ser lector. A la idea del lector singular se le fue combinando la del lector creativo. Todo lector es creativo, pero algunos lo son más.

P.: Cuando Cortázar llamó “lector hembra” al menos creativo, las feministas lo insultaron.

E.B.: Fue una desafortunada nomenclatura, pero la teoría es muy interesante. Era el momento de Umberto Eco, Barthes, de OuLiPo; se recuperaban las vanguardias de comienzos del siglo XX. Cuando se piensa en lector creativo, activo o inspirado es imposible no pensar en Cortázar. Cortázar enseñó a leer de una manera particular, fresca, menos solemne. No es casual que mi libro comience con Instrucciones para leer un libro, que es un homenaje y una reescritura. Las instrucciones de Cortázar en “Historias de Cronopios y de Famas” se relacionan con las que hizo antes el dadaísta Tristan Tzara, después Calvino, Perec, el grupo Fluxus. Yo descarté usar todo el tiempo formas de prestigio literario, y eso me llevó a echar mano a las noticias periodísticas o la programación de un canal de televisión para seguir haciendo elogio de la lectura.

P.: Hay parodias, pastiches, alusiones a autores, pero lo constante es el humor.

E.B.: Mientras escribía este libro la palabra clave fue recreación, en el sentido de divertirse, de recrear la mente, pero también de recrear, de volver a crear, de tomar un texto de Cortázar y escribirlo de otro modo, tomar personajes literarios y darle una nueva biografía. Hay personajes que cambian el titulo de las novelas que llevan a leerla de otra forma. El lector completa el texto, y esos personajes muestran como lo hacen. Juegan, pero juegan en serio.

P.: En su libro hay aforismos, cuentos breves y la nouvelle “Mañana se anuncia mejor” que crítica las fórmulas del periodismo.

E.B.: En “La vida imposible”, libro de microficciones que ya tiene años, ya había usado la forma periodística. Esta vez lo hago en una escala mayor, cada capítulo corresponde a las noticias de un diario un día determinado. Seguí una lógica de permutación. Dividí las noticias en secciones por día. Giran todo el tiempo. Hay noticias que se encadenan como un folletín, otras desaparecen, otras regresan. En “Televisión” se presenta un mundo fabuloso donde el libro y la literatura ocupan un lugar monstruoso, central.

P.: ¿Qué está escribiendo ahora?

E.B.: En la novela “Un padre extranjero” mezclé un episodio de la vida de Joseph Conrad con la historia de mi padre. Un amigo me consiguió, de forma inconfesable, la dirección de la casa en que nació mi papá en una pequeña ciudad de Rumania. Me tomé un avión y fui a conocer ese lugar. Estoy escribiendo ese viaje. Cuando toqué el timbre en la que fue la casa de mi padre sentí que empezaba una novela.

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