9 de septiembre 2008 - 00:00
López Armentía: contrapunto de lo efímero y lo duradero
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«El visitante», una de las cuarenta obras de Gustavo López
Armentía, en distintas técnicas (óleos, aucarelas y fotos digitales),
que exhibirá el Museo de Arte Contemporáneo de
La Plata.
El tema de la movilidad como mezcla de lenguajes y propuestas ha estado siempre presente en las investigaciones de López Armentía, y sus imágenes se han hecho cada vez más contundentes. Aparece en sus telas como movilidad literal, en barcos y aviones, en las figuras de los viajeros e inmigrantes, y particularmente en las últimas obras en la problemática de la movilidad social.
Con un óleo abundante y espeso,convenientemente aceitado,arroja colores muy puros licuados con aguarrás, que producen tramas de chorreados que cruzan tanto a la materia densa, colocada con espátula, como a la distribuida con pinceles. La grafía resultante de sus dibujos con jeringas dinamiza las superficies y sustituye el desplazamiento y el ritmo de una representación de lo que fluye, de lo que está en transición. La obra paradigmática de esa perspectiva es «Rayuela», titulada «Emigrar 2000», que presentó por primera vez en su muestra en la Galería Reece de Nueva York que lo representa hasta hoy. En su obra «Lugares», el inmigrante dialoga con la ciudad y su recorrido es el tiempo de las obras vinculadas al mundo de lo cotidiano.
López Armentía busca el contrapunto de lo efímero y lo duradero, lo circunstancial y lo invariable, en esa medida mínima y móvil del presente que es la cotidianeidad. Alguna vez subrayó que «lo más difícil, para el hombre, es soportar la cotidianeidad». Su atención se centra en los episodios y los objetos de cada día, pero siempre en el espacio y el tiempo de las ciudades.
Italo Calvino describía a Ottavia como «... una ciudad con escaleras de soga, hamacas, casas con líneas rectas que generan una red, como base distinta. Hay en ella un precipicio entre dos montañas y la ciudad está totalmente armada sobre cadenas y pasarelas. Es un conjunto de telarañas que obliga a los ciudadanos a caminar por tablones de madera, y los habitantes saben que la red suspendida en el abismo, resiste hasta cierto punto». López Armentía reemplaza las palabras del gran escritor italiano y representa las ciudades, sus edificios y habitantes como líneas de una trama visual sustentada en la materia y el color, en una figuración huidiza, casi espectral, sin quitarle el misterio de la articulación de imágenes ni la decidida pulsión cromática. La ciudad radiante de Le Corbusier y la mala ciudad de la película «Blade Runner» de Ridley Scott, son antecedentes de las ciudades en movilidad que pinta el artista.
A partir de su participación en la Bienal de Arte de Venecia en 1997, donde presentó su gran plato y cubiertos, López Armentía innovó el soporte de sus obras, incorporando materiales y técnicas. Comenzó a utilizar polvo de cuarzo y mármol aglutinados con poliéster. Y aunque todavía pinta sobre tela, el uso de este nuevo material, ha sido decisivo en su representación: con él dibuja, pinta y desarrolla inclusiones y relieves.
En su trayectoria de casi tres décadas, desde su primera muestra individual en 1980, López Armentía ha ido afianzando su carrera internacional: presentó muestras en la Galería Reece, Nueva York; en la Paulo Figueiredo, San Pablo; en el Museo de Arte Moderno de México; en la Galería Beau Lezard, París; en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro y, en Copenhague, la muestra «Containers 96, Arte a través de los Océanos».
También participó en la Bienal de Cuenca (Ecuador), 1987; la Bienal de San Pablo, 1988; el Museo del Bronx, 1989, la Bienal de El Cairo, 1995; la Bienal de Venecia, en 1997; y en Culturgest, en Lisboa, 1999. Fue representante por la Argentina en la Bienal de Lima y en la Bienal del Mercosur.
Su exposición actual en el MACLA afianza su valoración como un artista latinoamericano ampliamente reconocido. El Museo de Arte Contemporáneo Latinoamericano posee uno de los patrimonios más importantes del país conformado por más de setecientas obras. La historia de este importante patrimonio se inicia entre los años 1992 y 1994, cuando López Osornio desarrolla en España la muestra «Confluencias», la primera que reunía artistas latinoamericanos residentes en Europa en exilios voluntarios o forzosos. El interés y éxito suscitado por esta exposición hizo retomar una idea surgida en 1978 en el Primer Encuentro de artistas y críticos iberoamericanos, desarrollado en Caracas, Venezuela. En esa ocasión, muchos de los participantes reconocieron que en cierto modo el arte latinoamericano carecía de un auténtico museo que nucleara y mostrara con idoneidad al mundo su producción, sin estar supeditado a las principales capitales del mundo.
Siguiendo a esta idea, todos los artistas de «Confluencias» aceptaron donar sus obras para la concreción de una nueva institución. La posibilidad de trasladar ese importante patrimonio a la Argentina decidió a su organizador a fundar un espacio dedicado al arte contemporáneo en La Plata, inaugurando el MACLA el 10 de septiembre de 1999. Además de los espacios para su colección permanente, se diseñaron salas para exposiciones temporales, en las que se expone la obra de destacados artistas de la región, como en este caso, el reconocido López Armentía.
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