«Los Lugones» (Argentina, 2007, habl. en español). Dir.: P.. Hernández. Guión: P. Hernández y G. Maglie. Documental y ficción. Int.: M. Piroyansky, N. Pérez Vizcayart, R. Cortese.
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Es apasionante (y casi una metáfora nacional) el destino trágico de los Lugones. El poeta de la Patria, su hijo pervertido, y su biznieto tullido se mataron. Y la nieta montonera, según deducen sus propios amigos, se hizo matar, al parecer sufriendo durante largas sesiones la picana que introdujo su padre en el país. Ya hay una novela sobre esto, y también demasiados artículos que repiten fácilmente los mismos lugares comunes, así que se agradece sobremanera la claridad, y ecuanimidad, que trata de aportar este documental. Lógicamente, es muy difícil abarcar en una película todas las complejidades y especulaciones que rodean a cada una de esas figuras, explicando además al espectador quién era Lugones. Antes los analfabetos recitaban con ternura sus poemas dedicados al chingolo, el hornero, y los paisajes y quehaceres rurales, y los más instruidos admiraban su prodigioso empleo del idioma y de la métrica. Luego, quienes no podían alcanzarlo eligieron despreciarlo. Buena parte del film se dedica entonces, a explicar algunos valores de su obra, su amor oculto por una alumna, y su insatisfacción política, que lo llevó a cambiar varias veces de bandera.
Acaso siguiendo el pedido de su discípulo Jorge Luis Borges («tiene el derecho póstumo de que se lo juzgue por su obra más alta»), se reivindican aquí sus méritos de compromiso, libertad de pensamiento, y capacidad de renuncia, por sobre los inmensos defectos y errores que también tuvo. Uno de esos errores fue sin dudas la crianza de Polo, apreciable filólogo y despreciable sádico acomodado en un reformatorio de menores por el radicalismo, y en la sección de investigaciones políticas de la policía por el uriburismo. «Personaje de Dostoievski», lo define hoy un historiador, con más clemencia que Carlos Giménez, cuando en 1932, tras haber sufrido sus «interrogatorios», lo describió diciendo «Su aspecto general es el de un feto grande, que al nacer ve, camina y habla». Nombrado comisario general por decreto presidencial (lo mismo que el cabo López Rega), este sujeto fue luego desafectado, reapareciendo años más tarde entre los desarrollistas. Poco dice el documental sobre esta etapa última de su vida, ya que se expande más en la de su hija, Piri Lugones, una periodista a quien todos recuerdan como hermosa, brillante y desenfadada, que transitó desde «Damas y Damitas» hasta la agencia cubana «Prensa Latina», y desde el antiperonismo a la militancia montonera. Su muerte siguió en pocos años a la de su hijo menor, un chico demasiado sensible que eligió morir adolescente. Y es a través de dos chicos de edad similar, que se hilvana esta historia. Teniendo como eje una pequeña ficción (que por suerte no contamina el resto de la obra), ellos, de vacaciones en el Tigre, descubren la historia de esa familia, los lugares de paseos y de muertes, y, a partir de «El libro fiel», la riqueza que aún guardan los versos de aquel que hoy, tan fácilmente, muchos escritores sólo conocen como «el padre del torturador». Con esa ficción alternan los testimonios de estudiosos y amigos, casi todos muy bien elegidos, como Noe Jitrik, María Pía López, María Inés Cárdenas, Julia Constenla, el comisario Sapietro, e incluso Felipe Pigna. Buen hilván, buenos testimonios, atractivo acercamiento.
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