“En esos últimos días, la madre enferma y la hija están atravesadas por una realidad que las supera y un amor que las sostiene”, dice Mariela Asensio, autora y actriz de “El cuerpo anímico”, que protagoniza junto con Cristina Maresca y está dirigida por Paola Luttini. Debuta el jueves 8 de agosto en El Extranjero, y cuenta la historia de amor entre una madre y una hija. La cotidianeidad atravesada por la enfermedad, la pregunta por la productividad en un mundo exitista y lo humano como límite. Conversamos con Asensio y Maresca.
Madre e hija: el tiempo recobrado
Mariela Asensio escribió y protagoniza junto a Cristina Maresca esta obra sobre la irrupción de la enfermedad en un mundo mecanizado que apela al éxito en términos de productividad. Se estrena en agosto en El Extranjero.
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Periodista: ¿Cómo apareció el tema de la madre, la hija y el cuerpo enfermo?
Mariela Asensio: Mi madre tuvo una enfermedad durante muchos años, murió hace poco y fui muy cercana. Me hizo reflexionar, en principio qué pasa cuando el cuerpo se enferma en un mundo en el que todo es producir qué pasa con ese cuerpo que necesita cuestiones que no son del plano de lo productivo. Problematicé mi existencia, mi manera de conectarme con el mundo y en concreto con mi madre que cambió su mundo, sus prioridades, su manera de percibir. Y un mundo no interesado en lo frágil que solo busca el estar bien a como de lugar. Eso nos conecta con un estado mental peligroso, tenemos que poder conectar con el dolor, lo vulnerable, sino somos zombies felices. Escribo embarrada hasta las rodillas, no escribo respuestas sino más bien preguntas.
P.: ¿Cómo son esta madre y esta hija?
Cristina Maresca: Hay una relación de amor, hay una caricia, cuando llega ese momento se dicen las cosas que nunca se dijeron, a lo mejor se dijeron otras pero nunca tanto expresado como en esos momentos. Aparece la protección de esa hija a esa madre enferma. Y esa madre que sabe lo que vendrá, le vuelca todo.
M.A.: La propia existencia obliga a esta madre e hija a conectar con el dolor, la empatía, el enojo, qué pasa cuando el cuerpo se enferma, qué hacemos con la bronca, con el sistema, con las prepagas, autorizaciones, turnos médicos. No es una visión romantizada ni dramatizada, es humana. Estamos en un mundo donde el capitalismo viró a algo informacional, muy tecnologizado y todo es ilimitado. El cuerpo tiene un límite y cada vez estamos menos conectados con eso, nos volvemos máquinas y el mundo tiende a eso, pensar en eso desde la escena me pareció interesante.
P.: ¿Qué más relfexiona sobre el trabajo y la productividad?
M.A.: Si seguimos naturalizando la productividad como forma de vida y que todo el tiempo hay que hacer cosas exitosas y que funcionen vamos mal. Este positivismo ridículo de que todo el tiempo hay que estar sanos, bien, esta cosa demencial, no poder conectar con la negatividad y el dolor es perjudicial para la salud. Hay algo de eso que nos enferma, no por nada la salud mental está muy deteriorada en lo social, porque no podemos tramitar emociones. Estamos en un sistema que instaló la producción ilimitada, nada alcanza.
C.M.: Maria Elena Walsh decía “En mis tiempos había tiempo”, y el tiempo es todo vorágine, producir, entonces el cuerpo pasa desapercibido, es una fatiga más para producir. Cuando pasa algo como una enfermedad todo se detiene.
P.: ¿Cómo es esta madre a diferencia de otras que te tocó interpretar?
C.M.: A mi edad siempre soy madre, abuela, tía. Todas las madres tienen algo, son irreemplazables. Desde la madre del sepelio que era una madre terrible pero que tenía amor en el fondo a esta que está en sus últimos días.
P.: ¿Cómo es trabajar con Cristina Maresca?
M.A.: No puedo abstraerme de que perdí a mi mamá hace dos meses y trabajar con Cristina tiene un plus, es un pequeño alivio que haga de mi mamá. Somos de mundos distintos pero estamos muy hermanadas. Nos divertimos, nos cuidamos, estamos contentas.
P.: ¿Qué pasa con las redes y el teatro?
M.A.: Siento que la gente que va al teatro no me sigue en Instagram, va al teatro. Sería absurdo negar la importancia de las redes pero tengo relación toxica, no me las banco, odio tener que estar ahí pero trato de capitalizar el espacio. Hubo momentos en que me exigí generar contenidos, otras dije no lo hago más, y llegué a la conclusión de que lo sostengo como puedo. No se puede escribir, ensayar, es difícil estar atento a las redes cuando te dedicás a algo. Mucha gente canalizó en las redes pero no es mi caso, escribo obras, doy clases, dirijo, no puedo dedicarle tiempo. Tengo libros pendientes, el tiempo es lo que menos hay y no está mal pensar donde uno quiere ponerlo, porque las redes te roban muchísimo tiempo. Sé que hay colegas que crecieron estando en las redes pero uno tiene que decidir dónde y cómo crecer.
C.M: Me manejo como puedo, a mi edad tengo Facebook, Instagram, subo historias bajo historias pero hay que aggiornarse. Me manejo de manera breve y pausada, hay que adaptarse y sino hay que sentarse en un sillón a esperar que pase la vida.
P.: ¿Cómo es hacer hoy teatro independiente?
M.A.: Hacer teatro independiente ahora es una catástrofe por esta situación, no es fácil sostener nada, todo lo relacionado con los bienes culturales está difícil, nos quieren borrar de un plumazo. Nunca fue fácil, siempre fue una aventura pero hoy la coyuntura afecta mucho emocionalmente.
C.M: Hay que agradecer a quienes vienen a vernos, hay que remarla siempre, hay que seguir, es la vida, y el teatro es parte de esta vida.
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