6 de abril 2001 - 00:00
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Pero, curiosamente, su carrera -más allá de su país-se ha desarrollado más en Europa y los Estados Unidos que en América latina. De hecho, sus conciertos de hoy y mañana en el teatro Coliseo de Buenos Aires serán sus primeras actuaciones en el continente fuera de Brasil.
En cierto momento, en la década del '80, hubo una ruptura, que tuvo que ver con el final de la dictadura, y que sacó a muchos jóvenes rockeros para gritar de manera vigorosa todo aquello que no podían decir antes. Posteriormente, esa misma generación de rockeros comenzó nuevamente a utilizar un lenguaje y una estética de la generación anterior; serían los músicos de los '90. Sería como una síntesis, con gente con la cabeza muy abierta, que puede unir su tradición con las músicas de todo el mundo, mezclar los instrumentos locales como las percusiones o el cavaquinho con una banda pop.
P.: Esa generación de la que hablábamos fue muy importante en la Argentina; después, se produjo un corte, y perdimos contacto. ¿A qué cree que puede adjudicarse?
M.M.: El movimiento de rock de los '80 seguramente no era interesante para el mercado argentino; era algo más relacionado con lo político, con lo interno. Ya en los '90, con esa vuelta hacia lo brasileño, y a la fusión del pop y el rock con nuestra herencia musical, posiblemente vuelva a tener interés también para el mercado externo.
P.: En relación con lo que suelen marcar las leyes del mercado musical, usted sería una artista difícil en lo comercial; sin embargo, vende muchos discos. ¿Cómo lo explica?
M.M.: Brasil es un país enorme con una gran diversidad musical. Existe un caso paradigmático que es el de Roberto Carlos; es un gran artista y vende mucho. Y, si es reconocido por gente como Chico o como Caetano, es justamente por su capacidad y no porque venda más o menos. La cantidad de discos vendidos no es más que un dato que no refleja necesariamente el talento; una cosa no siempre está ligada con la otra.
Este antagonismo que existe entre calidad artística y mercadológica no tiene sentido. Chico y Caetano son también buenos vendedores y nadie duda de su talento. Caetano vendió un millón de copias de su álbum «Livro ao vivo», algo que nunca le había sucedido antes, y eso lo colocó en una posición incómoda, como si todavía tuviera que explicar, después de 30 años de carrera, que no se ha vendido a nadie; es absurdo.
A mí me tiene sin cuidado. Cuando yo hago un álbum no lo hago pensando en cuántos discos voy a vender. No puedo entender eso. No es mi área; eso se lo dejo a los gerentes de marketing. Yo sé trabajar, hacer música; eso es lo que me gusta y eso es lo que hago. Pero igualmente, creo que no hay reglas fijas, que lo bueno que tiene esto es lo imponderable.
P.: ¿El público es manipulable?
M.M.: Yo creo en la inteligencia del público, en su capacidad para decidir el mérito de tal o cual canción o tal o cual cantante. El gusto es algo de cada uno, y siempre muy respetable.
P.: Usted tiene una formación en el canto lírico. ¿Qué le ha dejado en su presente como cantante popular?
M.M.: Me ha dejado una enseñanza muy buena en los aspectos técnicos, en la respiración, en la afinación. Pero la forma de cantar es totalmente distinta. El canto lírico se instauró en tiempos en que había que cantar con orquesta y sin amplificación. El micrófono cambió totalmente la técnica de canto. Incluso, hay artistas, como Joao Gilberto, que parece que le cantaran a uno al oído. Lo que yo admiro es la capacidad para transmitirme lo que cantan; mucho más que el virtuosismo vocal. El canto popular es más dicho, mucho más directo. Más que por «cantar bien», yo admiro a los que «dicen bien». Y eso es también lo que trato conmigo. Una voz puede ser increíble y no decirme nada, o todo lo contrario.
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