8 de octubre 2003 - 00:00

Poco de nuevo en muestra de Tandil

Tandil - Con más organización, menos público, algunas desinteligencias del INCAA y dos preestrenos de factura prácticamente lugareña, culmina hoy el 3° Festival de Cine Nacional de Tandil. Los referidos preestrenos son «Rostros usurpados», policial del debutante Germán Vulcano, y «La mina», épica laborista de Víctor Laplace. Desde el primer día la gente quería comprar entradas para estas películas.

También atrajo el minifestival de los locales Genaro & Duarte, de Krotofilms Animaciones, incluyendo un corto cuyos créditos duraban más que la película (ese era el chiste) y otro donde el sangriento cuadro de Artemisia Gentileschi «Judith decapita a Holofernes» ilustraba la propaganda de una carnicería.

El festival comenzó bien, con «El polaquito» dejando una fuerte repercusión, y siguió con buenas novedades para el público local («El juego de la silla», «En la ciudad sin límites», etc.) y algunas primicias nacionales de Oscar Aizpeolea («Apocalipsis 13», revisión poética del sueño de los inmigrantes) y otros. A destacar, además, el corto de María Lipari «Carpe Noctis», inteligente retrato de un chico dark, y el notable mediometraje «La quema», duro y al mismo tiempo afectuoso reportaje a los vecinos de un pueblo santafesino, hecho por alguien que decidió presentarse simplemente como Fulano Ferreira.

Con sorpresas como ésta, no es de extrañar que algunos pidan más cortos, que se presentan voluntariamente, y menos largos mandados por el INCAA, que este año ignoró varios pedidos del público y los organizadores, y en cambio mandó «Lugares comunes» y otras que ya se pueden alquilar en video. Eso disminuyó expectativas, lo que se vio reflejado en la merma de entradas, justo ahora, que los organizadores (municipio y Universidad Nacional del Centro) debieron alquilar la sala. El año pasado tuvieron la suerte de hacer un canje por impuestos atrasados, pero esta vez el balance sólo pudo ser salvado con los valores locales... y un subsidio del INCAA. Se entiende que el Instituto subsidie las funciones gratuitas, que las hubo, muy concurridas, por barrios y pueblos vecinos, pero es menos comprensible que desembolse dinero en vez de atraerlo con títulos fuertes. De todas formas, los observadores tienen fe: todos coinciden en que el festival está mejor organizado, e insisten en que la organización vence a los burócratas.

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