21 de marzo 2001 - 00:00

"Quisimos acción y no sólo homenaje"

La sombra del vampiro.
"La sombra del vampiro".
Los Angeles - El director E. Elias Merhige y el guionista Steven Katz pertenecen a la generación neoyorquina que llegó al cine desde la Universidad. Ambos son responsables de la película «La sombra del vampiro», que se estrena mañana en el país. Protagonizada por Willem Dafoe (cuya entrevista ya se publicó en esta sección) y John Malkovich, «La sombra del vampiro» irrumpió en la pantalla mundial no como «un film de vampiros más», que lo es, sino también como un testimonio de amor al cine a través de la recreación, en términos fantásticos, del rodaje del clásico film mudo «Nosferatu».

Hace dos décadas, el alemán Werner Herzog, en su propio «Nosferatu», con Klaus Kinski, Isabelle Adjani y Bruno Ganz, había cortejado a esa misma película, aunque en su caso se trataba prácticamente de una remake lo más fiel posible al original. No es lo que ocurre con «La sombra del vampiro», que dramatiza la filmación misma del «Nosferatu» de 1922, con todos los problemas que hubo en su entorno, pero que, además, se nutre de una hipótesis de cine fantástico. Según este film, el misterioso protagonista, Max Schreck, que la historia del cine no recuerda más que como el ignoto actor que tuvo a cargo el protagónico, sin que se tengan más datos biográficos, fue un vampiro auténtico.

Dialogamos con Merhige y Katz acerca de algunos pormenores de su trabajo:

Periodista: ¿Este es un film de vampiros para el público que no va a ver films de vampiros?


E. Elias Merhige:
Es un film para todos los públicos, para los fans del género y para los que no aman las películas de terror actuales. Y, si bien la van a disfrutar mucho quienes vieron el «Nosferatu» clásico, la película no excluye a quienes no lo hicieron. Por eso mismo, no tuve reparos en incluir varios cartelones explicativos, a la manera de los letreros del cine mudo, relatando básicamente la historia de «Nosferatu» para que el espectador que no la conozca se oriente. Nunca pensé este film para especialistas en cine alemán expresionista, sino para todos los públicos. De modo que, aunque a los que conocen lo que fue y lo que significó «Nosferatu» les parezca redundante -los entiendo-, esa orientación era necesaria para el gran público.

P.: Y los va a alentar a ver el original
.

E.E.M.:
Ojalá. «Nosferatu» es la madre de todos los films de vampiros y de todo el cine de horror y fantástico. Ver « Nosferatu» hoy continúa siendo una experiencia única. Además de relatar una historia de vampiros, la cámara misma funciona como un vampiro en sus búsquedas, en sus ocultamientos, en sus luces y sombras.

P.: ¿Qué es lo que más comunica al viejo film con el suyo?


E.E.M.:
Creo que son las dos fuerzas en pugna: la fuerza de la naturaleza (el vampiro), y la fuerza de la civilización y de lo racional (el director Murnau), que es un choque que nunca aparece exactamente delimitado sino que se va cruzando. Tanto es así que, cuando terminó el rodaje y yo estaba editando en el laboratorio, veía al personaje de Malkovich ( Murnau), por momentos, más vampiro que el vampiro mismo; en su desesperación por llegar a la obra de arte absoluta, con esas exigencias feroces sobre sus actores, con esa pasión por extraer no la sangre sino el alma, parecía que Murnau era el auténtico vampiro que se valía del otro para conseguir sus fines.

P.: Bueno, algunos historiadores de cine aseguran que el misterioso Max Schreck no existió, y que fue el mismo Murnau quien interpretó al vampiro.


Steven Katz:
Es verdad, se han hecho muchas especulaciones sobre ese tema, pero no es así. Aunque hay algo de cierto, y que está probado: Murnau, efectivamente, aparece en algunas pocas escenas de la película como el vampiro, escenas donde nunca se le ve la cara. Pero hay diferencias físicas sustanciales: Murnau no tenía esa altura, primero, y, además, sus ojos eran muy celestes, mientras que los de Schreck son oscuros. Hoy, a través de los lentes de contacto, se puede cambiar el color de los ojos, pero obviamente no en esa época. Pero que Schreck existió, no hay duda. Otros historiadores sostuvieron que se trataba de otro actor que tomó el seudónimo «Max Schreck» para interpretar Nosferatu. Pero se conserva también una rara foto de Schreck interpretando el clásico español «El alcalde de Zalamea». En fin, el caso Schreck es uno de los enigmas más duraderos, y encantadores, del cine, y eso nos vino muy bien para la película.

P.: ¿El proyecto siempre existió tal como se lo ve en pantalla?


S.K.:
No, en absoluto. Yo llegué a este guión, pero a partir de otro en el que la protagonista era una mujer vampiro, que enamoraba a un director de cine. El guión se fue modificando mucho con el paso del tiempo. Primero era una película de atracción artística y erótica. Pero, en el interín, apareció el film «Near Dark», de Kathryn Bigelow, que tocó un tema parecido, y decidimos cambiar. Fue entonces cuando tuve la idea de acomodar ese vínculo de atracción a la historia de «Nosferatu», y todo encajó rápidamente: el vampiro que obsesiona a Murnau es un hombre, Max Schreck. No hay que olvidar que Murnau era gay. La actuación de Malkovich transmite exactamente ese magnetismo sexual que él sentía por su actor protagonista, sin que sea demasiado explícito. Eso también coincide con la realidad, porque Murnau nunca fue un homosexual obvio en su manera de comportarse.

P.: De manera que «Nosferatu» no es el punto de partida sino de llegada de una idea anterior. El homenaje no fue el germen de la película.


E.E.M.:
De ninguna forma. Y, además, no quise hacer un «homenaje» en el sentido en que habitualmente se entiende esta palabra, y que siempre se queda en el exterior. La idea era crear cine desde el propio cine; valerse de aquellas viejas sombras, pero para crear algo nuevo. No quise repetir ni estilo ni actuaciones; eso no sirve.

P.: ¿Se está refiriendo a la película de Herzog?

E.E.M.: Exactamente.

P.: ¿No le gustó?

E.E.M.: Bueno, creo que a Herzog le pasó lo mismo que al personaje de Renfield (el sumiso servidor del vampiro) en «Nosferatu». Lo perdieron el amor al maestro y la devoción. Entonces, lo que hizo fue un homenaje frío, calcado de lo que había hecho el maestro Murnau. Eso no quiere decir que yo no sienta la misma reverencia que él hacia Murnau, pero mi intención no es reproducir esa voz tal cual fue, sino actualizarla. Hacer que la voz del maestro le hable a los públicos de hoy, con el lenguaje de hoy. Si no, sería hacer lo de los copistas del arte, que reproducían las obras de los grandes maestros y que naturalmente nunca tuvieron la misma calidad ni la misma significación que el original.

P.: ¿Hicieron muchas investigaciones históricas?


S.K.:
Muchas. Para mí, es muy importante la fidelidad histórica y el respeto a los hechos ocurridos, aunque luego muchos directores no estén de acuerdo con ese criterio y me digan que no tengo que preocuparme por tal o cual aspecto, que lo que importa más es el personaje o el argumento que la fidelidad a la historia. Pero aquí hay fantasía, obviamente más allá de haber hecho vampiro a Schreck. Murnau era un cineasta muy responsable y muy obsesivo con lo que quería. Filmaba una y otra toma hasta que obtenía lo que buscaba, nunca se conformó con la primera toma, aunque, al mismo tiempo, era una persona muy educada. Jamás abusó de su prestigio ni de su poder; por eso, el personaje que compone Malkovich en el film no se corresponde exactamente con el Murnau real; él nunca tuvo un temperamento militar para dirigir a sus actores.

P.: ¿Fue difícil conseguir productores para este film?


E.E.M.: No fue fácil. Primero se la ofrecimos a los grandes estudios, pero esta película no es exactamente la idea que tienen los grandes estudios de las películas de vampiros, de modo que nos pareció más conveniente hacerla dentro de la producción independiente. Y Nicolas Cage, que conocía mi película anterior, «Begotten», y que ama al cine mudo alemán, se interesó de inmediato apenas tuvo el libro, y fue uno de los productores más entusiastas.

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