8 de agosto 2024 - 13:49

Ricardo Preve: sobre la odisea de ser ilegal en los EEUU

Diálogo con el productor y cineasta argentino que estrena hoy "Algún día, en algún lugar", un fuerte testimonio sobre el maltrato al inmigrante que muchos festivales se negaron a exhibir

Ricardo Preve, realizador del film Algún día, en algún lugar

Ricardo Preve, realizador del film "Algún día, en algún lugar"

A los 19 años, con otros muchachos, Ricardo Preve cruzó el Atlántico en un barco a vela que se fue deshaciendo bajo el embate de “los 40 bramadores”, como les dicen a los vientos por debajo del Paralelo 40.

Cuando al fin llegaron a Sudáfrica, él tenía una orden de captura por ser menor de edad (entonces la mayoría se alcanzaba recién a los 21). Y se enganchó enseguida en otro barco a vela todavía más chico, parando en Santa Helena y otras islas hasta llegar a un puerto de Virginia “como quien llega al Tigre o San Fernando, un puerto lleno de barquitos. Bajé, nadie preguntó nada, tomé un bus y terminé en Charlottesville. Ahí vivo desde hace casi 50 años”.

Ahí también arregló su situación, estudió, se convirtió en ingeniero agrónomo, y hace casi 25 se pasó al cine como productor (el celebrado “Mondovino” de Jonathan Nossiter, varios títulos de National Geographic, también los argentinos “Adiós, querida luna” y “Tango, un giro extraño”) y documentalista (“Chagas, un mal oculto”, “The Patagonian Bones”, “Volviendo a casa”, “De la Nubia a La Plata”).

Hoy estrena aquí su nuevo trabajo, “Algún día, en algún lugar”, que ostenta el curioso record de haber sido rechazado en decenas de festivales estadounidenses. Su tema: la relación actual de los estadounidenses con los inmigrantes latinos. La película se verá hoy en el Gaumont, en algunas plazas del interior, y en poco más en el Cosmos, próximo a reabrir Dialogamos con él:

Periodista: ¿Cómo fue su propia experiencia de inmigrante ilegal cuando joven?

Ricardo Preve: Muy agradable. No sabían ni dónde quedaba la Argentina ni qué idioma hablamos, pero todos eran muy cordiales. En la Universidad de Virginia simplemente me dijeron “Anótese. Ya arreglará sus papeles”. Allá es así, la mayoría de la gente es buena, los “hachedepé” son pocos. Pero saben manejar al resto. El gran cambio para los inmigrantes tiene dos fechas. El 11-9-2011 fue el disparador, cuando muchos, en su ignorancia, empezaron a meter a todos los extranjeros de tez morena en la misma bolsa. Ahí se encendieron los prejuicios. Y el 6-1-2021, cuando Trump dio su apoyo a los que asaltaron el Capitolio, esa fue la legitimación de la violencia contra los inmigrantes.

P.: Violencia que ya venía de tiempo atrás.

R.P.: Queríamos que la película no fuera partidista. El propio Barak Obama deportó más gente que nadie. La legislación es mala desde hace años, permite graves aprovechamientos, el inmigrante sale de un país que no le brinda mayor futuro ni seguridad, hace un viaje sacrificado, lo esquilman en la frontera, solo puede entrar de modo ilegal, y una vez en EE.UU. puede trabajar pero si después no le pagan no tiene dónde quejarse. Tampoco tiene servicio de salud y vive con miedo a ser deportado por la menor causa. Sus niños pueden ir a la escuela, pero no saben si al entrar al hogar sus padres no han sido detenidos y deportados. Eso se hace muy rápido. La legalización tarda años. Lo peor es cuando encarcelan a los padres por un lado y a los niños por otro. A veces son muy chiquitos, ni saben los apellidos de sus padres o de quien podría ayudarlos y terminan solos en el mundo. A veces, con suerte, alguien adopta a uno de ellos.

Las dos caras

P.: Usted pinta ese infierno en el primer capítulo. Ya el segundo muestra otra clase de estadounidenses, dedicados a ayudar al necesitado a través de diversas organizaciones religiosas o laicas. Además hace un paralelo con la historia de los inmigrantes irlandeses del Siglo XIX, y de la migración interna de los campesinos de Oklahoma hasta California tras las grandes tormentas de polvo y consecuente sequía de los años ’30.

R.P.: Para eso aprovechamos fragmentos de un clásico del cine de Hollywood que retrata ese período, “Viñas de ira”, de John Ford, con Henry Fonda, donde se pinta muy bien el trabajo en negro por unas monedas, el desprecio de otra gente a lo largo del camino (el diálogo de los dos empleados prejuiciosos en la escena de la estación de servicio es dolorosamente actual), y estamos hablando de connacionales desplazados por una sequía histórica. Hoy los cambios climáticos empujan a éxodos todavía mayores en varias partes del mundo. Eso, sumado a la violencia de las pandillas o las guerras y otros males hacen que la gente escape del infierno donde vive para arriesgarse a vivir en otro infierno donde no es bienvenida pero, con esfuerzo, puede mejorar su situación. O eso espera.

P.: El final es esperanzador. Incluso es en colores y con el Gloria de La Misa Criolla. Pero antes nos enteramos de algunas cosas bastante fuertes.

R.P.: Algunos testimonios quedaron fuera para evitar posibles represalias sobre la persona que hablaba. A todas les hacíamos firmar previamente un permiso de imagen, excepto a dos que ni anotamos sus nombres, para que después los de Inmigración no pudieran ubicarlos tan fácilmente. Varios argentinos viajaron especialmente para hacer fotografía, arte, sonido, y además de “Viñas…” incluimos fotos de la admirable Dorothea Lange, líneas de un poema de Emiliano Pintos, y otros detalles para que, además del contenido, la obra también tuviera buena calidad formal, y creo que lo conseguimos.

P.: Es de las mejores que usted ha hecho hasta ahora. ¿Cómo se filmó el capítulo de las poesías de los niños?

R.P.: Seth Michelson, poeta y traductor, logró hacer unos talleres de poesía con niños y adolescentes que están presos solo por haber entrado ilegalmente. Con ellos hizo una antología, “Dreaming America. Voices of Undocumented Youth in Maximum-Security Detention”. No pudimos filmarlos, ni grabar sus voces. Lo que se escucha son voces de otros niños, y lo que se ve es una prisión abandonada en 2020 a causa de la pandemia.

P.: Sirve para dar una idea. ¿Todo se filmó en Charlottesville y alrededores?

R.P.: Así es. Queríamos contar grandes cosas a través de cosas pequeñas, cotidianas, que hay a nuestro alrededor. Por ejemplo, mostrar al pizzero italiano que vivió en Argentina y es lector de Borges y Dostoievski. Eso me encanta, porque muchos creen que los inmigrantes son todos analfabetos. Ahí está el radiólogo guatemalteco Max Luna. Su vecina creía que era apenas un enfermero. Y el cubano que llegó en balsa y ahora trabaja como policía.

P.: A propósito, es muy interesante la charla con el jefe de policía, un tipo inesperadamente amplio.

R.P.: Queríamos mostrar que hay de todo, gente buena y de la otra. Y que los inmigrantes hacen grandes aportes en la cultura, el conocimiento y el trabajo. Muchos no quieren reconocerlo, pero son fundamentales. Hay mucha hipocresía. Por ejemplo, el 30% de los jugadores de béisbol de las grandes ligas son hispanos, y nadie los cuestiona. Otro ejemplo, una vez la policía expulsó a varios peones de campo y los dirigentes de las asociaciones de productores de manzanas y duraznos fletaron enseguida unos ómnibus para rescatarlos antes que cruzaran la frontera.

P.: Estoy pensando en la comedia “Un día sin mexicanos”, de Sergio Arau.

R.P.: ¡Esa comedia tiene una propuesta genial! ¿Qué pasaría si de pronto desaparecen todos los hispanos de California? Colapsa la economía. Imagine si pasa en todo el país.

P.: Fue un éxito en México, pero en EEUU la vieron unos pocos. ¿En qué público piensa usted para su película?

R.P.: Ya la mostramos en el Virginia Film Festival que organiza la Universidad. Una sala de más de 500 butacas. Ahí comprobamos que ya tiene dos clases de público: los que lloraron y se acercaron a agradecernos, la mayoría inmigrantes, y los supremacistas blancos que nos amenazaron. La policía debió protegernos. En verdad ellos no entraron a la sala. No la vieron, lo que no les impidió opinar. Luego muchísimos festivales la rechazaron para evitar problemas. Pero ahora estamos en tratos con una distribuidora que piensa ponerla en una gran plataforma, si es posible antes de las elecciones. Aquí por lo pronto la estrenaremos en el Gaumont y algunas salas del interior. Y dentro de no mucho en el cine Cosmos, que va a reabrir. Ya hay además tres televisoras provinciales que están programando una retrospectiva de mis otras películas.

P.: ¿Y no estrena en simultáneo por Cine.ar, como suele hacerse?

R.P.: No, porque ahí van solo las que tienen producción del Incaa.

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