“El teatro gauchesco no existía en los teatros porque ningún productor se iba a arriesgar, y a los porteños no les interesaría ver gauchos, era todo un desafío”, evoca Claudio Gallardou la relación con su “Martín Fierro”, que combinó la gauchesca del clásico de José Hernández con el clown, lo acrobático y la pelea de espadas. El espectáculo fue presentado en el Teatro Nacional Cervantes en 2012, con giras por el país y el exterior durante varias temporadas. Hasta el sábado, podrá verse en el streaming del Cervantes.
Gallardou: de cómo hacer popular una vez más el género gauchesco
La plataforma de streaming del Teatro Nacional Cervantes ofrecerá, hasta el sábado, la original versión de 2012 del clásico de José Hernández.
Periodista: ¿Cómo surgió este Martín Fierro?
Claudio Gallardou: En 1991 hicimos esta investigación con el teatro gauchesco y el teatro en carpa de circo. Escribíamos escenas y las probábamos. Veníamos de “La banda de la risa” en plazas probando clown, eso era durante el Proceso, todo un momento bisagra en mi vida porque en ese contexto de cambio social me transformé de actor en gestor. Mi padre, José Adolfo Gallardou, dedicó su vida a la literatura gauchesca, al hombre, a la uva, el vino, el amor, el indio despojado de su tierra. Me eduqué así, el texto del Martín Fierro y de la gauchesca en general me eran muy cercanos. Lo oía recitar, en distintas versiones, a Moreira, Fierro, la negra, los bandidos de nuestra literatura. Me costó un poco abordarlo de forma literaria para escribir.
P.: ¿Cómo recuerda las funciones en el Cervantes y las giras por el país?
C.G.: Con Rubens Correa como directivos nos propusimos hacer del teatro algo muy federal. Ochenta por ciento de los espectadores del Cervantes eran de afuera de la calle Libertad, de provincias, escuelas, plazas, esquinas, patios de fábricas, cárceles. Y el Martín Fierro se vio además en México, Chile, Uruguay además de las más de 20 provincias. Había que elegir una obra que estuviera cerca de esa gente que quizá no había visto teatro. Tenía que ser una historia que les quedara cerca y qué mejor que el Martín Fierro. Y eso desde el payaso como poética, que es fácil de comprender y adaptar a distintos espacios. En el interior el público recibía al gran teatro nacional, en los pueblitos a las 5 de la tarde llegaban los actores a montar en la plaza y la gente iba con su sillita, tres horas antes, a ver eso que ya era parte del show. Y llevaban regalitos, comida, una emoción para los actores. Llegamos a la gente.
P.: ¿Cómo fue esta combinación entre el Martín Fierro y el clown?
C.G.: Con “La banda de la risa” reivindicamos estéticas marginales, el clown, que siempre fue alguien al borde; el payaso, que es el hazmerreír de todos y anda por el camino, nunca en el centro, aunque ahora esté de moda. Otra estética marginal era el varieté, los artistas de las variedades, el transformista, el acróbata, el cantante de tango, y desde ahí quisimos abordar lo gauchesco. Amo lo gauchesco como acto de reconocimiento de la propia identidad. Es literariamente bello, tiene de español y rioplatense. No cualquier actor puede recitar el gauchesco, tiene su rítmica, está la declamación gauchesca, el tempo, cuánto para que no sea muy recitada y cuánto para que el verso no se diluya en la naturalidad de la actuación. Era un riesgo porque podía no interesar.
P.: Pero interesó..
C.G.: Sí, porque además tenía destrezas, clown, musical, espadas, hicimos entrenamiento porque la lucha de sables en el circo no como en la realidad. El público porteño lo recibió con alegría. Recuerdo que el Martin Fierro, que era yo, bajaba por la rampa con un poncho al cuello, venía como volando y un chico dijo ‘Papá, Batman’. Para el chico el héroe no es Martín Fierro sino Batman, lo que pinta la carencia de conocimiento de nuestra literatura. Yo no iba a las giras pero me contaban que hacían el espectáculo y veían a lo lejos a los gauchos con caballos mirando reacios. A medida que avanzaba se acercaban y terminaban como chicos aplaudiendo. Cuando uno va al interior y lleva un espectáculo que la cuenta historia de su gente, se sienten mirados, observados y lo agradecen.
P.: ¿Qué opina del teatro por streaming o zoom?
C.G.: Soy muy reacio al streaming como acto natural porque no es natural lo que está pasando. Son bienvenidas las soluciones y el online pero el teatro es encuentro, abrazo, respirar juntos, el teatro es un acto vivo e irrepetible, cada función es única. Sin embargo estoy haciendo para Youtube algunas historias como “La máscara de la muerte roja” de Poe, o textos de Brecht. Es bueno que el Cervantes suba obras porque da oportunidad al público que quizá nunca vio teatro y eso acaso despierte la intención de hacerlo presencial cuando sea posible.
P.: ¿Gestó algo nuevo en cuarentena?
C.G.: Con el grupo “Cosa ‘e mandinga” veníamos haciendo funciones en el CCC y habíamos estrenado en marzo “La kermese de los malditos”, que esperamos retomar. Escribí obras que quiero producir, uno es un unipersonal con textos de juglares del renacimiento y barroco español, puedo ensayarlo solo con un director. Y con “La banda de la risa” estamos planeando cosas.
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