«Don Chicho», de A. Novión. Dir.: L. Manso. Esc.: N. Laino. Int.: C. García Satur, L. Capello, M. Figó, E. Bardi, J. Furriel, O. Guzmán, N. Ducó, M. Strat, O. Núñez, G. Ferreira, C. Kaspar (Teatro Nacional Cervantes.)
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Escritas muchas veces por encargo para los integrantes de una determinada compañía, las piezas que conforman la época del grotesco argentino se apoyaron en el trabajo de los «capocómicos». «Don Chicho» de Alberto Novión no es una excepción a la regla. Estrenada en 1933 por la compañía de Arata, Simari y Franco, la obra retrata un ambiente sórdido del que los jóvenes intentan huir. El protagonista es un hombre sin escrúpulos que se escuda en una falsa religiosidad, intentando esconder a los ojos de Dios su absoluta falta de moral y su avaricia extrema. En la versión original, el Cristo que domina la escena deja caer los brazos, negándole el perdón que falsamente reclama de rodillas en la instancia final.
Tan despreciables como él son su mujer, Regina, sus vecinos y los policías. Don Chicho es algo más que un pícaro, es un hombre capaz de envilecer y explotar a quienes se le acercan. Un mafioso fracasado que sólo admira a los que «triunfan» a cualquier precio como Rosendo, cuya catadura moral se sospecha aunque esté apenas esbozada. Novión, que en obras como «La chusma», intentó acercarse a un teatro de alto aliento, escribió cerca de cien piezas, muchas de ellas revistas y comedietas. En «Don Chicho» ignora toda sutileza, dibujando con trazos gruesos situaciones y caracteres, que sin embargo, son teatralmente efectivos.
• Dirección
Leonor Manso, con buen criterio, ha cargado el peso de la puesta en las actuaciones y el elenco, sin excepciones, se ha entregado a un juego riesgoso y apasionado. El resultado es un espectáculo cuyo mayor atractivo proviene de las interpretaciones.
Desde Claudio García Satur que defiende con uñas y dientes a su abominable Don Chicho, dotándolo de una especie de maligna atracción, hasta Lucrecia Capello, impecable cómplicede su maldad. Y desde Joaquín Furriel, el hijo que a pesar de su sometimiento logra expresar cierta nobleza en el amor que siente por Fifina, apasionadamente jugada por Malena Figó, hasta el inocente Quirquincho, casi un débil mental (un convincente Ozki Guzmán). Lo mismo puede decirse de Emilio Bardi, que hace de su Rosendo un compadrito-». Néstor Ducó, Miryam Strat, Oscar Núñez, Gustavo Ferreira y Carlos Kaspar los secundan con eficiencia.
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