George Steiner «Los logócratas» (México, FCE-Siruela, 2007, 218 págs.)
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Comenzar un libro con textos eruditos y difíciles se ha convertido en la estrategia literaria de algunos autores -por ejemplo Umberto Eco en sus últimas novelas-, como si de ese modo salieran en busca del «verdadero lector», ese de «la lentitud y el recogimiento».
Esto es lo que ocurre con «Los logócratas», obra residual, miscelánica, de Steiner, uno de los más brillantes intelectuales de la actualidad, un profesor que se ha dedicado a « enseñar a leer» y que no quiere convertirse en un «mandarín obeso que hace listas canónicas y biografías» (como Harold Bloom), y utiliza la literatura como el instrumento para reflexionar sobre las relaciones entre moral y saber o el sentido último del arte de narrar. Steiner es un apologista de la «alta cultura», aunque no defienda la irracionalidad, el fanatismo, como lo han confirmado el nazismo de Heidegger, el fascismo de Ezra Pound, el antisemitismo de Celine, la defensa del comunismo y sus Gulags por Sartre.
A la vez considera que los libros efímeros y oportunistas, que no desafían, están haciendo desaparecer al lector y «regresándonos a tiempos de pura percepción». Ahora que sobreabundan los libros van escaceando los lectores y «no estoy seguro que un Proust, un Musil, un Broch, un Faulkner tuvieran hoy una sombra de oportunidad», sostiene.
«Los logócratas» es un libro para leerlo a los saltos. Entrar, acaso, por el final, por «A las cinco de la tarde, la nouvelle donde parte de una paráfrasis de Orfeo y su descenso a los infiernos (tal como es revisado en el capítulo «Tres mitos») para contar del viaje a Medellín, territorio de asesinatos y narcotráfico, que realiza un grupo de poetas mexicanos para hacer una lectura. Relato que, además de ser un homenaje a García Lorca, remite a la conclusión de William Hazlitt: «El lenguaje de la poesía coincide de forma natural con el lenguaje del porvenir», que es el fundamento de su enfrentamiento -por momentos ambiguo, dada su defensa de la aristocracia del saber- con el anti humanismo de los «logócratas», que es como denomina a un grupo de intelectuales de derecha (Heidegger, Joseph de Maistre y Pierre Boutang) que sostienen que el lenguaje no está a nuestro servicio, sino que estamos al servicio de él, que somos hablados por el lenguaje que es «la morada del ser». Si ese sector del libro resulta árido o complicado, otros son un estímuño en cada frase, tienen una claridad absoluta, y una lucidez e inteligencia apabullantes.
Fundamentalmente, las dos entrevistas: «El arte de la crítica» (1994), y «La barbarie dulce» (2000), donde va de su biografía a una axiología de la Letras, de enfrentar a nazismo, comunismo y populismos a debatir sobre cómo contrarrestar «la banalidad que nos está dejando sin el silencio necesario para pensar, sin ese espacio de la vida interior que nos permite reflexionar, mirar y mirarnos» o discutir acerca de cómo los avances de la ciencia llevan a replantear las tradiciones literarias, filosóficas y religiosas de Occidente.
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