8 de julio 2008 - 00:00

"Wall E"

Wall E, con el cubo de Rubik, decodifica los rastros de la humanidaden el nuevo film de Pixar.
Wall E, con el cubo de Rubik, decodifica los rastros de la humanidad en el nuevo film de Pixar.
«Wall E» (id., EE.UU., 2008; habl. en inglés o dobl. al esp.). Dir. y Guión: Andrew Stanton. Animación.

Cuando las películas destinadas a los chicos les gustan más a los críticos que a los mismos chicos algo no anda bien. «Wall E», el nuevo producto de Pixar, fue recibida en los EE.UU. casi como si se tratara del «Citizen Kane» de la animación. Es cierto: su relato admonitorio, su espléndido diseño, sus múltiples referencias literarias y cinematográficas (desde Asimov a «Hello Dolly» y «2001»), su mensaje preservacionista en consonancia con el protocolo de Kyoto y los desvelos de Al Gore, y algunas de sus audacias formales, como que en la primera media hora de película no se diga una sola palabra y todo sea imagen, son rasgos lo suficientemente fuertes como para considerarla una creación diferente.

Sin embargo, también es no sólo cierto sino verificable que los chicos permanecen, la mayor parte del tiempo, fríos ( salvo los menores de seis años, que además se pueden poner impacientes), cuando en películas no tan cerebrales, como la reciente «Kung Fu Panda», saltan de excitación en sus butacas. ¿Desmerece esto al nuevo film de Pixar? Para la historia del cine de animación y ciencia ficción seguramente no, pero es un elemento que los padres deben tener en cuenta.

«Wall E» es una película melancólica, lírica, alegórica y casi carente de humor, que lleva como protagonista a un robot recolector de basura que fue olvidado en la tierra por los pocos sobrevivientes de la raza humana, ahora a bordo de una nave extraplanetaria. Wall E es simpático aunque no encariñable, y tiene como compañera a una cucaracha, esa especie dominante, a la que a veces aplasta sin querer. Allí viven, en ese inmenso basurero de chatarra en el que se ha convertido Nueva York, y que recuerda esa misma ciudad hundida bajo las arenas del Planeta de los simios.

Pasada esa media hora el conflicto se motoriza con la llegada de Eva, un robot femenino enviado por aquella nave, con el único fin de comprobar si en la destruida superficie terrestre brota, alguna vez, algún signo de vegetación que pueda alentar la reconstrucción de la vida (más allá de la cucaracha, paradójicamente). El romance entre ambos robots también está atenuado por la densidad dramática de la intriga que se desenvuelve a su alrededor, y que pulsa, una vez ambos en la nave, las cuerdas del enfrentamiento hombremáquina e inteligencia artificial contra voluntad humana. Es decir, como si «Motín a bordo» desembocara en HAL. En verdad, era muy difícil desarrollar estos inquietantes temas y a la vez no renunciar a la gracia, por ejemplo, de «Toy Story». Seguramente,los chicos de mayor edad empezarán a tomar conciencia del efecto invernadero y de las consecuencias irreversibles que puede ocasionar el descuido del planeta y sus recursos naturales, aunque no es muy probable que quieran tener en sus dormitorios los muñequitos de Wall E.

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