Ser mamá en tiempos de pandemia: la relación madre-hijo como construcción social

Cómo afecta la pandemia de coronavirus el vínculo entre madres e hijos. Un repaso por la historia para comprender el vínculo.

El desafío de ser madre en tiempos de pandemia.

El desafío de ser madre en tiempos de pandemia.

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¿Cómo es ser mamá en estos tiempos?¿Están sufriendo modificaciones los vínculos madre-hijo, como efecto de la profunda conmoción por la que atraviesa el mundo afectado por la pandemia?

Sabemos que la familia y las funciones paterna, materna y filial son productos epocales que se han ido transformando a lo largo de la historia...y lo siguen haciendo. La relación madre-hijo, en épocas pasadas, no era como en la actualidad.

Por mencionar solo algunas de las costumbres que acompañaron esta evolución, diré, por ejemplo, que en la sociedad arcaica, se practicaban los matrimonios “por grupo”. Cada hijo tenía varios padres y varias madres. La descendencia se contaba por la línea materna, ya que sólo existía certidumbre respecto de la maternidad.

Aunque cueste creerlo, hubo etapas de la Historia en las cuales era común dar a los hijos como ofrendas a los dioses -en sacrificios ritualizados- como parte de ciertas creencias y exigencias culturales.

En la familia romana los hijos carecían de vínculo legal y religioso con la madre. Se consideraban hijos del padre, sólo si eran aceptados por éste, quien tenía potestades de dueño, y podía disponer de la vida de éstos.

Ni en esta época, ni en épocas anteriores, existía el concepto de infancia, así como tampoco nociones respecto del cuidado de los niños. Éstos compartían el trabajo, la vida social y hasta la guerra con los adultos.

En la familia medieval había un escaso vínculo de afecto entre la madre y sus hijos. Elisabeth Badinter, en su libro “¿Existe el amor maternal?” lo considera una construcción cultural de aparición relativamente tardía en la historia de la Humanidad, y no un instinto, como habitualmente se cree. Cuenta la autora que en Europa los niños apenas nacían eran enviados a las afueras de las ciudades y quedaban al cuidado de nodrizas. Éstas se ocupaban de amamantarlos porque esta costumbre era considerada una práctica poco honrosa para las mujeres de cierta extracción social. Los niños volvían a sus hogares alrededor de los 5 años, donde la crianza y la educación era ejercida por institutrices o preceptores pero casi nunca por los padres en amorosa convivencia, como suele suceder en la actualidad. Agreguemos a esto que las madres, ellas mismas, eran niñas, ya que en su mayoría se casaban (o mejor dicho, “eran casadas”) y quedaban embarazadas en la pubertad o adolescencia.

Fue en parte, gracias al psicoanálisis -ciencia que se encargó de estudiar al niño que hay en el adulto- que se delimitó esta etapa. A partir de este “invento científico” de Sigmund Freud y quienes continuaron sus investigaciones, se puso de relieve la importancia de los cuidados infantiles por parte de los padres. Se dio importancia a la estimulación del vínculo (sobre todo con la madre) y se consideró la incidencia de estas vicisitudes en la conformación de la futura personalidad.

Mucho agua ha corrido bajo el puente...Hoy sabemos que la maternidad modifica profunda e irreversiblemente la psiquis de la madre y que la llegada de un hijo activa aspectos de su personalidad que de otra manera nunca saldrían a la luz. Sabemos también que no basta con engendrarlo y parirlo, que es necesario “adoptarlo” y alojarlo emocionalmente, siendo quizás éste el factor crucial, más allá de que la filiación sea o no biológica. Hay otras formas de maternidad, producto de los avances de la ciencia, en las cuales los hijos son profundamente deseados y luego, amados tanto como si se los hubiera gestado.

Se conocen también aspectos maternales presentes tanto en mujeres como en varones y se habla de “función materna” más allá del género desde el cual ésta se ejerza. Y es un hecho que la crianza hoy es generalmente compartida, siendo necesario para el sano desarrollo psicológico de los hijos que el padre (o quien cumpla este rol) esté presente, aunque sea dentro de la mente de la madre.

¿Qué nos trae hoy la “era covid-19” en materia de madres e hijos? El que nos toca, sin duda, es un momento de profundo cambio de “paradigmas” en relación a la crianza.

En estos meses de pandemia y cuarentena casi todo volvió a transcurrir dentro del ámbito familiar mientras en el afuera nos encontramos con los desafíos de un mundo en acelerado movimiento. Se instalaron nuevas exigencias y necesidades: de hacer home-office y a la vez limpiar la casa y cocinar; de ocuparse de la escolaridad virtual de los hijos; de mantener los ritmos y las rutinas; de funcionar como “mediadoras” en las peleas entre hermanos; de ayudarlos sin invadirlos; de cuidarlos sin sobreprotegerlos; de respetar sus privacidades y distancias sin abandonarlos; de crear momentos de juego; de acompañarlos sin asustarlos; de funcionar como barrera de protección frente a los sucesos traumatizantes pero a la vez permitirles pensar sus propios pensamientos; de proveerles de las herramientas necesarias para un mundo en transformación; de tolerar la interacción con las pantallas y juegos virtuales, evitando a la vez que se diluya el valor de los vínculos presenciales. En esta era predominantemente “digital” nos encontramos con la emergencia de nuevos ideales vocacionales: ser deportistas virtuales, streamers, influencers, youtubers, etc.Y quizás también frente a la posibilidad de que nuestros hijos sean migrantes -como lo fueron nuestros padres o abuelos- en busca de lugares más prósperos en el mundo.

Sin dudas, ser mamás en tiempos de pandemia no es tarea fácil. Quienes lo somos nos vemos ante la necesidad de “reinventarnos” también en este aspecto. Así como lo hacemos en cada etapa del ciclo del crecimiento de nuestros hijos en que volvemos a “adoptarlos” esperando que ellos, a su vez, nos adopten...

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