16 de septiembre 2008 - 00:00

Esperando al tren bala, cada día hay más transporte trucho

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Se realizó ayer en el centro porteño un gran operativo para controlar las habilitaciones de los micros de pasajeros y charters.
Las innegables carencias del transporte público -ferrocarriles, ómnibus de media distancia, etc.- que unen el Gran Buenos Aires con el centro porteño han prohijado la aparición de un « mercado secundario» en este rubro: el de las combis y micros truchos.

El número de pasajeros que utilizan estos servicios, que sin duda supera los centenares de miles, es casi imposible de estimar, justamente porque muchas de estas «empresas» se manejan de manera clandestina. Tampoco el Estado proporciona datos de las compañías inscriptas: fueron infructuosos los numerosos llamadosa voceros de la Secretaríade Transporte solicitando estas informaciones; ninguno de ellos accedió a proporcionar cifras de pasajeros o transportadoras. Curioso que un país que ahora piensa en el tren bala no pueda controlar unas simples combis.

Es obvio que un negocio de semejantes proporciones debe contar con algún tipo de protección oficial: de otro modo no se explica que vehículos que parecen desarmarse andando, que a simple vista se nota que no pueden circular y que además llevan a decenas de personas (muchas de ellas paradas) hagan el mismo trayecto varias veces por día, que ingresen y salgan de la Capital Federal y que paren donde se les ocurre para ascenso y descenso de pasajeros. Desde las empresas oficiales se afirma que se trata de una compleja red que incluye a las dos policías, a algunos intendentes del conurbano y a inspectores de la Secretaría de Transporte.

Los valores que pagan quienes usan estos servicios rondan los $ 8 en el caso de las legales, y apenas $ 3 en el caso de las truchas. Los valores para hacer trayectos similares en colectivo y tren se parecen al de las truchas: la suma de un colectivo hasta la estación local más el boleto de tren hasta Retiro, Constitución u Once cuesta más o menos lo mismo.

Lo cierto es que casi ninguna de las empresas de transporte privado que se dedican al servicio de charter cumple con las regulaciones y normas que deberían proteger a sus pasajeros. Y dado que pareciera que nadie les impone penas por sus transgresiones, se manejan literalmente a su antojo.

Esto hace que en los principales accesos que unen el conurbano bonaerense con la Capital Federal se observen minibuses, micros y combis que, entre otras irregularidades, trasladan gente parada, cuando en realidad está prohibido que los pasajeros viajen de pie en rutas y autopistas.

En este mercado secundario hay dos categorías, diferenciadas casi siempre sólo en lo formal:

  • Las que están inscriptas en la CNRT (Comisión Nacional de Regulación del Transporte); tienen un estatus legal sólo en la teoríaporque en la práctica cumplen con muy pocas (en general con ninguna) de las exigencias de ese organismo. Por caso, muchas no tienen a su personal en blanco, llevan pasajeros de pie, sus conductores suelen hablar casi todo el trayecto por «handy» con la base y además levantan pasajeros fuera de las paradas permitidas por la CNRT.

  • Las totalmente truchas, que no cumplen con ninguna de las regulaciones descriptas, pero que además cubren esos trayectos con unidades impresentables en lo técnico y en lo relativo a seguridad; sus flotas están compuestas por colectivos excluidos del servicio por su antigüedad, ómnibus escolares, transportes alimentarios reconvertidos, etc. Las condiciones que ofrecen a sus pasajeros son tan ilícitas como peligrosas.

    Obviamente, si el transporte público no funcionara en las paupérrimas condiciones en que lo hace, no habría mercado para estos «emprendedores».

    Daniel Millaci, presidente de la Cámara Empresaria de Autotransporte de Pasajeros (CEAP), cree que «la elección de este tipo de transporte se da básicamente por la desaparición casi total de los colectivos de servicios diferenciales. Muchos de los que elegían este servicio por su rapidez, hoy se vuelcan a los charters privados».

    Hace algunos años casi todas las líneas de colectivos contaban con diferenciales, pero de a poco fueron desapareciendo. En principio no había lugar para pasajeros parados, tenían aire acondicionado y calefacción, y hasta algunas líneas daban extras como el diario y/o alguna golosina. A cambio, el pasajero abonaba entre tres y cinco veces el valor del pasaje.

    «Desaparecieron porque la regulación de las tarifas no nos permitió la renovación de las unidades, que son cada vez más caras y, obviamente, un ómnibus diferencial mucho más aún. El valor del boleto que podríamos cobrar no compensaría el costo de esas unidades», dice Millaci.

    Es evidente que no es la única causa por la cual se elige un servicio no oficial: la verdad es que no es la única causa por la cual se elige un servicio no oficial: la verdad es que a pesar de todo lo que se dice en cuanto al transporte, este diario se acercó a aquellos pasajeros que eligen esta opción para su traslado, con el fin de conocer sus opiniones. Veamos qué dicen:

    Alicia Méndez (43 años): Viajo en esta combi trucha por una cuestión de comodidad; el tramo que hago es largo, voy de Constitución a Quilmes. El micro va por Calchaquí y me para justo donde yo necesito. Por $ 2 se viaja cómodo y sentado. En cambio, si tuviera que viajar en colectivo me tendría que tomar el 148 o el 129, que pasan muy poco y hay que esperarlos bastante.

    Ana Belén García (22 años): Hace cuatro años lo uso. No tuve muchas opciones porque viajo muy temprano, a las 6.40. El único medio de transporte público que me lleva desde Castelar, donde yo vivo, hasta Capital, es el tren del Sarmiento, pero va tan lleno que es imposible entrar en el vagón. Además, nunca sale a horario y se demora en cada estación.Igual, muchos choferes de las combishacen lo que quieren: van muy rápidopor autopista porque desde la agencia los apuran para que vuelvan a hacer más viajes.

    Ricardo Mussi (57 años): Hace un año que viajo con una empresa de servicio de charters habilitada. Antes tomaba el San Martín o el 53, que tiene un diferencial más rápido. Pero ya hace tiempo que no se puede viajar en estos medios: en el tren se va como sardinas y decidí no usarlo más porque me robaron tres veces la billetera. ¿Los colectivos? No hay línea que respete horarios. El diferencial, que antes tardaba media hora, hoy tarda una hora; cuando pasa por la parada se junta el doble de gente esperando y también viajás muy apretado. Con el charter voy cómodo, aunque reconozco que suele levantar más pasajeros que la capacidad que tiene y por eso viaja gente parada.

    Ezequiel Segal (26 años): Prefiero el charter porque es cómodo. Antes viajaba en colectivo, pero las únicas líneas que puedo tomar vienen muy llenas y se va incómodo. Además, tardan alrededor de 20 minutos en llegar a la parada; si tuviera que tomarlo tendría que salir mucho antes de mi casa. Hoy en los colectivos viajás colgado, apretado contra las puertas... También se te ensucia la ropa, lo cual no es un detalle menor si tenés que trabajar de traje y con buena presencia.

    Belia Lacabe (45 años): No se puede viajar en el transporte público. No cumplen con los horarios, la gente tiene que estar esperando más de 25 minutos, es un desastre. Es una actividad que está muy desorganizada. Muchas veces tengo que visitar a clientes y eso me exige ser puntual, cosa que si viajás en el transporte público por lo general no podés lograr. El tema es que el charter cobra alrededor de $ 8 el viaje, por eso no lo uso todos los días, sino sólo cuando necesito puntualidad o cuando tengo que ver clientes a la mañana temprano.
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