Hasta ahora no se notaba demasiado. Daba la sensación de que la gente se adaptaba sin problemas a la prohibición de fumar. Sólo se apreciaban pequeños movimientos en restoranes cuando algún comensal dejaba momentáneamente su mesa para ir a la vereda a someterse «al placer» del cigarrillo.
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Más, los dueños de cafés y confiterías se mostraban conformes con la medida porque económicamente les era ventajosa a sus propios intereses. Simplemente, porque el cambio de mesa que anteriormente se producía en períodos largos ahora se hace en lapsos mucho más cortos. Síntesis, aseguran los dueños de locales que en algunos casos se triplicó el consumo de café, desde la fecha de la prohibición.
Sin embargo, bastó que la columna mercurial alcance las temperaturas veraniegas (como el pasado fin de semana) para notar otros detalles significativos: en Belgrano, Flores, Caballito y calles céntricas en los bares y confiterías que tenían dispuestas mesas en el exterior se agrupaba mayor cantidad de gente que en las que estabab en el interior.
Evidencia
Se podía pensar que se trataba de personas que buscaban el fresco de la noche, aun pensando que en la mayoría de los casos estaban bajo techo y apenas se habían quitadolos plásticos laterales que lucen en invierno; pero un recorrido visual ponía en evidencia que casi la totalidad de los que elegían la vereda eran fumadores y los que estaban dentro del local eran aquellos que prefirieron estar bien lejos del contacto con la nicotina.
Esta situación fue corroborada por los propios mozos, a quienes indirectamente les toca de cerca la cuestión porque están supeditados -según la antigüedad o preferenciasa la atención exterior o interior para sumar (según el clima) mayores viáticos y algún peso más por propinas, aun pensando que los fumadores siempre se quedan varios minutos más de sobremesa o estiran la charla en una mesa de café.
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