La Gioconda de Leonardo da Vinci, víctima de diferentes atentados

No es la primera vez que la obra de arte es víctima de las vandalizaciones. A lo largo de su historia, el cuadro fue el blanco de distintos robos y repudios en varias ocasiones.

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La Gioconda de Leonardo da Vinci, también conocida como la Mona Lisa, es el cuadro más emblemático de la historia de la pintura occidental. Pero eso tiene un costo. No sólo son millones los turistas al año que, desde todas partes del mundo, concurren a verla al Museo del Louvre para, después de hacer un larga cola, tomarle fotos con sus celulares o sacarse selfies con ella de fondo, sino que a lo largo del tiempo ha sido objeto de todo tipo de “intervenciones”: Marcel Duchamp le puso bigotes en una famosa reproducción; su rostro y su enigmática sonrisa fueron parodiados en películas, sketches de televisión, dibujos animados y publicidades. Sin ir más lejos, en la Argentina de los 60 y 70 fue la imagen de un famoso dulce de batata en lata, y la Escuela Panamericana de Arte la utilizó como el personaje que alentaba a los aspirantes a dibujantes y pintores a anotarse en sus cursos por correspondencia.

Sin embargo, más allá de estos usos y abusos, si se quiere, inocentes, la Mona Lisa fue víctima de diferentes atentados (el último ocurrió a principios de esta semana) y hasta de un célebre robo que, según varios historiadores de arte, le debe su fama. Para Salvador Dalí, la obra tiene “un poder, único en toda la historia del arte, que provoca las más violentas y diferentes clases de agresiones”. La obra fue la más secretamente custodiada por las autoridades del Louvre durante la Ocupación nazi, ya que con toda razón se temía que fuese una de las primeras en ser saqueadas.

La pintura, enigmática hasta en la identidad de la modelo (rondan diferentes hipótesis sobre su nombre, incluyendo la descabellada que afirma que se trata del mismo Da Vinci travestido) fue adquirida por el Louvre en 1797, y durante todo el siglo XIX colgó de sus paredes como una obra más, sin mayor relevancia. La fama comenzó a principios del siglo XX con su robo, a partir del cual --como se dijo antes-- su característica de emblema del Renacimiento se hizo sólida. La revista especializada ARTinf hizo un informe sobre los diferentes atentados que sufrió la obra, seis en total con el de esta semana, que le resumimos aquí al lector:

En 1911, el ladrón italiano Vincenzo Peruggia y otras dos personas se escondieron en un armario del Louvre, se quedaron hasta después del cierre del museo, y entonces eligieron ese cuadro para llevarse tranquilamente ya que carecía de cualquier tipo de protección. Como se dijo antes, la Gioconda no revestía ninguna singularidad, hasta ese entonces, ni para las autoridades del Louvre ni para los historiadores del arte. Peruggia quitó la tela de su marco, la envolvió, y junto con sus cómplices se tomaron un tren a Italia. Sin embargo, la prensa mundial le dio tal despliegue al acontecimiento que al ladrón le fue imposible venderla. Regresó con ella a París, la escondió en un subsuelo de su departamento, y dejó pasar dos años para que el hecho desapareciera de los diarios. Fue entonces cuando intentó vendérsela a un anticuario de Florencia, quien alertó al Museo degli Uffizi, éste a la policía, y el cuadro fue devuelto al Louvre. Peruggia pasó sólo medio año en prisión.

En 1956 la Mona Lisa fue vandalizada dos veces. En primer término, un hombre, visiblemente alterado, se acercó a ella con una navaja y la intención de tajearla, aunque felizmente fue atajado a tiempo por la seguridad y no hubo ningún daño. Dos meses después, un hombre boliviano, Hugo Unjaga Villegas, le arrojó un cascote. “Llevaba este cascote en mi bolsillo y de repente me vino la idea de tirárselo”, declaró después de que lo arrestaran. Ya en ese momento, después del fallido atentado del mismo año, la obra estaba detrás de un vidrio (aunque aún no antibalas, como el actual). Por tal motivo, el cascote arrancó una mota de pintura en una zona, aunque fue restaurada por expertos y pudo volver a exponerse poco después del vandalismo.

En 1974, la Mona Lisa salió del Louvre para ser expuesta en Japón, en uno de los rarísimos y ya inusuales tours de la obra. Fue exhibida en el Museo Nacional de Tokio, donde concurrieron a verla más de un millón de personas. Fue entonces cuando Tomoko Yonezu, una mujer de 25 años, la roció con un spray rojo el primer día de su exposición. Previamente a la llegada de la obra, había habido un debate en Japón acerca de la discriminación a los discapacitados, ya que las altas escaleras del Museo carecían de rampas para ellos. Entre 20 y 30 gotas de pintura en aerosol tocaron el lienzo, pero al final la obra se salvó ya que las manchas pudieron removerse. Yonezu fue detenida y juzgada, pero su caso se tornó controversial, porque gran parte de la opinión pública dijo que no sólo se discriminaba a los discapacitados sino a ella, como mujer. Finalmente, se le aplicó solamente una multa de 3.000 yens, y el Museo no tardó en habilitar un ingreso para discapacitados.

En 2009, una mujer rusa estrelló contra el vidrio protector de la obra una taza de té que llevaba en su cartera. La mujer, un tanto desquiciada, dijo que lo había hecho porque Francia le negaba la ciudadanía. El vidrio impidió los daños, aunque ya desde ese momento el Louvre tomó la decisión de trasladar la Mona Lisa a una galería propia y a una distancia segura de otras obras. En 2019, su vidrio fue mejorado con una capa antibalas.

Finalmente, el pasado lunes, un hombre de 36 años, disfrazado de mujer y en silla de ruedas, embadurnó su vidrio con una torta de crema como protesta por el cambio climático. “Algunos están haciendo esto mismo contra el planeta. Destruyendo la tierra, y todos los artistas debemos pensar en ella. Es por eso que hago esto”, declaró. El hombre fue arrestado y el Louvre lo denunció penalmente.

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