12 de agosto 2018 - 08:41
Premian a dos matemáticos argentinos por sus avances en estadísticas y objetos fractales
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El procedimiento es complejo y la tecnología dio a este brazo de la matemática un generoso impulso. "Cuando yo empecé, en los '70, se podía hacer pero con pocas variables, unas tres o cuatro, hoy día gracias al progreso de las computadoras podemos usar 50 o 100, algo que era casi imposible", recuerda Yohai. Aunque aclara que "más variables no significa que un modelo es más robusto, sino más preciso. No depende de la cantidad, se trata de aplicar métodos que funcionen en cualquier escenario. Lo mejor es utilizar las estadísticas robustas siempre, porque nunca se sabe cuándo ocurrirá un problema y donde estarán los puntos que no se comportarán bien".
Para Pablo Shmerkin, el premio "además de una gran sorpresa, es un enorme honor". Amante de la matemática desde muy chico, a los 17 años obtuvo una medalla de oro en la Olimpíada Iberoamericana de Brasil y más tarde realizó una Licenciatura en la UBA y un doctorado en Universidad de Washington. En 2013, tras varios posdoctorados en Europa y EEUU, regresó para trabajar como profesor en la Universidad Torcuato Di Tella e investigador adjunto en el CONICET.
Su trabajo está centrado en la geometría fractal, rama de la disciplina que estudia objetos con una misma estructura en todas sus escalas. "Son objetos en principio teóricos, distintos a los que vimos en la escuela. Las rectas, los círculos, son muy regulares; en cambio un fractal es mucho más irregular y complejo, y lo que lo caracteriza es que esa complejidad no se pierde nunca", apunta en diálogo con este medio.
"Si uno hace zoom siempre ve una estructura nueva que se repite. Ejemplo: si tomamos un árbol como fractal, veremos que tiene un tronco principal con otros troncos, subtroncos cada vez más pequeños y sus hojas. Si uno examina alguno de los troncos secundarios en forma aislada, se parece mucho al árbol original pero en tamaño más chico, algo típico de un fractal. En un árbol teórico fractal hay infinitas ramas y siempre aparecen ramas cada vez más chicas", detalla. En las últimas tres décadas, la teoría fractal comenzó a aplicarse a distintos ámbitos, desde el diagnóstico en enfermedades cardíacas hasta la búsqueda de zonas para la exploración de petróleo.
Además, el entusiasmo temprano de Shmerkin por los fractales lo llevó a resolver dos conjeturas formuladas en los años '60 por el matemático israelí Hillel Furstenberg, que hasta entonces nadie había podido demostrar.
• Presente complicado
Como dos auténticos productos surgidos de las inagotables aulas de las universidades argentinas, los premiados no desconocen las dificultades que atraviesan sus colegas y discípulos a la hora de decidir abrirse paso en un país marcado por las dificultades presupuestarias.
"El escenario en este momento está difícil, el momento económico se refleja en que el apoyo a la ciencia esté más restringido por las dificultades y que haya menos becas. Pero creo que saldremos adelante", dice Yohai. Confía, además, en lo que llama "la ventaja adicional" de los matemáticos: "En otras ciencias se necesitan muchos recursos. Los biólogos, por ejemplo, precisan laboratorios con drogas, equipos; en cambio el matemático hace carrera con poco, una buena computadora y revistas con los últimos artículos".
El otro gran recurso está en las aulas. "La universidad argentina es muy buena y uno encuentra profesores que entusiasman a los alumnos. Hay países que quizás no tienen buenos maestros que los guíen y mentes brillantes se pierden y nunca salen a la luz. Pero aquí no hay razón por la que no tengamos gente tan brillante como en Alemania, Inglaterra, Francia o Estados Unidos", concluye.
En consonancia, Shmerkin afirma que "la realidad es bastante complicada. Incluso lo poco que necesitamos, como los subsidios para viajar a congresos, se está complicando. De por sí los montos son bajos y hay que pensar en la inflación, porque se fijan en pesos y se otorgan recién dos años después. Sumado a que los fondos demoran en llegar y que viajar al exterior cuesta cuatro veces más".
"Se recortaron los ingresos al CONICET y los jóvenes no saben qué hacer, un sinsentido porque fueron formados en la educación pública, con una inversión del Estado en su escuela, su universidad y su posgrado... y quizás se van a trabajar a otro país. Hay un debate genuino que se puede dar y es sobre cuántos científicos necesita la Argentina, pero lo que me resulta muy complicado es entender la falta de previsibilidad: durante muchos años creció la cantidad de ingresos y ahora cae", lamenta.
Decisiones con consecuencias a mediano y largo plazo, asegura, "porque un estudiante que está empezando no sabe qué se encontrará dentro de unos años, y como una carrera científica es un proceso a largo plazo quizás no ve un futuro y se dedica a otra cosa. Por eso es una especie de milagro que a pesar de tantas restricciones sigamos generando matemáticos excelentes".
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