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Baltasar Garzón, ¿un "superjuez" o sólo un vengativo ególatra?
Pilar Urbano, periodista y autora de «Garzón: el hombre que veía el amanecer», escribió una aduladora biografía de un justiciero desfacedor de entuertos históricos. No obstante describe el controvertido juez español como «egoísta» y «vanidoso».
«Toma el caso de Segundo Marey con un ímpetu tremendo e incluso llega a preguntar al Tribunal Superior si puede imputar a Felipe González», relata el autor.
Para sus más acérrimos enemigos Garzón es como un detergente que hace mucha espuma y limpia poco.
Los vascos, por caso, recuerdan que es el juez que más denuncias de tortura ha archivado sin tan siquiera procesarlas y que decretó el cierre de una radio y de un diario. Que es el juez que encarceló a la dirección de Herri Batasuna por mostrar un video en el que ETA presentaba una propuesta de paz.
• Escuadrones de la muerte
También detallan (en su página de Internet) que Baltasar Garzón era ministro de Justicia del PSOE en la época de los escuadrones de la muerte (conocidos como los GAL) que asesinaron a más de treinta ciudadanos vascos, hicieron desaparecer a dos refugiados políticos cuyos cuerpos se recuperaron diez años después con signos de haber sido salvajemente torturados y asesinaron a dos diputados vascos.
Afirman que cuando el PSOE decidió unificar los ministerios de Interior y Justicia, Garzón recibe la amarga sorpresa de que él no será ese nuevo «superministro», por ello abandona el gobierno.
«Es, entonces, cuando destapa el «Caso GAL», lo que evidencia, de manera contundente, el conocimiento que tenía sobre estos grupos parapoliciales. Su intención no era hacer justicia (palabra que no existe en el diccionario del juez Garzón) sino realizar una venganza política contra el PSOE por no haberle nombrado ministro de Interior y Justicia», afirman.
Y con la llegada de Aznar al poder pasa a convertirse en la mano ejecutora de la política represiva del gobierno español en Euskal Herria.
Numerosos magistrados españoles han señalado a Garzón como uno de los jueces que peor instruye los sumarios judiciales, lo acusan de copiar literalmente los escritos policiales y convertirlos en sumario judicial.
La otra cara. El periodista gallego afincado en Euskadi, Pepe Rei, presenta a Garzón de manera crítica como un funcionario público ambicioso que auspicia malos tratos y tortura en su carrera por el poder.
La parte sustantiva de un trabajo documentado por más de 200 casos de tortura contra la izquierda nacionalista vasca (muchos de ellos asumidos por Amnistía Internacional), todos denunciados ante Garzón sin éxito.
La revista vasca «Ardi Beltza» («Oveja Negra»), que dirige Rei, asegura que el libro de Urbano se escribió por encargo y que el español Antonio Navalón fue el puente entre el juez y la autora.
«Navalón es un intermediario comercial ligado a los más sonados escándalos de corrupción política y financiera en España, ligado al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de Felipe González. Además de gran amigo de Garzón, es el hombre fuerte del grupo Prisa, editor de «El País», y personaje influyente entre periodistas, medios mexicanos, e incluso en Los Pinos», denuncia la revista.
Quienes defienden al integrante de la Audiencia Nacional aseguran que la obra de Pepe Rei está sesgada por la cuestión vasca y las detenciones que ha sufrido.
Efectivamente, el juez lo encarceló en distintas ocasiones durante varios meses sin condena alguna, pero los tribunales superiores le devolvieron invariablemente la libertad.
Las críticas vienen también del conjunto del espectro político, así como de colegas y de personas muy cercanas al juez.
En «Palacio de la injusticia», Joaquín Navarro, quien durante muchos años fuera su mejor amigo, definió la garzonitis como «mezcolanza de maldad, cinismo, tosquedad mental, exhibicionismo e impotencia».
Según Francisco Javier Santaella, varios años secretario general del Sindicato de la Policía Uniformada, «en el trabajo de Garzón priva la precipitación y el afán de acaparar la prensa sobre la rigurosidad de sus investigaciones».
En 1993 el PSOE, necesitado de sangre nueva, lo incorporó como diputado «independiente» en sus listas electorales.
Al poco tiempo de ser elegido legislador fue nombrado delegado del Plan Nacional sobre la Droga con rango de secretario de Estado. La designación no le satisfizo.
Su objetivo era, al menos, tomar el control de la policía y de la Guardia Civil «en aras de una mayor eficacia en la lucha contra el narcotráfico». Decepcionado y molesto porque no quedó al frente de la seguridad del Estado, renunció al gobierno.
«González -dijo- me ha engañado, me utilizó como simple señuelo electoral, ya que no tiene ningún interés en luchar contra la corrupción».
El dirigente del PSOE le respondió: «Yo creo que se marchó de la política decepcionado porque no se le dio lo que él esperaba».
• Paramilitares
El juez no tuvo que esperar mucho para pasarles la factura de su desencanto a sus antiguos aliados. Tan pronto como regresó a la Audiencia Nacional se hizo cargo del caso de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL) y provocó, al menos indirectamente, el fin del gobierno socialista.
Los GAL fueron una organización paramilitar nacida de los cuerpos de seguridad del Estado y financiada con sus Fondos Reservados, que libró durante el gobierno de Felipe González una guerra sucia contra la ETA.
El saldo de esta acción ilegal fue de 27 militantes y simpatizantes independentistas vascos asesinados. Los socialistas respondieron a la querella denunciando sistemáticamente la «falta de profesionalismo» y la «alevosía» de Garzón.
La ilegalización de Batasuna, previa a la realización de un juicio, ha polarizado aún más las opiniones sobre el juez. Quienes defienden el nacionalismo españolista excluyente, las víctimas del terrorismo de ETA y quienes quieren capitalizar electoralmente el sentimiento antiterrorista le aplauden.
El Parlamento también ha tenido sus criticas contra Garzón y lo ha acusado de «generar inseguridad jurídica», extralimitarse en sus funciones, «usurpación de atribuciones» y atentar contra «derechos fundamentales».
«Si un Legislativo democráticamente electo y personalidades de las más diversas posiciones políticas responsabilizan a Baltasar Garzón de tantas y tan graves faltas, entonces es legítimo suponer que está lejos de ser el adalid de la justicia sin fronteras en el que algunos medios quieren convertirlo», sostiene quienes se niegan a ver Baltasar Garzón como el «superjuez».
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