17 de julio 2003 - 00:00

Baltasar Garzón, ¿un "superjuez" o sólo un vengativo ególatra?

Baltasar Garzón
Baltasar Garzón
¿Quién es Baltasar Garzón? La figura del juez español concentra luz y sombra. Despierta odios profundos y glamorosas pasiones. Para algunos es el «superjuez», para otros sólo es un hombre movido por la ambición, ególatra y publicitaria. Por enemigos tiene a los etarras, al narcotráfico, a militares extranjeros y también al ex presidente Felipe González. Hay quienes dicen que ingresó a la Justicia por venganza y quienes afirman que su carrera como juez se debe a su afán de Justicia. Hasta ha llegado a ser candidateado para el premio Nobel de la Paz.

Pilar Urbano
, periodista y autora de «Garzón: el hombre que veía el amanecer», escribió una aduladora biografía de un justiciero desfacedor de entuertos históricos. No obstante describe el controvertido juez español como «egoísta» y «vanidoso».

Relata que Garzón al presentarse como candidato independiente en las listas del PSOE en las elecciones de 1993 creyó en la palabra de Felipe González, pero que luego se sintió decepcionado, «engañado» y que pecó de ingenuo y soberbio porque creyó que sólo él podía combatir la corrupción.

Pero quien con más precisión desnuda la imagen de Garzón es Miguel Angel de la Cruz, autor del primer libro sobre el juez. Un libro que retrata a un personaje en blanco y negro.

Con prolijidad De la Cruz describe el ingreso de Garzón a la política, su apresurada salida y el regreso a su juzgado de instrucción de la Audiencia Nacional, y cómo en diciembre de 1994 está metiendo en la cárcel a algunos de los que antes eran sus colaboradores o sus compañeros en el Ministerio del Interior.

«Toma el caso de Segundo Marey con un ímpetu tremendo e incluso llega a preguntar al Tribunal Superior si puede imputar a Felipe González»
, relata el autor.

Inclusive De la Cruz tiene la doble impresión de que Garzón en el caso Pinochet actúa impulsado por una mezcla de afán de Justicia y ambición personal. «Garzón consiguió que Augusto Pinochet fuera detenido en Londres, logró que la Audiencia Nacional le dijera que había obrado bien y que las autoridades británicas concedieran a España la extradición. Ha sido su mayor victoria».

Para sus más acérrimos enemigos Garzón es como un detergente que hace mucha espuma y limpia poco.

Los vascos, por caso, recuerdan que es el juez que más denuncias de tortura ha archivado sin tan siquiera procesarlas y que decretó el cierre de una radio y de un diario. Que es el juez que encarceló a la dirección de Herri Batasuna por mostrar un video en el que ETA presentaba una propuesta de paz.

Escuadrones de la muerte

También detallan (en su página de Internet) que Baltasar Garzón era ministro de Justicia del PSOE en la época de los escuadrones de la muerte (conocidos como los GAL) que asesinaron a más de treinta ciudadanos vascos, hicieron desaparecer a dos refugiados políticos cuyos cuerpos se recuperaron diez años después con signos de haber sido salvajemente torturados y asesinaron a dos diputados vascos.

Afirman que cuando el PSOE decidió unificar los ministerios de Interior y Justicia, Garzón recibe la amarga sorpresa de que
él no será ese nuevo «superministro», por ello abandona el gobierno.

«Es, entonces, cuando destapa el «Caso GAL», lo que evidencia, de manera contundente, el conocimiento que tenía sobre estos grupos parapoliciales. Su intención no era hacer justicia (palabra que no existe en el diccionario del juez Garzón) sino realizar una venganza política contra el PSOE por no haberle nombrado ministro de Interior y Justicia»
, afirman.

Y con la llegada de Aznar al poder pasa a convertirse en la mano ejecutora de la política represiva del gobierno español en Euskal Herria.

Numerosos magistrados españoles han señalado a Garzón como uno de los jueces que peor instruye los sumarios judiciales, lo acusan de copiar literalmente los escritos policiales y convertirlos en sumario judicial.

La otra cara. El periodista gallego afincado en Euskadi,
Pepe Rei, presenta a Garzón de manera crítica como un funcionario público ambicioso que auspicia malos tratos y tortura en su carrera por el poder.

La parte sustantiva de un trabajo documentado por
más de 200 casos de tortura contra la izquierda nacionalista vasca (muchos de ellos asumidos por Amnistía Internacional), todos denunciados ante Garzón sin éxito.

La revista vasca «Ardi Beltza» («Oveja Negra»), que dirige Rei, asegura que el libro de Urbano se escribió por encargo y que el español
Antonio Navalón fue el puente entre el juez y la autora.

«Navalón es un intermediario comercial ligado a los más sonados escándalos de corrupción política y financiera en España, ligado al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de Felipe González. Además de gran amigo de Garzón, es el hombre fuerte del grupo Prisa, editor de «El País», y personaje influyente entre periodistas, medios mexicanos, e incluso en Los Pinos»
, denuncia la revista.

Quienes defienden al integrante de la Audiencia Nacional aseguran que la obra de
Pepe Rei está sesgada por la cuestión vasca y las detenciones que ha sufrido.

Efectivamente, el juez lo encarceló en distintas ocasiones durante varios meses sin condena alguna, pero los tribunales superiores le devolvieron invariablemente la libertad.

Las críticas vienen también del conjunto del espectro político, así como de colegas y de personas muy cercanas al juez.

En «Palacio de la injusticia»,
Joaquín Navarro, quien durante muchos años fuera su mejor amigo, definió la garzonitis como «mezcolanza de maldad, cinismo, tosquedad mental, exhibicionismo e impotencia».

Según
Francisco Javier Santaella, varios años secretario general del Sindicato de la Policía Uniformada, «en el trabajo de Garzón priva la precipitación y el afán de acaparar la prensa sobre la rigurosidad de sus investigaciones».

En 1993 el PSOE, necesitado de sangre nueva, lo incorporó como diputado
«independiente» en sus listas electorales.

Al poco tiempo de ser elegido legislador fue nombrado delegado del Plan Nacional sobre la Droga con rango de secretario de Estado. La designación no le satisfizo.

Su objetivo era, al menos, tomar el control de la policía y de la Guardia Civil
«en aras de una mayor eficacia en la lucha contra el narcotráfico». Decepcionado y molesto porque no quedó al frente de la seguridad del Estado, renunció al gobierno.

«González -dijo- me ha engañado, me utilizó como simple señuelo electoral, ya que no tiene ningún interés en luchar contra la corrupción»
.

El dirigente del PSOE le respondió:
«Yo creo que se marchó de la política decepcionado porque no se le dio lo que él esperaba».

• Paramilitares

El juez no tuvo que esperar mucho para pasarles la factura de su desencanto a sus antiguos aliados. Tan pronto como regresó a la Audiencia Nacional se hizo cargo del caso de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL) y provocó, al menos indirectamente, el fin del gobierno socialista.

Los GAL fueron una organización paramilitar nacida de los cuerpos de seguridad del Estado y financiada con sus Fondos Reservados, que libró durante el gobierno de
Felipe González una guerra sucia contra la ETA.

El saldo de esta acción ilegal fue de 27 militantes y simpatizantes independentistas vascos asesinados. Los socialistas respondieron a la querella denunciando sistemáticamente la
«falta de profesionalismo» y la «alevosía» de Garzón.

La ilegalización de Batasuna, previa a la realización de un juicio, ha polarizado aún más las opiniones sobre el juez. Quienes defienden el nacionalismo españolista excluyente, las víctimas del terrorismo de ETA y quienes quieren capitalizar electoralmente el sentimiento antiterrorista le aplauden.

El Parlamento también ha tenido sus criticas contra Garzón y lo ha acusado de
«generar inseguridad jurídica», extralimitarse en sus funciones, «usurpación de atribuciones» y atentar contra «derechos fundamentales».

«Si un Legislativo democráticamente electo y personalidades de las más diversas posiciones políticas responsabilizan a Baltasar Garzón de tantas y tan graves faltas, entonces es legítimo suponer que está lejos de ser el adalid de la justicia sin fronteras en el que algunos medios quieren convertirlo»
, sostiene quienes se niegan a ver Baltasar Garzón como el «superjuez».

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