28 de abril 2024 - 10:56

La importancia de la comunicación en el  mundo del vino

Debe ser con prestancia, maridando lo verbal con lo gestual. Sin ser técnicos, ni aburridos, lo que distraerá al público.

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Hace un tiempo (no muy lejano), luego de haber dictado una clase de Introducción a la Sommellerie, un alumno me paró antes de regresar a casa y me dijo: “Profe, ¿sabe por qué me gustan sus clases? Por el modo en el que las dicta”.

Ello caló hondo en mí, pues si bien el contenido brindado debe ser de máxima calidad, la manera o el cómo comunico las ideas y los conceptos es primordial. Diría determinante.

Soy periodista desde que tengo uso de razón y siempre quise llegar al corazón del receptor a través de mi forma de comunicar, de transmitir, de informar. Pienso todo el tiempo en el público, que está parado frente a mí, prestándome atención y lo considero tan protagonista como mi rol de emisor.

Motivar al otro, cautivarlo y persuadirlo con sólidos argumentos, es mi objetivo central. Y, en el mundo del vino, esto es fundamental.

Desde pequeño, escucho frases que han traspasado generaciones y fronteras, que no fueron positivas para la bebida más noble del mundo. Que el vino es “elitista”, que es “solo para entendidos”, que “intimida”, que es solo “para gente mayor”, que es “muy formal” o que es “muy protocolar”. Y podríamos seguir. He aquí leyendas urbanas que, lamentablemente, alejaron al consumidor.

Mi idea es, por el contrario, unir públicos vinófilos desde la óptima oratoria. Desde un lenguaje simple, directo, sin complicaciones. Me apasiona tener feedback, lograr un ida y vuelta fluido en el que todos seamos actores principales. Cuando alguien, en una cata, una cena maridada o una clase, afirma “no saber nada”, le replico: “Todos sabemos. Es cuestión de adquirir práctica y confianza”. Así, les doy seguridad y rápidamente entran en clima, perdiendo temores o dudas previas.

El vino es compartir, vivenciar un momento único, inolvidable y distendido. Un “chin chin” es sinónimo de amistad, de unión, sin miedos ni angustias a expresar sensaciones cuando degustamos una copa.

Por todas estas razones, como periodista y sommelier (combinar las dos pasiones es algo maravilloso), encuentro en la oratoria un factor clave para transmitir de la manera más dinámica y lúdica los conocimientos del vino.

Cuando me refiero a oratoria, no solo hago énfasis en el “arte de hablar con elocuencia”. También propongo modular la voz, regular los tonos, gesticular con estilo, manejar el cuerpo con seducción y soltura.

Regreso, entonces, al cómo comunico el vino. Debe ser con prestancia, maridando lo verbal con lo gestual. Sin ser técnicos, ni aburridos, lo que distraerá al público.

Desde un mensaje convincente, sostenido en saberes sólidos, el vino es una bebida que se debe narrar, contar y comunicar de manera tal que el receptor adquiera las mejores herramientas para que, luego, sea él quien comunique a otros todo lo que ha aprendido del tema. ¡Bienvenidos a la oratoria del brebaje con mayor mística del planeta!

Tips del buen/a orador/a

Todo comunicador del vino debe tener:

  • Buena dicción
  • Seguridad
  • Seducción desde la palabra y lo corporal

Además, debe:

  • Transmitir y comunicar conceptos con fluidez, claridad y carisma
  • Interpretar al interlocutor
  • Atrapar la atención del público
  • Saber y conocer el tema que está hablando
  • Ajustar el discurso a su público
  • Variar los tonos de voz
  • Ser interesante o mostrarse de ese modo
  • Ser honesto
  • Organizar lo que dice o explica
  • Persuadir y convencer con argumentos

Sommelier, creador de “La oratoria del vino”.

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