Bush, melancólico, extraña la comida de la Casa Blanca
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George W. Bush
mandato, insistió, poco después de salir al estrado, que llegó al poder con una serie de principios y que no estuvo dispuesto a sacrificarlos en pro de su popularidad.
Su vida en el número 10141 de Daria Place, en Preston Hollow, un barrio de clase alta de Dallas que votó por él por mayoría aplastante, gira en torno a un grupo de ex ayudantes y un puñado de amigos y vecinos de la zona.
El presidente número 43 en la historia de EE.UU. pasa la mayoría de los fines de semana en su rancho de Crawford (Texas) acompañado de su esposa y ha rechazado las solicitudes de entrevistas, salvo para hablar de béisbol o del libro que está escribiendo sobre su presidencia.
Sus días, según relataba el diario The Washington Post en un artículo de mediados de abril, arrancan temprano, alrededor de las 7.30 de la mañana, cuando llega a su oficina en Dallas para trabajar en el relato en primera persona sobre sus años en el poder.
Las tardes las dedica a andar en bicicleta y las noches a ver televisión y leer en su mansión de Dallas, valorada en 2,4 millones de dólares, con instalaciones adicionales para el
Servicio Secreto.
Ni a él ni a la ex primera dama les gusta cocinar, según los recuentos de los medios locales, que sostienen que los Bush son clientes asiduos de EatZi's, un mercado local que vende comidas preparadas.
Sus escasos discursos hasta la fecha no habían logrado llamar la atención de los medios nacionales, hasta anoche, cuando Bush, que se despidió de Washington en enero con la frase "servimos con convicción", decidió entrar en polémica.
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