Crimen político en el Líbano hace temer guerra civil. ¿Fue Siria?
País que resume -como un mito trágico- buena parte de los conflictos de Medio Oriente, el Líbano lucha aún por recuperarse de la cruenta guerra librada, entre julio y agosto, por Israel y Hizbollah, y parece de nuevo a punto de sumergirse en otra tragedia. El peligro asomó ayer, con el asesinato de un gravitante líder cristiano, el ministro de Industria, Pierre Gemayel, un opositor a la influencia siria. El país se debate en estas horas entre el peligro de caída del gobierno moderado de Fuad Siniora y la posibilidad de otra guerra civil.
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La noticia del crimen fue primero comunicada por un grupo de diputados del bloque antisirio «Fuerzas del 14 de marzo» que irrumpió en una conferencia de prensa de uno de sus aliados, Saad Hariri. El propio ministro del Interior, Ahmed Fatfat, comunicó la noticia a los asistentes y acusó públicamente a Damasco de estar tras el hecho.
Sin embargo, el gobierno sirio se apresuró a condenar el asesinato, antes que ningún otro país árabe: «Este crimen terrible tiene el objetivo de atentar contra la estabilidad y la paz del pueblo libanés», subrayó el comunicado, que destacó «el interés de Siria en la seguridad, la estabilidad y la unidad del Líbano».
Hizbollah, en las antípodas políticas de lo que representaba Pierre Gemayel, también condenó con presteza el atentado y pidió «que no se acuse precipitadamente a otra parte o a otro país» por el atentado, en palabras del jeque Hassan Fadallah, parlamentario de Hizbollah, en declaraciones a la cadena Al-Arabiya.
El pro sirio Suleiman Franyie, ex ministro, acusó por su parte al gobierno de Siniora (musulmán sunnita), que hace una semana había sido abandonado por seis ministros pro sirios (cinco chiitas y uno aliado del presidente Emile Lahud). Este asesinato sólo beneficia a la mayoría parlamentaria», dijo Franyie.
La tensión era evidente. Soldados del ejército libanés ocuparon algunas calles, cerrándolas al tráfico, para evitar desbordamientos de la cólera popular. En la región del Meten, de donde era originario el asesinado, los comercios cerraron y hubo fuertes manifestaciones en protesta por lo sucedido.
El asesinato de Gemayel se produce en momentos en que las fuerzas políticas pro y antisirias se encuentran más divididas que nunca. Los pro sirios, encabezados por Hizbollah (financiada por Siria e Irán), habían anunciado manifestaciones en los próximos días en protesta por el bloqueo de las negociaciones por un gobierno de unión nacional, donde los chiitas y sus aliados cristianos que siguen al general Michel Aoun ocupen un mínimo de ocho carteras, es decir, el tercio del total necesario para bloquear ciertas leyes.
«El país es nuestro. Sacrificamos decenas de miles de mártires, tenemos enfermos, prisioneros y minusválidos para salvaguardar el Líbano y proteger su dignidad y gloria y no se lo daremos», había indicado la semana pasada, Hassan Nasrallah, cabeza visible de Hizbollah.
Respondiendo a estas amenazas de derribar el gobierno, el líder de la mayoría parlamentaria antisiria había dicho ayer: «Los libaneses están cansados de palabras, sólo quieren llevar a sus hijos a los colegios, tener trabajo, pero si ellos quieren utilizar la calle para impedir el tribunal internacional, será el crimen más grande».
Hariri se refería al tribunal internacional que juzgará el asesinato de su propio padre, Rafik Al-Hariri, en febrero de 2004, y que fue aprobado anoche por el Consejo de Seguridad de la ONU, una de las exigencias más vehementes de las fuerzas antisirias, que también acusan a Damasco de estar tras aquel atentado.
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