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Hasta el jueves, último día de campaña, Morales era omnipresente: aparecía en actos desde la primera hora hasta la noche en una frenética búsqueda de votos por todo el país que lo ha llevado incluso a un discurso intolerante frente a sus opositores, especialmente Reyes Villa.
Reyes Villa tiene un proceso por presunta malversación cuando fue prefecto del departamento de Cochabamba, con lo cual la Justicia le prohibió salir del país en noviembre, una medida polémica pues le impidió hacer campaña en el exterior.
Esta semana la ofensiva contra ese candidato se acentuó: Morales dijo el martes que modificaría las leyes para llevar al "delincuente" Reyes Villa a la cárcel, y el jueves el gobierno lo acusó de haber comprado un pasaje para fugarse el lunes hacia Miami.
Finalmente este viernes el gobierno sacó una extraña acusación, según la cual Reyes Villa habría ofrecido 150.000 dólares a un interlocutor no identificado para que se inflaran sus resultados electorales.
"Esto es un amedrentamiento y persecución que hace el gobierno a toda la oposición. ¿Adónde estamos yendo, a un totalitarismo?", dijo Guillermo Paz, candidato derechista al Congreso.
Morales, quien enfrentó una durísima resistencia que casi lleva a guerra civil en 2008, derrotó desde entonces a la oposición, concentrada básicamente en Santa Cruz, la región más rica del país.
Alvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia, considera que "la oposición ya fue derrotada" y está "sin proyecto político pero con poder económico y eso lo habilita a que vuelva a rearticular otro proyecto".
Sobre la elección de este domingo, el ex presidente Carlos Mesa, un reputado intelectual, señala que "aún los más férreos críticos del régimen asumen que es un triunfo cantado" para Morales.
"Su fuerza es ya en Bolivia una mezcla de símbolo y mito, pero lo es también para una comunidad internacional embobada con la idea de que a un país de indígenas le corresponde un presidente indígena, olvidando que el país tiene casi la mitad de su población no indígena", agrega.
"La oposición que fracasó en 2008 en su intento de desestabilizar no democráticamente a Morales, se ha visto arrinconada por la identificación emocional de la mayoría con el presidente y su partido. La oposición respira un aire derrotista", añade Mesa.
A dos días de las elecciones se presentaron algunos brotes aislados de violencia, que motivaron una llamada de atención de las misiones observadoras, pero el ambiente está entre la calma y la indiferencia ante el previsible triunfo de Morales.
Pero el presidente, gran aficionado al fútbol, no sólo quiere ganar. Quiere golear a la oposición.
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