30 de julio 2019 - 09:47

Trabajadoras sexuales de Ámsterdam no quieren irse del Barrio Rojo

La alcaldesa Femke Halsema propuso desplazar las vidrieras a otro barrio, lejos del centro histórico. Pero 9 de cada 10 mujeres que ejercen ahí no quieren alejarse de la locación.

Nueve de cada 10 trabajadoras sexuales no quieren que se muden las vidrieras a otra locación. 
Nueve de cada 10 trabajadoras sexuales no quieren que se muden las vidrieras a otra locación. 

Detrás de las vidrieras iluminadas con luces de neón color, cientos de trabajadoras sexuales ejercen su profesión junto a los famosos canales de Ámsterdam y se resisten a que esto cambie.

Desde que la primera alcaldesa de la ciudad prometiera terminar con el desorden y la inseguridad en el célebre Barrio Rojo, la actividad no cesa en las pequeñas calles recorridas por clientes regulares y por millones de turistas del mundo entero.

Para mejorar las condiciones de las trabajadoras del sexo, la edil contempla desplazar a las famosas vidrieras y burdeles a otro barrio de la ciudad, lejos del centro histórico.

"Nuestro estudio hecho entre 170 trabajadoras del sexo (que ejercen) detrás de los escaparates mostró claramente que el 93% de ellas no quiere alejarse del Barrio Rojo", declaró a la AFP Felicia Anna, presidenta del sindicato Red Light United.

Situado en pleno centro, cerca de una iglesia y a dos pasos de la estación central, el distrito De Wallen es una de las mayores atracciones turísticas de Ámsterdam, ciudad de 850.000 habitantes que recibió el año pasado a 18 millones de visitantes.

El Barrio Rojo en cambio está lejos de ser una postal: la zona, presa del aumento de la criminalidad local y de turistas en busca de fiesta, era llamada por la policía el "kilómetro cuadrado de miseria".

La alcaldesa ecologista Femke Halsema presentó cuatro propuesta para "frenar la criminalidad y la trata de seres humanos" y "hacer la vida más agradable para los habitantes del barrio". En una primera hipótesis, Halsema propone cerrar las cortinas de las vitrinas para que las trabajadoras del sexo y sus lugares de trabajo ya no sean visibles desde la calle.

Igualmente se estudian como opciones desplazar algunos burdeles hacia otros barrios de Ámsterdam o cerrar el conjunto de las vidrieras y abrir un nuevo barrio rojo en otra parte, lejos del centro turístico de la capital holandesa.

En el otro extremo, como cuarta propuesta, la alcaldesa sugiere aumentar el número actual de 330 vitrinas en el Barrio Rojo, con el fin de limitar la prostitución ilegal. En este caso, podría incluso crearse un "hotel de prostitución".

"Solo esta última opción nos favorece", estima Felicia Anna, joven de origen rumano. Afirma que ella y sus compañeras no necesitan más protección del ayuntamiento.

"Decir que somos víctimas y vulnerables al tráfico [de seres humanos] no nos ayuda. Nos estigmatiza. Dejen de hablar de nosotras así", denuncia.

Los habitantes del Barrio Rojo relatan que muy a menudo se producen peleas con turistas, normalmente grupos de jóvenes de fiesta, que deambulan en masa por el barrio para ver los famosos escaparates.

"Las mujeres son tratadas como animales de circo", contó a la AFP un vecino, y añadió que muchos residentes están a favor de que cierren las vidrieras o sean trasladadas.

Vecinos, propietarios de burdeles y trabajadoras sexuales se reunieron recientemente con concejales, entre ellos la alcaldesa, para discutir sus propuestas. El consejo municipal se juntará en septiembre antes de tomar una decisión.

"Entre las opciones, pensamos que la cuarta es por supuesto la mejor", declaró Mastern Stavast, propietario de unas 27 vitrinas y habitaciones que alquila a prostitutas. "No solo porque queremos más escaparates, sino porque todo se concentra en esta zona. Y no es bueno", concluyó.

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