24 de noviembre 2006 - 00:00

Irak vivió el atentado más grave: 160 muertos

Imágenes de la televisión local registraron los minutos después del mortífero ataque. Debidoal caos y para prevenir más episodios como éste, el gobierno declaró el toque de queda.
Imágenes de la televisión local registraron los minutos después del mortífero ataque. Debido al caos y para prevenir más episodios como éste, el gobierno declaró el toque de queda.
Bagdad (EFE, AFP, Reuters, ANSA) - El peor atentado terrorista desde el final de la guerra en Irak en 2003 dejó ayer al menos 160 muertos y 257 heridos en el bastión chiita de Ciudad Sadr, un hecho conmocionante que profundizará la polémica en Estados Unidos y el Reino Unido sobre una retirada de sus tropas.

En respuesta al sangriento ataque antichiita, las autoridades iraquíes decretaron un toque de queda de duración indefinida que prohíbe el tránsito a partir de las 20, hora local. «Cuatro coches bomba estallaron y una decena de obuses de mortero cayeron sobre el barrio», declaró el general Abdel Karim Jalaf, portavoz del Ministerio del Interior.

Una de las explosiones alcanzó de lleno un mercado en esta zona, poblada por 2,5 millones de personas y habitual blanco de atentados. «Ocho coches bomba entraron en Sadr City; cuatro de ellos estallaron, uno fue interceptado por la policía, que detuvo al conductor, y otros tres no han sido localizados y están siendo buscados por la policía. El Ejército cercó el sector», declaró el general.

  • Desolación

  • En el lugar de los hechos el panorama era desolador. Los cadáveres yacían sobre ríos de sangre y entre autos en llamas, escombros desparramados y restos de estantes derribados de un plumazo por la potencia de la explosión. Los hospitales no daban abasto. La clínica Imam Alí contabilizó 88 muertos y 105 heridos y el centro Sadr otros 55 cadáveres y 120 personas con lesiones de diversa consideración.

    Los familiares de las víctimas se agolpaban a las puertas de los centros médicos, donde no paraban de llegar cuerpos, a veces calcinados. El personal sanitario al estar tan desbordado atendía a algunos de los heridos en el suelo, según imágenes transmitidas por la televisión iraquí. Se trata del atentado más grave en Irak en lo que va de año y el más sangriento desde el final de la contienda bélica en la primavera boreal de 2003.

    El primer ministro iraquí, Nuri al-Maliki, pidió en un mensaje por televisión más contención y calma después de los sangrientos atentados. El jefe del Gobierno dijo que «el horrendo crimen cometido por los baazistas (militantes del partido que monopolizó el gobierno durante el régimen de Saddam Hussein) y de los takfiríes (islamistas radicales) supone un peligro para la fraternidad musulmana». Al Maliki condenó los atentados de Ciudad Sadr y criticó a los políticos iraquíes que «avivan el odio sectario y político».

    Poco antes de las explosiones, un centenar de hombres enmascarados y armados atacaron el Ministerio de Salud, cuyo titular Ali al-Chemmari es un partidario del terrorista chiita Moqtada al-Sadr.

    La agresión «comenzó por disparos de mortero desde el barrio cercano de Al-Fhadel. Después, un centenar de hombres enmascarados y con armas automáticas atacaron el edificio», explicó Al-Chemmari. El ataque, que ocasionó cinco heridos, terminó a última hora de la tarde, cuando el ejército dispersó a los asaltantes, precisó el ministro.

  • Otros atentados

    El resto del país tampoco se salvó de los atentados, que acabaron con la vida de 12 personas en Baaquba (60 km de Bagdad). Otros 30 cadáveres fueron encontrados en la región de Hilla, a 100 km al sur de la capital.

    Estos episodios de violencia ocurrieron un día después de que el gobierno británico anunciara que sus soldados entregarían el control de la provincia de Basora a manos de las fuerzas de seguridad iraquíes en un plazo de cuatro a siete meses. Coincidió también con un informe de las Naciones Unidas que señaló a octubre como el mes más sangriento desde la invasión de las fuerzas multinacionales en 2003 con 3.700 víctimas civiles.

    La reciente victoria demócrata en las legislativas estadounidenses puso en la mira la participación norteamericana en Irak y el presidente George W. Bush prometió pactar con la oposición -desde enero, mayoría- las próximas estrategias a seguir. Entre ellas se baraja la posibilidad de una reducción de tropas o inclusive una retirada. Sin embargo, el aumento de la violencia sectaria impulsa una reflexión en las filas demócratas y republicanas.
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