Jospin contra Royal: pelea entre fracasos
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«Sabía que nunca podría ganar las elecciones», añade Jospin. «No porque fuera mujer, sino porque había percibido sus insuficiencias y su falta de cualidades. Fue un error convertirla en candidata. Y sería otro seguir apostando por ella», sentencia el ex premier francés.
El libro ha caído como un ladrillo en la sede socialista de la rue Solferino. François Hollande, primer secretario y ex compañero de Royal, lamenta que haya aparecido el fantasma de las querellas personales, mientras que Arnaud Montebourg, protegido de ella, criticaba la oportunidad del ensayo, porque « añade discordia y veneno al esfuerzo de la reconstrucción».
La polémica ha sorprendido a la aludida al otro lado del Atlántico. Se encuentra en Quebec (Canadá), aunque ni la distancia ni la diferencia horaria la han privado de desquitarse: «Hay mucho de sexismo y de racismo en las palabras de Jospin. No consigo entender de dónde viene tanto odio y tanto resentimiento. Dice que me he creído Juana de Arco. ¿Qué me habrían hecho si todavía existieran las hogueras? ¿Me habrían arrojado al fuego?», señalaba irónicamente Royal.
En ausencia de respuestas violentas, cabe preguntarse cuáles son las pretensiones de Jospin. Podría tratarse de un simple ajuste de cuentas. También podría ser un modo de socavar la reputación de Royal en beneficio de Bertrand Delanoë, alcalde de París, emblema de los jospinistas y figura emergente del PS en tiempos de naufragio colectivo y literario.
Porque ha nacido un nuevo género en la familia socialista: el contralibro de Ségolène Royal. Son ya media docena, al menos, los tratados y opúsculos que han aparecido en las estanterías cuestionando el liderazgo de la antigua candidata a las presidenciales. Incluido el de Claude Allègre, ex ministro del PS y pionero en un acoso dialéctico del que la procesada pretende salir airosa. Unas veces recordando que la votaron 17 millones de franceses. Otras insistiendo en que sólo ella puede llevar a cabo la tarea de reformar el partido y de ubicarlo en los raíles de la modernidad.
«Perdonadles, porque no saben lo que hacen», decía desde Quebec Ségolène Royal. ¿Quién decía que ella se creía una referencia mesiánica?
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