8 de octubre 2020 - 00:01

Libre comercio Mercosur-UE: vía muerta, la culpa de Bolsonaro y la rosca europea

Los países favorables al entendimiento buscan separar sus secciones política y económica para aislar el problema de la mala gestión ambiental de Brasil. Pero el problema de fondo es el proteccionismo agrícola en el viejo continente. Argentina, aliviada.

LEGISLAR EN PANDEMIA. El Parlamento Europeo trató una moción respecto del tratado de libre comercio Mercosur-UE. Las limitaciones que impone el covid-19 resultaron evidentes.

LEGISLAR EN PANDEMIA. El Parlamento Europeo trató una moción respecto del tratado de libre comercio Mercosur-UE. Las limitaciones que impone el covid-19 resultaron evidentes.

La votación en el Parlamento Europeo (PE) de un documento de rechazo, “en su estado actual”, al acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la UE, cerrado en tiempos de Mauricio Macri, puso en blanco sobre negro la creciente resistencia a su ratificación. Así las cosas, arde la interna entre los gobiernos europeos favorables al mismo y aquellos que lo resisten, a la vez que surgen iniciativas para reflotarlo. ¿Tendrán éxito?

El texto del PE, de carácter testimonial pero políticamente significativo, señaló al presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, como el principal responsable de la crisis, toda una paradoja dada su autopromoción como campeón del libre comercio y de la apertura del bloque regional.

Para entrar en vigor, el entendimiento debe ser ratificado por cada uno de los 27 países de la Unión Europea (UE), algo que debe reflejarse a su vez en votaciones parlamentarias y en la de los jefes de Estado o Gobierno representados en el Consejo Europeo. Esta última es la instancia crucial.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, ya expresó su rechazo al libre comercio debido a las falencias del Gobierno brasileño en materia ambiental y de preservación de la Amazonia, en sintonía con Irlanda, Bélgica y Luxemburgo. En tanto, los parlamentos de los Países Bajos y Austria ya se han expresado en la misma línea. Es evidente que no existe la unanimidad necesaria y hasta Alemania, uno de los principales promotores del libre comercio entre los bloques, también dio recientemente indicaciones de rechazo, siempre por consideraciones vinculadas al cambio climático.

Según le dijeron a Ámbito fuentes diplomáticas de primer nivel destacadas en Europa, ante ese escenario, los países favorables comenzaron a impulsar un desdoblamiento de sus apartados político y económico, de modo de dejar los primeros –problemáticos, al menos en los dichos públicos– en manos del Consejo y de salvar los segundos a través de su tratamiento en la supuestamente más favorable Comisión Europea, un cuerpo de carácter más técnico que funge como poder ejecutivo de la UE.

El problema de esa iniciativa es que, en las condiciones actuales, también parece destinada al cajoneo. Las consideraciones ambientales son sensibles en varios de los países mencionados, pero acaso todavía más fuertes que ellas sean las resistencias que, a modo de lobby, elevan los sectores agrícolas más intensamente subsidiados y protegidos, que temen ser arrasados por las exportaciones, especialmente de carne, del Mercosur.

Con todo, incluso en el plano de las excusas, no deja de resultar llamativo que Bolsonaro, principal impulsor de la apertura del Mercosur, objetivo en pos del cual no ha dejado de hostilizar al Gobierno de Alberto Fernández, sea señalado como el villano climático que arruina el largamente negociado pacto con la UE.

Así, el informa anual sobre política comercial común votado en el Parlamento Europeo señala que la “profunda inquietud en vista de la política ambiental de Jair Bolsonaro, que contradice los compromisos asumidos con el Acuerdo de París” sobre cambio climático. “En las presentes circunstancias, no es posible ratificar en su estado actual el acuerdo entre la UE y el Mercosur”, añadió.

Para la Argentina, eso constituye un alivio. En una coyuntura económica compleja, que incluye una recesión de tres años, el problema de la deuda aún en proceso de ordenamiento –ahora con el Fondo Monetario Internacional– y las secuelas presupuestarias, monetarias y de limitación de la actividad producto de la pandemia, el Gobierno estima que lo que menos se necesita es una inyección fuerte de apertura comercial.

Así, si bien exportar más para dotar de más dólares a la economía es un objetivo excluyente, la aplicación de tratados como el de marras es considerada problemática, sobre todo en términos de empleo, así como los que se negocian en la actualidad con Singapur, Líbano, Canadá, la India y, especialmente, Corea del Sur. Esto último hizo que, ante la presión coordinada de Brasil, Uruguay y Paraguay, la Argentina planteara entre fines de abril y comienzos de mayo su posible salida de esas tratativas, cuestión de la que finalmente desistió.

La tirria europea con Bolsonaro le evita a la Argentina ser la villana que separa al Mercosur de la apertura radical que buscan sus socios, en particular Brasil y Uruguay. Al capitán le quedan, entonces, dos opciones: ir a quejarse en Bruselas o mirarse al espejo.

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