Madrid - España volvió a ser sacudida ayer por una amenaza de catástrofe, cuando el barco Gran Voyager quedó a la deriva en medio de una violenta tormenta en el Mediterráneo, entre las Baleares y Cerdeña, con más de 700 personas a bordo, cuando se plantaron todos sus motores. El barco, con pasajeros en su mayor parte españoles, realizaba un periplo de 7 días por el Mediterráneo. Soportó olas de 9 metros que destruyeron cristales, lo que motivó que el agua ingresara.
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A duras penas se pudo hacer funcionar uno de los motores, por lo que la nave emprendió viaje hacia el puerto de Cagliari (Cerdeña).
En tanto, el rascacielos Windsor, uno de los edificios emblemáticos del Madrid moderno que fue destruido por un incendio el pasado fin de semana, deberá ser desmantelado «desde arriba haciaabajo» por la precariedad de la estructura. Se estima que el derribo del edificio, de 106 metros de altura y en pleno centro financiero de la ciudad, costará 22 millones de euros. El trabajo se realizará con la ayuda de grúas y andamios con los que «se cortará» el edificio por partes.
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