Posturas duras arriesgan pérdida del voto hispano
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Un trabajador carga un cartel con la palabra «reforma» en la sede de la convención republicana
de Saint Paul. John McCain fue uno de los defensores de una iniciativa de reforma
migratoria destinada a regularizar a millones de hispanos. Sin embargo, ahora cede ante
los más duros de su partido y pone en peligro el apoyo de ese sector clave del electorado.
Sobre las perspectivas de regularización de los extranjeros, el programa es contundente: «Nos oponemos a la amnistía», dice, y aclara que rechaza cualquier «legalización en masa».
La declaración es notable, porque se trata del programa electoral oficial del partido, que normalmente es un calco de las posiciones de su portaestandarte, el candidato a la Presidencia. «Hay mucho descontento con el partido» entre los hispanos, reconoció el congresista republicano Lincoln Díaz-Balart en una entrevista en el Xcel Energy Center, el estadio de hockey vestido de arriba abajo con los colores de la bandera para la convención. Díaz-Balart dijo que los latinos recordarán que McCain ha sido «el mejor aliado» de los legisladores que apoyan la reforma migratoria.
David Rivera, miembro de la Cámara de Representantes de Florida y delegado en la convención, opinó que «los votantes van a diferenciar entre John McCain y los elementos antiinmigrante en el Partido Republicano».
Sin embargo, el McCain de hoy no es el mismo hombre que impulsó la reforma migratoria junto con el senador demócrata Ted Kennedy. En las elecciones primarias, en las que tenía que ganarse a las bases de su partido, dijo haber aprendido la lección y que antes de cualquier legalización de inmigrantes debe garantizarse la seguridad de la frontera, algo que tendrían que certificar los gobernadores de los estados que lindan con México. Llegó a afirmar que hoy en día no votaría por su propio proyecto de reforma original.
Díaz-Balart defendió a McCain y argumentó que el control de la frontera es un requisito indispensable para lograr los votos en el Congreso para una posterior regularización de los trabajadores clandestinos. Sin embargo, el cambio de postura del senador republicano ha abierto una vía de ataque a su rival, Barack Obama. «Nos dio la espalda en inmigración cuando le fue conveniente políticamente», aseguró Luis Miranda, un portavoz de la campaña del demócrata.
Miranda enfatizó que la certificación de los gobernadores de los estados fronterizos «puede tardar años o nunca puede lograrse».
Pero los demócratas también andan con cuidado en las arenas movedizas de la inmigración. El capítulo sobre el tema en su propio programa electoral comienza con medidas de refuerzo de la frontera y sanciones contra las empresas que contratan a indocumentados, y sólo al final aboga por la legalización de los trabajadores clandestinos. Además, Obama ha evitado tratar el asunto en profundidad en sus discursos.
Steven Greene, profesor de Ciencia Política de la Universidad Estadual de Carolina del Norte, lo atribuye a que el candidato demócrata « tiene dificultades para ganarse a los estadounidenses de clase trabajadora, que son más susceptibles a los mensajes xenófobos». Abrir los brazos a los inmigrantes haría esa tarea cuesta arriba, según Greene. Por ello, su estrategia es callarse y esperar que los votantes latinos den la espalda a su rival por sí solos.
McCain aspira, por su parte, a abrir tanto espacio como le sea posible frente a su partido, una maniobra que se ha convertido en costumbre en su campaña.
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