19 de junio 2025 - 11:00

Nació en una cabaña de madera y terminó creando un imperio farmacéutico que lo convirtió en multimillonario

Fue pionero en combinar la medicina con estrategias de marketing y reconfiguró el modo en que se producían y distribuían los medicamentos.

Creció con poco y se convirtió en uno de los referentes más grandes de la industria medicinal.

Creció con poco y se convirtió en uno de los referentes más grandes de la industria medicinal.

A fines del siglo XIX, el negocio farmacéutico dejó de ser una actividad artesanal para transformarse en una poderosa industria global. El avance de la química, los nuevos métodos de conservación y la aparición de redes internacionales de distribución marcaron un antes y un después en el acceso a los medicamentos.

En paralelo, algunas de las grandes fortunas que nacieron a la par de esa expansión empezaron a dejar su huella en la ciencia y la salud pública, no sólo a través de sus productos, sino también por medio de fundaciones, museos y becas de investigación. En ese contexto, la figura de Henry Wellcome se destaca como uno de los pioneros en profesionalizar y escalar la industria farmacéutica, con una visión moderna para su época.

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Aunque su nombre hoy no sea tan conocido como el de otros millonarios filántropos, su legado sigue vigente en instituciones científicas, archivos históricos y centros de investigación que llevan su sello. Su historia es la de un hombre que nació con poco y apostó por mucho más que el éxito comercial.

Quién fue Henry Wellcome

Henry Wellcome nació en 1853 en una cabaña de madera en la frontera entre Estados Unidos y Canadá, en un entorno modesto y rural. Su familia, marcada por las dificultades económicas, se trasladaba con frecuencia en busca de mejores oportunidades. Esa infancia errante no impidió que Wellcome cultivara desde temprano una gran curiosidad por la ciencia y los medicamentos. De joven se formó como farmacéutico en Minnesota y luego estudió química en la Universidad de Chicago, donde terminó de consolidar su vocación por el mundo de la salud.

A fines de la década de 1870, emigró a Inglaterra, donde encontró un terreno fértil para desarrollar su carrera. En 1880 fundó junto a Silas Burroughs la empresa Burroughs Wellcome & Co., que rápidamente se expandió gracias a su enfoque innovador. Ellos ofrecían medicamentos en tabletas, más higiénicos y fáciles de dosificar que los jarabes o polvos tradicionales. La empresa también aplicó conceptos de marca y empaque que eran inéditos para el sector, lo que les dio una ventaja competitiva clave frente a otros laboratorios.

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Tras la muerte de su socio, Wellcome quedó al mando total de la firma y diversificó su campo de acción. Fundó laboratorios de investigación, apoyó exploraciones científicas y recolectó una inmensa cantidad de objetos vinculados a la historia de la medicina. Con el tiempo, se transformó en una figura influyente no solo en la industria farmacéutica, sino también en el ámbito académico y cultural. Su mirada iba más allá del negocio ya que le interesaba cómo la medicina podía entenderse como un fenómeno histórico, social y humano.

El costado filántropo de Henry Wellcome

Uno de los aspectos más notables de Henry Wellcome fue su compromiso con el conocimiento y la filantropía. A lo largo de su vida, destinó parte de su fortuna a crear espacios de investigación científica y museos especializados. Su colección de objetos médicos, etnográficos y arqueológicos llegó a superar el millón de piezas y se convirtió en una de las más importantes del mundo. Esa pasión por el pasado de la medicina tenía también una intención educativa, buscaba que las generaciones futuras comprendieran el largo camino que recorrió la humanidad en su lucha contra las enfermedades.

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Después de su muerte en 1936, buena parte de su fortuna fue canalizada a través del Wellcome Trust, una fundación independiente que se convirtió en uno de los principales financiadores de investigación médica en el mundo. Esta organización, que aún hoy sigue activa, invierte miles de millones en estudios científicos, proyectos de salud pública y becas para investigadores en distintas disciplinas. Se calcula que, actualmente, el Wellcome Trust es la segunda fundación filantrópica más rica del planeta, detrás de la creada por Bill y Melinda Gates.

El enfoque de Wellcome siempre estuvo más centrado en el acceso al conocimiento que en el protagonismo personal. No buscaba visibilidad mediática ni construyó una figura pública ostentosa. Su legado perdura en instituciones como el Wellcome Collection de Londres, un museo que fusiona arte, ciencia y medicina, y en los cientos de proyectos científicos que se financian en su nombre cada año.

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Su patrimonio

Durante las primeras décadas del siglo XX, Henry Wellcome acumuló una de las fortunas más grandes del Reino Unido gracias al crecimiento exponencial de su empresa. A diferencia de otros empresarios de su tiempo, diversificó sus inversiones no sólo en laboratorios sino también en terrenos, publicaciones científicas y objetos históricos. Su imperio abarcaba desde centros de producción farmacéutica hasta archivos documentales, pasando por expediciones científicas en África y Medio Oriente que él mismo financiaba.

El núcleo de su riqueza estaba basado en la propiedad exclusiva de su empresa, ya que con el tiempo se convirtió en el único accionista de Burroughs Wellcome & Co. Además de las utilidades que generaban los medicamentos, Wellcome reinvertía constantemente en investigación y ampliación de infraestructura. Su visión de largo plazo, tanto comercial como científica, fue clave para sostener ese crecimiento y posicionarse como referente de la industria.

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Al morir, su patrimonio fue administrado por el Wellcome Trust, que convirtió ese capital en una herramienta sostenida de financiamiento científico. Hoy, ese fondo invierte en medicina genómica, enfermedades infecciosas, salud mental y cambio climático, entre otros campos. La fortuna de Wellcome, lejos de diluirse, se multiplicó con los años y mantiene una vigencia que pocas herencias pueden igualar.

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