23 de septiembre 2021 - 00:00

California retorna al gas natural después de tropezar en su "aventura verde"

Reflexiones a favor de una diversificación ordenada, inteligente y realista.

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Gentileza: Argenports

California ha sido, dentro de los Estados Unidos, un ejemplo de la apuesta por las energías renovables. Sin embargo, la intermitencia de este tipo de fuentes (eólica y solar) debido a su dependencia climática ha provocado serios inconvenientes en la red eléctrica. La escasez de suministro y el crecimiento de la demanda, sumados al cierre de las plantas nucleares, pusieron en jaque la confiabilidad del sistema. ¿La solución?: el retorno del gas natural para paliar la inestabilidad.

Así se encuentra California tras su "aventura verde", con la construcción de cinco nuevas centrales termoeléctricas para evitar los apagones masivos. El caso californiano nos remite a las mismas preguntas de siempre: ¿el mundo estará dispuesto a sufrir reiteradas crisis energéticas para cumplir con el Acuerdo de París? ¿cuándo encarará de manera ordenada, inteligente, responsable y realista la diversificación de sus matrices? O, mejor dicho, ¿hasta cuándo sostendrá el doble error de entrar en una enconada guerra contra los hidrocarburos mientras atenta contra la núcleo-electricidad? Dejarse guiar por el fundamentalismo ambiental ha demostrado ser, de acuerdo con los ejemplos internacionales, un fracaso absoluto.

California ha llegado a un punto límite. El aumento de la demanda eléctrica por parte de su población y el grave problema de escasez de suministro provocado por la masiva incorporación de fuentes renovables intermitentes (eólica y solar) la ha puesto en un callejón donde la única salida posible vuelve a ser recurrir a los combustibles fósiles.

Nuevas plantas

El Estado californiano dispuso la construcción de cinco nuevas plantas a gas natural para paliar la inestabilidad de la red y los apagones masivos que se suceden de forma reiterada, los cuales ponen en serio riesgo la confiabilidad de todo el sistema eléctrico. A este estado crítico se le sumó el cierre de las plantas nucleares, otra condición impuesta por el fundamentalismo ambiental y su política contra la núcleo-electricidad.

Y no sólo eso, en su carrera alocada por las energías renovables, California también había decidido dar de baja varias centrales a gas, cuestión que ahora se ve obligada a reconsiderar y revertir. El problema, señalan algunos especialistas (ver bibliografía), fue que aquella decisión fue tomada sin contar con un suministro adecuado de energía de base.

A propósito, Jim Patterson, vicepresidente del Comité de Servicios Públicos y Energía de California manifestó (ver bibliografía): “No podemos mantener las luces encendidas sin gas natural adicional y el Estado se ha visto obligado a salir y encontrarlo en una situación de emergencia”. En efecto, la masividad de las renovables enfrentó a California a una situación de crisis energética, entendida como la imposibilidad de acceder a un suministro necesario, estable y confiable de energía.

Asimismo, la dependencia continua de los combustibles fósiles para solucionar los problemas de la red derivará en un lógico aumento de las emisiones, por lo que el sentido mismo de la promoción de las eólicas y solares -reducir la liberación de Co2 al ambiente- terminará incumpliéndose. Cabe recordar que la carbonización sigue presente en todas las naciones que aplican energías renovables de forma desbalanceada (por arriba del 20% de la matriz) y sin criterios de realidad. El caso de California es ilustrativo. Se trata de un perro mordiéndose la cola. Según Energy In Depth (ver bibliografía), el aumento de la demanda de energía quiso ser satisfecho incrementando la generación renovable. Sin embargo, “el despliegue de energías renovables ha hecho poco para reducir la dependencia del Estado de los combustibles tradicionales, ya que California es el mayor importador neto de electricidad”, advierten sus investigadores.

Así, la sumatoria de fuentes “verdes” traccionó un uso continuo de fuentes fósiles, incluso de mayores importaciones de electricidad (generada con gas natural) y petróleo, para lograr sostener un nivel de demanda en ascenso frente a las fluctuaciones del sistema eléctrico. Un atolladero en donde California se metió solita, o mejor dicho, fogueada por el fundamentalismo ambiental y sus imposiciones energéticas.

Mientras tanto, Diablo Canyon, la última central nuclear que queda en pie en California cerrará para 2025. La misma, genera alrededor de 18.000 GW/h al año, lo que representa aproximadamente el 10% de toda la electricidad consumida por los californianos. Si dicha central pusiera definitivamente el candado, crecerían los apagones y la necesidad de importar cada vez más electricidad para frenarlos. Pese a ello, el ataque antinuclear es una constante del discurso ecologista, no sólo en EEUU sino en todo el mundo.

Para colmo de males, otro de los grandes problemas causados por las energías del viento y el Sol, son los aumentos de las tarifas. Siguiendo nuevamente lo afirmado por Energy In Depth, las y los ciudadanos californianos están pagando la electricidad un 80% más cara que el promedio nacional estadounidense.

Suba de costos

En suma, el alza en los costos de la electricidad para los hogares y las industrias, sumado a la inestabilidad de la red y los apagones se resumen en las fallas inherentes a este tipo de fuentes. Lamentablemente, la apuesta de California hacia las renovables la puso en un dilema según Patterson: “la energía eólica y solar no es carga de base sino intermitente. Es un suministro que desaparece cuando más lo necesitamos”.

Todo se basa en un error de cálculo. La capacidad generada por las renovables “verdes” no alcanza para satisfacer la demanda actual de energía de California, hecho que preocupa todavía más teniendo en cuenta la cantidad de autos eléctricos vendidos en dicho estado. Un análisis de IHS Markit (ver bibliografía) muestra que la venta de estos vehículos pasó del 4.6% en 2018 al 6.2% en 2020 en California, lo que equivaldrá al 10% de los autos en los EE.UU.

Se trata, resumiendo, de una diversificación sesgada hacia vertientes energéticas inestables y de problemas aún irresueltos. Lo hemos dicho en otras oportunidades, no se llegará a buen puerto si dicha diversificación no se hace de forma ordenada, equilibrada e inteligente, sin descuidar los aportes de cada una de las fuentes disponibles, esto es, complementándolas y no contraponiéndolas. Algo deliberadamente omitido -y hasta combatido- por los “verdes”.

No obstante, la realidad marca que el gas natural es un socio ideal de las energías renovables, mal que le pese a algunos adalides de la reducción de Co2 como fin en si mismo. Esta sociedad estratégica fue claramente advertida por Washington Examiner (ver bibliografía): “cuando se pone el sol, el gas se puede aumentar rápidamente para proporcionar la electricidad necesaria. Cuando el viento sube o baja, el gas se puede subir o bajar gradualmente para compensar”.

Para finalizar, nos remitirnos a la brillante conclusión de Patterson: “Si hubiéramos reconocido la energía nuclear, apostado a nuestra capacidad hidroeléctrica y también nos hubiésemos asegurado de no cerrar las plantas de gas natural existentes que teníamos, no estaríamos en este problema. ¿Qué tipo de red eléctrica estamos creando si no podrá ser lo que los californianos estamos acostumbrados a tener? Necesitamos una electricidad que se pueda pagar en una red que sea estable y para una economía en crecimiento”.

De eso se trata todo. La reducción de emisiones no puede hacerse divorciando las metas de diversificación de un proyecto de mejora progresiva de la calidad de vida de la población y de la modernización económica. Mientras ello quede al margen y mientras no se garantice el cumplimiento de la seguridad energética ciudadana -esto es, la disponibilidad de suministro energético y combustibles de forma continua, en las cantidades necesarias y a precios asequibles- la carrera por las renovables nos enfrentará ante reiteradas crisis energéticas.

¿Estaremos dispuestos/as a ello para cumplir con el Acuerdo de París? ¿Cuántos ciudadanos/as estarán obligados a pagar los costos de dicha transición cediendo en derechos? ¿Qué industria podrá sostenerse en medio del encarecimiento exponencial de los costos de la energía? Es hora que el mundo encare de una vez por todas la diversificación de sus matrices de manera ordenada, inteligente, responsable y realista, sin caer en fundamentalismos de pacotilla, y, sobre todo, sin atentar contra la humanidad. Razón de ser de toda correcta política energética.

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