10 de enero 2019 - 00:01

Argentina, en medio de la carrera aeroespacial entre China y EE.UU.

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La República Popular China inició con éxito una histórica misión no tripulada en el lado oscuro de la Luna, algo que ningún otro país había logrado hasta el momento. El programa aeroespacial chino es relativamente reciente, aunque tuvo avances notables en un corto lapso. Desde 2003, China envió seis tripulaciones al espacio y ha puesto en la órbita terrestre dos laboratorios espaciales. En 2013, la RPC había logrado alunizar con éxito un artefacto, convirtiéndose en el tercer país en hacerlo.

Los planes aeroespaciales chinos de cara al futuro son ambiciosos y plantean un desafío directo a la supremacía estadounidense en ese campo. China proyecta su próxima misión lunar para 2020 y, hacia 2030, se espera una misión tripulada; entre otros proyectos que involucran la exploración de Marte y otros planetas. El control del espacio y sus recursos será, sin dudas, una de las grandes disputas del Siglo XXI.

El desembarco de China en el lado oscuro de la Luna sucede cuando la tensión geoestratégica con los EE.UU. se encuentra en uno de sus puntos más álgidos. Hay una débil tregua comercial que vence a fines de marzo y creciente tensión en el plano tecnológico, con el encarcelamiento de la vicepresidenta de Huawei y el declive de Apple como hechos paradigmáticos. A eso habría que sumar una sucesión de incidentes, por ahora menores, en los contestados mares del Este y Sur de China. El Presidente Xi Jinping le ordenó a su ejército que esté preparado “para la batalla”.

La Argentina ha quedado en medio de la carrera aeroespacial entre las dos mayores potencias globales. Para China, nuestro país es el más relevante en materia aeroespacial de Latinoamérica, debido a la base de exploración que la potencia asiática instaló en la provincia de Neuquén. Con su impresionante antena de observación, tiene un papel fundamental en las operaciones espaciales de China.

En varias oportunidades, los EE.UU. hicieron explícito su malestar por la base de China en Neuquén, aludiendo sobre su posible uso dual para fines militares. Esta controversia quedó formalmente saldada en 2016, tras la firma de un memorando adicional entre China y Argentina, en el cual se especificó el uso netamente científico de la base. Los términos de la concesión y la presencia de personal militar chino en la base eran los puntos más controversiales del acuerdo inicial.

No obstante, la polémica nunca cesó y seguramente se reavive tras el cambio político ocurrido en Brasil. Donald Trump parece haber encontrado en Jair Bolsonaro un aliado regional inmejorable para contrarrestar el avance de la “amenaza” que considera constituye China. El flamante mandatario brasileño sorprendió al anunciar que aspira a reducir la dependencia de Brasil con China (la acusó de “comprar Brasil”) y propuso un fuerte viraje de política exterior hacia los EE.UU. Bolsonaro dijo que no descarta habilitar la instalación de una base militar estadounidense en suelo brasileño, si ello eventualmente contribuye a mejorar la seguridad de su país.

La nueva orientación de Bolsonaro preocupa especialmente a China, que todavía intenta descifrar al polémico ex capitán. De todas formas, un mayor avance militar de EE.UU. en la región también debiera inquietar a la Argentina y al resto de Sudamérica. De ningún modo puede beneficiarnos que la región, históricamente una zona de paz, se convierta en otro de los escenarios del choque entre EE.UU. y China.

Argentina necesita una lectura muy clara de este nuevo escenario de disputa entre las dos mayores potencias, el cual llegó para quedarse. Lo que sucedió en la última cumbre del G20, con Trump siendo correctamente desmentido por el presidente Mauricio Macri, es apenas un botón de muestra de la incómoda situación en la que nos encontramos, agravada por las fragilidades estructurales de nuestro país.

La prioridad de Argentina debiera ser el vínculo con China, debido a su creciente e irremplazable importancia en materia de comercio, inversiones y finanzas, dada por una complementariedad natural que, en esa escala y potencial, no tenemos con ningún otro país del mundo. Además, tenemos mucho que aprovechar de China como socio en materia aeroespacial y en otros campos científico-tecnológicos.

Al mismo tiempo, debemos ser muy cuidadosos del vínculo con EE.UU., que probablemente nunca deje de ser la potencia hegemónica regional, al menos en el plano militar. Mucho más si se consolida una nueva alianza de los EE.UU. con Brasil.

* Master en Estudios Chinos (Universidad de Zhejiang). Master en Políticas Públicas (FLACSO). Docente Universitario (UCA). Director del Observatorio Sino-Argentino.

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