Es un poco humillante escuchar sobre este dilema entre salvar vidas humanas o la economía, como una obligación que no pudiera dejarse de lado a pesar de nosotros mismos, a pesar de nuestros seres queridos, a pesar de que las pérdidas económicas pueden proyectarse en escenarios de política y ser menos lúgubres. La degradación de la condición humana nos condujo a la actual crisis sanitaria, económica y emocional que estamos viviendo. No olvidar. En el difundido texto, Supa de Wuhan, David Harvey recuerda esto: son las condiciones de vida de las sociedades en grandes centros urbanos, densamente poblados, las que convirtieron una mutación viral en amenaza; se trata de una relación dialéctica entre el virus y la acción humana.
La salud no es solo financiera
Los dilemas que enfrenta la política son poco humanitarios en las versiones más economicistas. Saldremos de esta crisis juntos (y vivos). ¿Cuál será la prédica de los organismos internacionales para con las naciones pequeñas carentes de recursos para sanear sus economías?
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Democracias envejecidas
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Son socios y necesitan seguir adelante: ¿cómo reconstruir el vínculo luego de un malentendido?

Del mismo modo, la actual privación de nuestra libertad y el distanciamiento social tienen un correlato en la libertad de los negocios, prácticamente ilimitada en los últimos 40 años de neoliberalismo full time, que profanó los recursos hospitalarios en todo el mundo. Un diario local se lamentaba la semana pasada de que de aceptarse la sugerente posición de nuestro Ministro de Salud de estatizar dichos recursos (como ha hecho Irlanda por un período de 90 días) hubiera permitido que alguien sin cobertura médica pueda ser tratado en una clínica privada y un abonado de una prepaga hubiera sido atendido en un hospital público. ¡Herejía!
En el capitalismo, las vidas humanas valen a cuenta de los contratos económicos que establezcan. Pero atravesamos un momento de revisión de este, nuestro contrato social, producto de un acontecimiento que podríamos ubicar más del lado del azar que de la voluntad política. Debemos aprovecharlo. Debemos reflexionar, por ejemplo, si disponer del tiempo libre acaso nos reporta más satisfacción que consumir mercaderías. Ese lado de la rueda que pone en marcha el sistema de producción y reproducción del capital nunca ha sido cuestionado. Una vez más el sistema económico padecerá el ya conocido problema de la insuficiecia de demanda efectiva que perturbará las vidas de pobres y poderosos (todos sobrevivientes al coronavirus).
Una crisis económica en ciernes, como tantas otras, con sus rasgos en común y particulares que las diferencian. Encontrábamos familiaridad entre la crisis de las hipotecas subprime del 2008 y el crack bursátil que condujo a la Gran Depresión de Norteamérica en 1930. Afortunadamente, el presidente de la Reserva Federal en el inaugurado siglo XXI era Ben Bernanke, especialista en temas monetarios y estudioso de John Maynard Keynes y de la crisis del 30. Años después supo bien qué hacer, dos cosas: dejó que Lehman Brothers quiebre (una decisión fuertemente criticada por el establishment liberal pero que permitió enviar un mensaje a los negligentes jefes de bancos y financieras) y rescató al resto de la banca con un billonario programa de emisión monetaria en tres etapas.
Por ese entonces, Europa había quedado rezagada. Gobernada económicamente por la troika anti-keynesiana formada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI. Defensores de las medidas de ajuste fiscal para sanear crisis.. Cinco años tomó a Europa recuperarse del contagio de la crisis norteamericana, cinco años en los que la furia se dirigió hacia los países más pequeños (los denominados PIIGS: Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España) tildados de imprudentes por haber tomado toda la deuda que a bajas tasas se les ofecía. Las consecuencias las sufre ahora la población en carne viva, no hay recursos financieros invertidos en hospitales necesarios para salvar vidas.
No sabemos cuánto durará la pandemia, ¿un mes o dos, o un año tal vez? ¿Cuál es el parangón de la crisis actual con las precedentes? Varios políticos coinciden en señalar a la Segunda Guerra: Angela Merkel, el Secretario General de Naciones Unidas, la ex canciller Susana Malcorra, el primer ministro de Irlanda –quien señaló que los respiradores son ahora lo que eran los misiles eran en la guerra.
La OCDE denunció: “Necesitamos un nuevo Plan Marshall” y abrió un interrogante sobre el rol que jugarán los Estados Unidos en la pospandemia. Varios analistas celebraron el millonario paquete de ayuda fiscal que firmó Trump a fines de marzo, luego de que perdiera semanas enteras (vidas humanas) negando la pandemia y sin que hiciera una mención al contexto internación. ¿Cuál será el rol de las instituciones que velan por la salud financiera global en esta nueva crisis? ¿Cuáles países levantarán la voz de quienes no tenemos medicina prepaga?
Si hay países enfermos entonces el mundo sigue enfermo, parece ser un corolario de la crisis del coronavirus. Nadie va a salvarse sólo: autoridades del Ministerio de Salud chino visitan Italia para asesorar, reuniones del G20, acciones conjuntas de OMS. ¿Cuál será la prédica del FMI en la pospandemia? ¿Nos seguirán pidiendo ajuste fiscal? La ocasión para volverse keynesianos es una crisis, Estados Unidos lo sabe perfectamente bien. Para las naciones pequeñas, que no pueden emitir la moneda en la cual se realizan las transacciones financieras globales, será fundamental el apoyo y gentileza de los organismos internacionales de crédito y las naciones líderes. O nos esperan largos años de recesión.
(*) Economista del Centro Cultural de la Cooperación
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