23 de septiembre 2019 - 00:00

Haciendo foco en lo principal

depósitos

En los últimos meses se ha comprobado, una vez más, la debilidad de la extrema movilidad de capitales impuesta durante el actual gobierno. Una cuestión que está en el candelero es la evolución de los depósitos en dólares en el sistema financiero. En este último aspecto pueden identificarse dos abordajes particulares desde los medios.

Una perspectiva suele insistir en la magnitud de la salida de depósitos en dólares, cerca de un 30% desde el 9 de agosto, intensificada desde principios de septiembre. Otros comentarios se enfocan en la importante reducción de los retiros en la última semana, hasta montos muy escasos. Si en los cinco días que van desde el 2 al 6 de septiembre los depósitos en dólares disminuyeron u$s 2.416 millones (y en la semana anterior u$s2.696 millones), en los siete días hábiles que van desde el 9 al 17 del mismo mes sólo salieron u$s707 millones, no sólo incrementándose las renovaciones de plazos fijos, sino también produciéndose el ingreso de nuevos certificados.

Esta reversión de las conductas de los inversores se explica, en gran medida, por la elevada liquidez del sistema financiero: el 55% de los depósitos en dólares están aplicados en cuentas del BCRA o en billetes en las entidades, relación que se mantuvo en agosto pasado. Los inversores que fueron a sus bancos a retirar sus depósitos pudieron disponer de sus dólares (más allá de algunos problemas operativos en alguna sucursal, que fueron mínimos). Ésta fue la herramienta que más reforzó la confianza en el respaldo con que cuentan los depósitos en moneda extranjera.

A esta mayor certidumbre se suman las medidas tomadas por el Gobierno, como el reperfilamiento de la deuda y la regulación de las operaciones de cambio, que están orientadas a defender el nivel de reservas internacionales y dar mayor respaldo aún a los depósitos en dólares.

Otro de los temas que accedieron al primer plano es el de la “brecha” entre el precio del dólar billete y el que surge de las operaciones de contado con liqui (CCL). Esta última es una operación altamente especulativa, y por lo tanto sus valores son muy volátiles. Algunos analistas han sostenido que esta brecha marca el nivel de desconfianza de los mercados en la política económica. Otros piensan que da un indicio del valor que el dólar alcanzaría de no existir regulaciones cambiarias. Sin embargo, está muy lejos de ser indicador de estas tendencias. Lo que muestra es el valor que se instala en el mercado a partir de operaciones que no tienen otro objetivo que aprovechar algunas fisuras que emergen en el control de cambios. Es el caso del “rulo” o el “bucle”, operaciones largamente explicadas en este medio. Y el valor del CCL es un reflejo de éstas. Antes de su desactivación como operatoria sin riesgo alguno, el rulo llegó a generar innumerables operaciones, que impactaron en el precio del CCL, el que luego bajó. Ahora está bajo la presión del bucle.

Para no amplificar la importancia del CCL o mediciones similares, resulta importante recordar las declaraciones de Alfonso Prat-Gay, cuando antes de las elecciones de 2015 sostenía que una devaluación no generaría inflación porque los precios ya estaban descontando el valor de la cotización del dólar en EE.UU. La inflación posterior a los primeros meses del citado economista como ministro de Hacienda y Finanzas Públicas dejó bien en claro que tal teoría era inconsistente.

Cabe tener en cuenta que la mayoría de las operaciones se realizan por el mercado oficial de cambios, y es el valor transado en ese mercado el que impacta en los precios de los bienes y servicios.

Considero necesario cerrar esta columna recordando los problemas estructurales que tiene nuestro país, en especial los derivados de la restricción externa, que llevan a que el crecimiento produzca una escasez de divisas. Éste y otros tantos motivos indican que las divisas son un activo estratégico y que deben ser resguardadas de las distintas tensiones, tanto internas como externas. De allí que la administración de divisas tiene que ser una política continua, al menos hasta que cambien algunas condiciones que la tornen innecesaria.

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