El Diego, o el 10 x su camiseta y lugar en la cancha y su posición en la vida, conjugó en su esencia algo muy difícil de lograr para cualquiera.
Maradona: el Oro y el Barro, Genio y figura, Amado y odiado, y también mortal
Maradona portó esos emblemas, que más allá del fútbol fueron y son para muchos argentinos un espejo de identidad nacional.
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Diego la sentía a la pelota, aunque no la viera, sabía que la dominaba, aunque no la tuviera.
Soportar la persona con sus quiebres y brillanteces y encarnar un mito al que se aferran y con el que se identifican no solo argentinos. También latinoamericanos y humildes y oprimidos de varias latitudes. De Malasia a Kurdistan, de Bielorrusia ( que lo tuvo como DT) a Senegal. Fue universal. Pero fue nuestro x sello de origen.
Nacido en el barro y criado en el potrero se encontraron el y la pelota y formaron una amalgama armoniosa del juguete/instrumento con las destrezas motrices y sensoriales de una zurda que fue deviniendo mágica.
Diego la sentía a la pelota, aunque no la viera, sabía que la dominaba, aunque no la tuviera.
Ese mismo potrero lo instruyo y perfeccionó hasta lo excelso de los emblemas del paladar futbolístico rioplatense. Gambeta exquisita, viveza, coraje, guapeza, rebeldía y una pasión inagotable. Con el tiempo le sumo capacidad de liderazgo, contagio, divertida complicidad
Maradona portó esos emblemas, que más allá del fútbol fueron y son para muchos argentinos un espejo de identidad nacional. Y para otros el representante de los que luchan desde abajo contra las adversidades, contra los poderosos y logran triunfar.
Esa fibra es la que hizo vibrar en Nápoles , donde los resultados deportivos y la comunión con el pueblo elevaron su estatura más allá.
A una altura mítica y celestial
Esa identificación popular que consiguió sumada a su indómita autenticidad fueron haciendo crecer el mito. Mito que tan bien captará el cineasta Emir Kusturica en el film que hiciera sobre Diego.
La vida por su parte lo fue acercando al oro de los éxitos deportivos y la bolsa económica, a la sensación de omnipotencia y endiosamiento del hago todo lo que quiero, tengo todo lo que deseo . Esa vivencia de lo ilimitado trajo sus costos en la imposibilidad de administrarse física, emocionalmente a las innumerables cargas y exigencias que fueron sucediéndose, los desarraigos y migraciones, las rupturas afectivas, las nostalgias de su origen.
Nunca cerró su boca por inconveniente que fuera para seguir gambeteando marcas y adversidades de todo cuño.
Persona y mito. Genio y figura. Amado y odiado. Y también mortal.
(*) Médico Psicoanalista, autor del libro "Deportes al Diván" y "El Nunca Jamás", de Editorial Siglo 21. Miembro Titular en función didáctica APA-Full member Internacional.
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