El fin de año invita a hacer un balance y a destacar los principales desafíos que nuestro país debe resolver en 2022. En este 2021 que se va, la economía creció casi 10% y el nivel de actividad pudo recuperarse de la crisis del COVID en tan sólo un año, situación impensada a fines de 2020.
Balance económico anual: la recuperación y las cuentas pendientes para 2022
Todos los esfuerzos para recuperar la economía pueden diluirse si no se logra reducir sustancialmente la brecha cambiaria, terminar con el atraso del dólar y firmar un acuerdo razonable con el FMI.
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Incluso muchos sectores, como la industria manufacturera y la construcción, operan por encima de los niveles de 2019 y hasta de 2018. La inversión productiva es el componente de la demanda agregada que más rápidamente está creciendo. Y se están creando miles de nuevos empleos: la desocupación fue de 8,2% entre julio y septiembre de 2021, la más baja desde 2017 según INDEC.
En el frente externo, las exportaciones crecen gracias a los mayores precios internacionales y a las subas de las cantidades, y la cuenta corriente alcanzó un récord histórico en el tercer trimestre de 2021. Son todas muy buenas noticias que parecieran no condecirse con el alto nivel de incertidumbre que se vive en la actualidad.
Entre las deudas pendientes se destacan, sin lugar a dudas, el 40% de pobreza y el 9% de indigencia (hambre) relevados por el INDEC. A su vez, el Estado no logra equilibrar sus cuentas: el déficit fiscal primario acumulado a noviembre fue de 2,1% del PIB y el financiero de 3,7%, a pesar del significativo ajuste del poder adquisitivo de las jubilaciones, pensiones y salarios de empleados públicos.
Por su parte, la inflación se instaló cómodamente en el rango del 3% mensual y del 50% anual, con tarifas cuasi congeladas hace dos años y medio (y combustibles hace 6 meses), con un dólar oficial que desde febrero fue sistemáticamente atrasado para anclar los precios y con presiones inflacionarias internacionales por la superación de los peores momentos de la pandemia.
La brecha con el blue y los dólares financieros oscila en torno al 100%, lo que estimula diferentes maniobras para evitar liquidar en el mercado oficial, así como sobre-facturar importaciones y precios de transferencia. Cotizaciones paralelas en torno a $200 también generan expectativas de depreciación: muchos actores piensan que, en cualquier momento, se viene un nuevo salto cambiario, lo que suma más incertidumbre.
En este contexto, y sin haber afrontado vencimientos de deuda muy importantes durante 2021, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) termina el año con la misma cantidad de reservas que lo empezó, a pesar de los U$S 14.000 millones de superávit comercial y de los nuevos U$S 4.400 millones del FMI (de su programa mundial por el COVID). En 2022 Argentina debe pagar a dicho organismo U$S 19.100 millones (cifra que torna imprescindible un acuerdo para ampliar los plazos) y más de U$S 34.000 millones a privados, lo que obliga a poder refinanciar los vencimientos a tasas razonables.
La búsqueda de soluciones no es sencilla: la corrida hacia el dólar desatada en abril de 2018, que a Macri le costó su re-elección y a la Argentina el mayor endeudamiento de su historia con el FMI, demostró que sin controles cambiarios nuestra economía queda muy expuesta a corridas cambiarias. Ahora bien, la incapacidad de acumular reservas en 2021 dejó en evidencia que, con dichos controles, el Estado no puede acceder a las divisas necesarias para cumplir con los compromisos externos. Un callejón sin salida.
En adelante, Argentina tiene el desafío de evitar un nuevo default y embarcarse en un sendero de crecimiento económico que permita crear más y mejores puestos de trabajo para, de esa forma, bajar los niveles de pobreza e indigencia. Para alcanzar ambos objetivos no sólo debe generar crecientes cantidades de dólares sino lograr que el Banco Central los acumule en sus arcas. No conseguiremos mucho con seguir poniendo parches: semejantes desafíos obligan a aplicar políticas audaces e innovadoras. Por mencionar uno de los mejores ejemplos, el Ministerio de Desarrollo Productivo comandado por Matías Kulfas diseñó e implementó decenas de programas que están estimulando la transformación productiva en diversos sectores de actividad, en los cuales día a día se anuncian nuevas inversiones y la apertura de nuevos mercados externos.
Sin embargo, todos estos esfuerzos pueden diluirse si no se logra reducir sustancialmente la brecha cambiaria, terminar con el atraso del dólar y firmar un acuerdo razonable con el FMI que permita reducir la incertidumbre imperante, que se canaliza a través de una permanente dolarización de los ahorros.
La trayectoria de los últimos años, en la cual el que apostó al dólar, ganó, deja una dura enseñanza para los ahorristas y el mayor desafío para el Gobierno: brindar alternativas de inversión atractivas, sin repetir la experiencia del macrismo que colocó las tasas de interés en pesos en niveles inviables para la actividad productiva.
También conviene advertir que un nuevo acuerdo con el FMI puede no ser suficiente para reducir sustancialmente la incertidumbre; recordemos que la corrida cambiaria contra el dólar blue de octubre de 2020 fue sólo un mes después del exitoso canje de deuda con los privados.
Para que Argentina pueda superar el estancamiento de su última década será necesario tender puentes entre los principales espacios políticos mayoritarios que permitan consensuar políticas públicas de largo plazo. En otras palabras, comenzar a cerrar la grieta constituye una condición necesaria para nuestro desarrollo económico. Y eso es una tarea no sólo del oficialismo sino también de la oposición.
Licenciado en Economía (UBA). Profesor de Macroeconomía I (UBA). Becario posdoctoral del CONICET. Doctor en desarrollo económico (UNQUI).
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