26 de septiembre 2025 - 18:45

El aluvión de dólares del agro: una oportunidad efímera para reconstruir reservas en vísperas electorales

Las claves de la corta baja de retenciones que aplicó el Gobierno y las puertas que abre en el mercado cambiario.

Las exportaciones del agro ya alcanzaron el cupo de u$s7.000 millones

Las exportaciones del agro ya alcanzaron el cupo de u$s7.000 millones

En el volátil mercado cambiario argentino, donde las expectativas de los inversores se entretejen con las sombras de la incertidumbre política, la reciente eliminación temporal de las retenciones a las exportaciones agropecuarias ha desatado un torrente de divisas que podría transformar el panorama de corto plazo. Pero, como en tantos capítulos de la crónica económica local, esta bonanza es tan prometedora como precaria. El viernes pasado, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) se vio obligado a vender 678 millones de dólares en el techo de la banda cambiaria —fijada en 1.475 pesos por dólar—, una intervención que subraya la fragilidad del esquema vigente. Hoy, con un promedio diario de transacciones que ronda los 400 millones de dólares, el mercado se enfrenta a la perspectiva de absorber una oferta estimada en 6.300 millones de dólares en cuestión de días. La pregunta que resuena en los pasillos de la City porteña no es si el flujo llegará, sino cómo —y quién— lo capitalizará antes de que se evapore.

Esta inyección de liquidez, impulsada por el Decreto 682/2025 que suspendió las retenciones hasta el 31 de octubre o el logro de un cupo de 7.000 millones de dólares, se agotó en apenas 72 horas. Los exportadores de granos respondieron con una celeridad que revela tanto la eficiencia del sector como la urgencia del gobierno. El 90% de las declaraciones juradas de las últimas ventas deberán liquidarse en un plazo de tres días hábiles. En un mercado que opera con volúmenes modestos, este "aluvión" presionó a la baja el tipo de cambio oficial que cotizó alrededor de 1.360 pesos para la venta este jueves.

Sin embargo, el origen de esta medida no radica en una visión estratégica de largo plazo para el sector agroexportador, sino en una respuesta reactiva a la tormenta cambiaria que azotó las últimas semanas. La decisión de no acumular reservas en el segundo trimestre —un período en el que el BCRA podría haber comprado divisas cerca de la banda inferior— fue uno de los catalizadores de la corrida de las últimas semanas. No fue el único factor: el desarme de las Letras Fiscales (Lefi) exacerbó el desequilibrio en el mercado de pesos.

El ministro de Economía, Luis Caputo, y el director del BCRA, Federico Furiase, intentaron contrarrestar esta percepción con declaraciones en su habitual espacio de streaming, "Las Tres Anclas". Caputo afirmó que el gobierno está dispuesto a "vender hasta el último dólar para sostener el techo de la banda", mientras Furiase invocó un "poder de fuego" de 22.000 millones de dólares, suficiente para retirar todo el circulante en pesos y defender el esquema. La intención era doble: proyectar capacidad técnica y voluntad política para contener el tipo de cambio. Pero el mercado, escéptico tras meses de ajustes erráticos y cambios en las regulaciones, respondió al día siguiente con compras que derivó en una intervención récord de 678 millones de dólares. La credibilidad del equipo económico, ya maltrecha por la volatilidad previa, se vio aún más comprometida. En un contexto de expectativas ancladas en la desconfianza, las palabras pierden peso frente a las acciones concretas.

Ahora, con las retenciones en cero, el escenario pivota hacia una ventana de oportunidad. El incentivo fiscal para el sector fue sustancial: se estima un ahorro de unos 1.000 millones de dólares en derechos de exportación, cifra que coincide exactamente con la pérdida de recaudación para el Tesoro. No es casualidad; la medida priorizó la inyección inmediata de divisas sobre el equilibrio presupuestario. Según el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf), este costo directo equivale al 0,15% del PIB para 2025, erosionando el 46% del superávit fiscal proyectado en el Presupuesto 2026 (0,3% del PIB).

La premura de la iniciativa también expone su doble filo. Al forzar la liquidación en un plazo tan corto, el gobierno ha adelantado ingresos que podrían haber estabilizado el mercado en octubre —mes electoral y de dolarización preventiva-.

Frente a este excedente inminente, el mercado clama a coro por una corrección estratégica: la compra oportunista de dólares por parte del Tesoro o el BCRA. Ambas entidades tienen herramientas, pero con matices que ilustran las tensiones del esquema actual. El Tesoro, con depósitos equivalentes a 12 billones de pesos en el BCRA, podría intervenir directamente utilizando fondos disponibles, sin emitir nueva base monetaria. De hecho, datos parciales del martes —últimos disponibles— muestran un incremento de 85 millones de dólares en su cuenta en divisas, con una baja equivalente en pesos, lo que sugiere que ya ha iniciado compras discretas. Esta opacidad en la reporting de intervenciones del Tesoro —una práctica criticada por su falta de transparencia en el manejo de fondos públicos— contrasta con la regla cambiaria que se autoimpuso el BCRA, que solo autoriza compras en la banda inferior para evitar presiones inflacionarias.

Si el BCRA asumiera el rol, debería emitir pesos para adquirir las divisas. Además, las ventas posteriores del Central estarían restringidas hasta el techo de la banda, limitando su flexibilidad. En contraste, el Tesoro podría vender libremente, como lo hizo en la previa electoral pese a promesas iniciales de como el BCRA solo hacerlo en el techo de la banda.

Más allá del mercado financiero, la economía real dejó de crecer en febrero, el PIB se contrajo 0,1% en el segundo trimestre (Indec) y todos los indicadores posteriores apuntan a una recesión técnica.

Las expectativas de un ajuste al esquema cambiario —pospuesto, a lo sumo, hasta después del 26 de octubre— no han desaparecido; se han pospuesto. En un año electoral la derrota oficialista en Buenos Aires el 7 de septiembre disparó el riesgo país a 1.500 puntos básicos y hundió bonos soberanos un 16%, recordando que la estabilidad macro depende de la percepción de continuidad. El apoyo de Estados Unidos —con Scott Bessent, secretario del Tesoro, negociando un swap de 20.000 millones de dólares ofrecen un colchón, pero no sustituyen reservas netas.

En este tablero, el equipo económico de Caputo y Bausili transita sin margen para errores. La pérdida de credibilidad —forjada en intervenciones reactivas y opacidad— amplifica cada tropiezo, convirtiendo la gestión de las próximas semanas en un desafío mayor que el mero resultado electoral. La lección es clara: este excedente de dólares no es un lujo, sino una necesidad imperiosa. Comprarlos hoy no solo fortalece el balance del BCRA, sino que ayudaría a reconstruir la confianza en un programa que, pese a sus avances en desinflación y superávit, aún navega en aguas turbulentas. Fallar en ello podría precipitar no solo una devaluación, sino un retroceso en la frágil recuperación que Argentina tanto anhela. El mercado observa; el tiempo, inexorable, apremia.

Christian buteler

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